Quien improvisa y se precipita,
resbala y le va mal
A 75 días de que el Partido Patriota (PP) asumió el poder --con el apoyo y secundado por Visión con Valores de Harold Caballeros y de los amigos o socios de Francisco Arredondo--, son más que evidentes sus improvisaciones, imprevisión y precipitaciones. Además, algunas de las cuestiones principales no las están resolviendo como lo prometieron durante su millonaria campaña “electoral”.
En ello influyen varios factores entre los que destacan la incapacidad y limitaciones de algunos de los ministros, funcionarios y autoridades, los intereses económicos y políticos que el ahora partido gobernante representa así como los que están detrás del poder y las contradicciones y disputas que ya se están dando entre ellos. Pero algo que pesa mucho y cuenta más es la integración del gabinete y las exigencias de los financistas del oficialismo y del círculo de allegados al presidente y a la vicepresidente.
En tan corto tiempo, los ministerios de Relaciones Exteriores, Finanzas, Agricultura y Salud tienen serias dificultades y no pocos problemas y si por alguna razón se les mantiene en sus cargos es para ganar tiempo y mantener la imagen de un gobierno competente, estable y coherente.
La solución de los problemas en los ministerios de Finanzas y de Relaciones Exteriores no depende de la renuncia o destitución de sus titulares y consejeros sino de cómo se le va a dar salida y solventar las dificultades a que se ha orillado a ambos despachos. Por ahora, vale la pena comenzar con las dificultades y problemas derivadas del mal manejo de la política exterior del país.
La política exterior del país no está siendo llevada de manera seria y responsable, se ha acudido a cierto efectismo mediático e incurrido en más de una precipitación, improvisación e imprevisión. El ejemplo más ilustrativo está en cómo se ha pretendido sacar adelante la iniciativa presidencial sobre la despenalización de las drogas.
Desde cualquier ángulo que se vea, es éste un asunto que se ha manejado de la peor manera, no se agotaron las consultas y cabildeos que hubieran permitido contar con elementos suficientes para establecer su viabilidad, así como para estar seguros de que se contaba con un consenso real y seguro por parte de los mandatarios con quienes se pensó que se podía empezar a abordar a nivel del área.
En política exterior lo que cuentan son los hechos, la realidad, los tiempos y conocer al máximo las posiciones de los probables interlocutores, partes y contrapartes, su influencia, peso y consistencia, así como los intereses de cada país, los del área, los de la región y, en general, el contexto internacional.
En política exterior lo que haya que decir o proponer debe ser motivo de un estudio serio y concienzudo, suficientemente meditado y calculado y de esa misma manera escuchar lo que al respecto se diga, responda o insinúe. Una palabra, una seña o un gesto, por insignificante que parezcan, cuentan y, a veces, mucho más de lo que el diplomático más avezado se imagina. Es en ese marco y en esa perspectiva que hay que hacer la lectura del fracaso de la Cumbre de Antigua del sábado 24.
En un asunto de tan especial importancia y trascendencia no se tuvo la objetividad suficiente y previsión para medir los obstáculos que ya había para abrirle paso y cómo poderlos superar oportunamente. Ahora, se está ante nuevas dificultades y tropiezos.
La política injerencista del gobierno estadounidense para con los países del área se pone una vez más de manifiesto. El secretario de Estado adjunto de la Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos de Estados Unidos, William Brownfield, visitó Honduras durante dos días. Ayer estuvo aquí, en nuestro país. En territorio hondureño dijo que la propuesta del presidente guatemalteco “no sirve”. Esto quiere decir que será más complicado y difícil poderle dar continuidad a lo que se trató de iniciar en Antigua. Tan incómodo e irrespetuoso visitante, ya estando aquí, trató de dar a entender que considera “importante” seguir discutiendo lo que en Honduras consideró, repito, que “no sirve”.
En ese contexto y en medio de las dificultades y problemas no resueltos por el gobierno, es alentador e importante que los más de cinco mil campesinos e indígenas participantes en la marcha de los diez días y que desde Cobán, Alta Verapaz, llegó ayer a la capital, estén seguros y convencidos de que volverá la primavera.
Sus demandas son de lo más justas. Cualquier maniobra que demore su respuesta y solución impedirá empezar a resolver el injusto y atrasado régimen de distribución, tenencia, propiedad y explotación de la tierra, que es lo que atenaza e impide el desarrollo y progreso del país, así como lo de los desalojos y violencia en el campo.