miércoles, 29 de julio de 2009

A media semana

Se realinean y contraatacan

Después de seis meses y ocho días de que el presidente Obama está en la Casa Blanca, hay algunos aspectos de su política exterior que para América Latina y el Caribe están un tanto más claros y algunas de las expectativas que muchos tuvieron a partir de la derrota de los republicanos duros (encabezados por George W. Bush y el no menos fundamentalista John McCain), estuvieran desvaneciéndoseles.

En mi columna del 6 de mayo decía que la ultraderecha republicana se tomaría para sí el trabajo sucio de desestabilizar el Continente apoyándose en sus aliados al sur del Río Bravo. En aquél momento me parecía que las cosas podrían marchar en esa dirección y que era una bien montada estrategia republicana resultado de su revanchismo a fin de torpedear los apoyos que el presidente Obama lograra de México al Cono Sur pasando por el Caribe.

Ahora resulta que en la administración demócrata hay igualmente personeros muy dados a jugar duro y apretarles el brazo a quienes se rehúsen a secundarlos, neutralizar a quienes les conviene neutralizar y utilizar a los que se presten para ello.

Lo que diferencia a los republicanos duros de los demócratas duros es su proceder. Los republicanos duros son intransigentes. Se podría decir que hasta intratables. Los demócratas duros parecen inteligentes pero no por ello dejan de mostrar su dureza con un cierto grado de amabilidad y cortesía “diplomática” para, a fin de cuentas, alcanzar lo que se proponen. Los medios que unos y otros utilizan son un tanto diferentes.

Vistas las cosas así y asumiendo el margen de error en que se puede incurrir al hacer cálculos de probabilidades, para republicanos y demócratas (con los matices ya descritos), lo que necesitan es un reajuste sustancial del cuadro geopolítico actual en el Continente y que el péndulo se mueva hacia el centro y, mejor (para ellos, por supuesto), que vuelva a la derecha.

Una maniobra de tal envergadura constituye el peligro principal para los pueblos del Hemisferio Occidental. Según como yo lo veo, se trata de una estrategia envolvente que pasa por continuar con el empeño imperial de propiciar en Cuba socialista los cacareados “cambios democráticos desde dentro” y que en 50 años no lo han logrado. Esto es lo primero.

Lo segundo marcha en dirección de intensificar el aislamiento (interno y desde el exterior) del gobierno bolivariano en Venezuela, del primer gobierno indígena revolucionario en Bolivia, y el también gobierno revolucionario ciudadano en Ecuador. Si lo consiguen, el paso siguiente estaría enderezado a lograr su derrota a través de la vía electoral o su derrocamiento mediante el uso de la fuerza.

En Centro América esa estrategia empieza a concretarse con el golpe militar que depuso al presidente Zelaya. Es fácil advertir, entonces, que sus cartas están sobre la mesa y que es el anticipo de los pasos que están dispuestos a dar.

En cuanto a Nicaragua sus cálculos apuntan hacia que la derecha empresarial retome el gobierno en las elecciones del 2011. A partir de ese momento, pasarían a estar en condiciones de hostigar a sus anchas al gobierno del presidente Mauricio Funes con miras a desestabilizarlo y que los areneros o un reagrupamiento derechista o centrista lo suceda a cinco años plazo. En el caso de Guatemala lo sucedido en mayo y junio hay que tenerlo en cuenta como hay que tener en cuenta, también, la situación que se crea en el área después del 28 de junio.

Los puntales principales con que la derecha estadounidense cuenta para su estrategia intervencionista y agresiva en el Caribe contra Cuba y en Centro América contra Nicaragua y El Salvador, son la derecha gobernante en México y Panamá como lo son, además, la derecha que gobierna en Colombia y Perú contra la República Bolivariana de Venezuela, la Bolivia Revolucionaria de Evo Morales y la Revolución Ciudadana en Ecuador, en América del Sur. A partir del 2011 podría contar con un aliado incondicional más: la ultraderecha chilena si, como es seguro, gana las próximas elecciones

El día de hoy podría ser un día decisivo para el futuro de América Central y demás pueblos del Continente. De lo que salga en relación a Honduras en la Cumbre de Tuxtla, en Guanacaste, Costa Rica, se sabrá cuál es en realidad la posición de los mandatarios que asistan a ella, el verdadero papel de la derecha estadounidense en América Central y el de sus aliados, abiertos o encubiertos.

El realineamiento y contraataque derechizante está en marcha. Sólo la unidad popular, social, revolucionaria, democrática y progresista, podrá desbaratar los planes del imperio para América Latina y el Caribe en el momento actual.



RRRcgs
335 \ 2009

sábado, 18 de julio de 2009

A media semana

Después del 28 de junio


Insisto en señalar que el peligro principal que amenaza a América Latina y el Caribe es el revanchismo de la desplazada ultraderecha estadounidense, la cual no cejará en su propósito de desestabilizar la región alentando y apoyando a las fuerzas conservadoras del continente que ven amenazados sus intereses y privilegios por los cambios que están teniendo lugar en América del Sur. El triunfo electoral del FMLN en El Salvador puso su alarma en rojo. Las empujadas movilizaciones de “las camisas blancas” de mayo y junio aquí, en Guatemala, fueron un mero tanteo y el golpe de Estado en Honduras lo confirma.

A la ultraderecha de Estados Unidos y del continente no deja de inquietarles y les atemoriza lo que con sus particularidades y características está ocurriendo en Brasil, en Argentina, en Uruguay y en Paraguay. Pero su miedo y pavor está concentrado en lo que representa para América Latina y el Caribe la Revolución Bolivariana en Venezuela, la Revolución Multiétnica y Plurinacional en Bolivia y la Revolución Ciudadana en Ecuador.

A partir del 20 de enero sus expectativas y propósitos son que Brasil no vaya más allá de donde ahora está, y que al presidente Lula lo suceda alguien más moderado. Los cálculos que tienen con relación a Argentina (cuyos resultados electorales más recientes favorecen a la derecha) es que la alternativa al gobierno actual sea esa derecha.

En ese mismo sentido son sus previsiones en relación con Uruguay, aunque la continuidad del gobierno del Frente Amplio no deja de inquietarles por lo que podría representar un viraje real a la izquierda si las condiciones y circunstancias lo permiten, y el pueblo uruguayo masivamente vota en esa dirección. Paraguay no parece moverse hacia una definición que por ahora ponga en riesgo el equilibrio en la zona.

A su vez, en Chile todo apunta a que la Convergencia gobernante sea sustituida por un pinochetismo sin Pinochet, y que uno de los grandes empresarios neoliberales se haga cargo del gobierno a través de la vía electoral. La Convergencia acusa un marcado desgaste derivado no sólo de su continuismo en el poder sino porque no ha logrado resolver los más ingentes problemas de la mayoría de la población. A lo anterior hay que agregar la falta de una alternativa consistente y unitaria de izquierda que favorece y viabiliza la derechización a la chilena.

Entre tanto, la derecha, a través del reelecto Álvaro Uribe, gobierna en Colombia; de Alan García, en Perú; de Felipe Calderón, en México; y, a partir del 1 de julio, del magnate Ricardo Martinelli, en Panamá; y, del 28 de junio, en Honduras, de Roberto Micheletti, el gobernante impuesto. Su gestión de facto es universalmente repudiada y deslegitimada. El triunfo reciente del PRI en México resulta manejable para la derecha.

En cuanto a América Central, la derrota en las urnas de la ultraderechista ARENA mejoró la correlación de fuerzas a favor de la izquierda. Esta mejora recomenzó a partir del retorno del FSLN al gobierno en Nicaragua y, en cierta forma, del inicial desplazamiento hacia el centro encabezado por el presidente Manuel Zelaya frente a las posiciones conservadoras de su propio partido, el Partido Liberal. Esto no quiere decir que el Triángulo Norte del área se haya movido del todo de la derecha extrema del pasado a la izquierda de ahora.

En ese marco, dentro de los planes de la derecha centroamericana está, prioritariamente, hostigar y cercar a El Salvador. Podría ser por eso que la de aquí haya intentado, hace dos meses, un golpe de Estado. Si éste no prosperó fue por la presión del Departamento de Estado norteamericano. En Honduras, parece estarlo logrando. Los grupos oligárquicos utilizaron a la cúpula castrense para deponer a un presidente electo, extrañarlo por la fuerza de su país e imponer un gobierno de facto.

De ahí que después del 28 de junio, América Latina y el Caribe se vea aún más amenazada por la derechización, lo cual viene a ser de extrema gravedad para la institucionalidad, la democracia, la gobernabilidad y el cambio de época que estamos viviendo en nuestro continente.

En el caso de Honduras, el tiempo está contra el presidente Zelaya lo mismo que la mediación urdida por la señora Hillary Clinton. Lo que en definitiva acabará siendo decisivo para asegurar el retorno a Honduras de su gobernante legítimo es la continuidad de la resistencia popular al golpe que, después de 18 días de incansables batallas y criminal represión militar y policial, sigue dando muestras de heroísmo ejemplar y cuenta con una amplia y vigorosa solidaridad internacional.

miércoles, 1 de julio de 2009

A media semana

El neofascismo
en Centro América



Es posible suponer que el gobierno del presidente Obama nada haya tenido que ver con el golpe que el domingo rompió el orden constitucional en Honduras. Sin embargo y desde el principio, las declaraciones de la Casa Blanca han sido ambiguas. Con esta asonada, la cúpula militar (tan cavernaria y troglodita como la élite oligárquica hondureña) trata de defenestrar al presidente Manuel Zelaya y que el gobernante impuesto se sostenga sobre sus bayonetas y camine en las botas de los golpistas.

Después del golpe que depuso al presidente Joao Goulart (1961 – 1964), el Departamento de Estado de Estados Unidos era de la opinión (y lo dijo en un documento) que la oligarquía brasileña sólo podía compararse con la retrógrada y ultraconservadora oligarquía guatemalteca. En Estados Unidos gobernaba Lyndon B. Johnson (1963 – 1969); en Guatemala, el golpista y Jefe de Estado de facto coronel Carlos Enrique Peralta Azurdia (1963 – 1966). No obstante, a una y a otra, los gobernantes estadounidenses las han seguido utilizando y les sirven.

En Honduras se está en un escenario similar al de aquél momento (con los rasgos y características de ahora): lo más reaccionario y conservador de la cúpula castrense, tras salir obedientemente de sus cuarteles, se prestó al juego perverso de un puñado de empresarios hondureños y en una entente gorioligárquica de corte fascista, rompió la institucionalidad todavía formal en nuestro vecino y hermano país.

En dos de mis columnas recientemente publicadas, me referí a sendas cuestiones a las que considero necesario volver. La primera, es la caracterización que hice del peligro principal que amenaza a los países y pueblos de América Latina y el Caribe (Diario La Hora, 29 de abril de 2009).

En la segunda me referí a la derrota electoral de los republicanos en Estados Unidos y la elección del primer presidente afroestadounidense. Decía entonces que el fundamentalismo del ala republicana derrotada y sus agentes no dejarían de urdir conspiraciones, provocaciones, acciones desestabilizadoras y terroristas en su obstinación por rederichizar el mapa geopolítico del Continente así como valerse de la vía electoral para conseguirlo (Diario La Hora, 6 de mayo de 2009).

De lo que no hablé --ni antes ni después-- es en dónde podía estar el eslabón más débil de la cadena de cambios que están teniendo lugar en América Latina y el Caribe.

Los condenables e inadmisibles hechos ocurridos el domingo en Tegucigalpa confirman que el eslabón más débil y vulnerable para interceptar por la fuerza los moderados cambios en el área centroamericana, era Honduras, y fue hacia allí a donde los enemigos de la democracia representativa y la formalidad institucional dirigieron el golpe principal.

En el golpe (como oportuna y acertadamente lo señalara el representante permanente de la República Bolivariana de Venezuela en la reunión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA el mismo día domingo) es seguro que tengan mucho que ver siniestros personajes como el ex subsecretario de Estado norteamericano Otto Reich y que es cierto que ya habría retomado sus contactos con conservadoras y retrógradas élites oligarcas latinoamericanas y fascistizantes facciones castrenses del continente.

El desenlace de la crisis política e institucional en Honduras no parece estar lejos. Todo indica que su punto de arranque y decisivo no es otro que el restablecimiento del orden constitucional violentado y el retorno inmediato y sin condiciones del presidente Zelaya al ejercicio del cargo para el que fue electo.

Para que esto ocurra corresponde un importantísimo papel a la lucha de resistencia y sublevación del pueblo hondureño contra el golpismo y el retorno al pasado, su organización, unidad y decisión. Corresponde también un histórico papel a la solidaridad internacional y las sin precedentes resoluciones adoptadas por la comunidad internacional y sus organismos internacionales que ahora sí puede decirse que se han puesto al lado de los pueblos en su lucha por su verdadera y real independencia.

Lo que en Honduras está en juego es el futuro de la democracia real, funcional y participativa tanto como la legitimidad institucional, popular y social. A partir de mañana y las siguientes 72 horas son decisivas, cruciales, como es crucial y decisivo para el hermano pueblo hondureño y los demás pueblos y países de nuestro Continente el día del retorno del presidente Zelaya a su país, y para la lucha contra el neofascismo en Centro América.



Diario La Hora,
Guatemala, 1 de julio de 2009
RRR / cgs