miércoles, 31 de julio de 2013



Aportes que enriquecen
la historia


Es mucha la importancia que este año tiene la conmemoración del 60 Aniversario del asalto al regimiento del Moncada en Santiago de Cuba y del cuartel Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo. La hazaña protagonizada por la Generación del Centenario, con el entonces joven abogado Fidel Castro Ruz a la cabeza, es la continuación de la lucha del pueblo cubano por su independencia; marca un antes y un después en la lucha de los demás pueblos del mundo. 

Los aportes que se han dado a conocer en estos días, permiten disponer de aspectos hasta ahora no conocidos de la lucha revolucionaria del pueblo cubano; enriquecen su historia.

Del periodista e historiador cubano Mario Mencía, se publicaron en Granma, el 22 y 23 de julio, dos partes del libro El Grito del Moncada en las que da a conocer lo hecho y actuado durante los dos días previos al ataque convenido para el 26 de julio de 1953. Con rigurosidad descriptiva refiere la disciplina y medidas de seguridad observadas por las células organizadas para la acción, el número e integrantes de cada una de ellas. 

Con lo descrito por Mencía, se dispone ahora de detalles y pormenores acerca del número de células organizadas, los nombres de quienes las formaban, sus lugares de procedencia, las labores a que se dedicaban, las dificultades y tropiezos encontrados y superados exitosamente a partir de su salida de La Habana, los vehículos y medios de transporte en que hicieron el trayecto, el equipo de que se disponía. Ninguno conocía el objetivo para el cual habían decidido participar. Se dan a conocer, además, los nombres de quienes estuvieron a cargo de cada célula, sus tareas y responsabilidades.

Puede decirse que se dispone de una rigurosa sistematización de la experiencia y práctica revolucionaria planificada y puesta en marcha con la meticulosidad y precisión que requiere la lucha en la clandestinidad y, además, tratándose de una acción dirigida a golpear el principal bastión militar del régimen. El desenlace, costos y atrocidades cometidas por la soldadesca batistiana y lo que habría de empezar a partir de aquél domingo 26 de julio, está consignado en otros valiosos documentos. 

Por su parte, el dirigente histórico de la Revolución Cubana, Comandante Fidel Castro Ruz, en He vivido para luchar (carta del 26 de julio de 2013, dirigida a los Jefes y Vicejefes de las delegaciones que estuvieron en Cuba con motivo de este 60 aniversario), escribe: “la experiencia posterior nos enseñó que habría sido más seguro comenzar la lucha por las montañas, algo que planteábamos hacer si tomada la fortaleza del Moncada, no podíamos resistir la contraofensiva militar de la tiranía con las armas que ocupáramos en Santiago de Cuba, más que suficientes para vencer en aquella contienda y mucho más rápidamente que el tiempo invertido después. (Juventud Rebelde, 28 de julio de 2013).

En su relato de lo acontecido a partir de los hechos que se consumaron el 26 de julio y antes del amanecer del lunes 27, destaca lo de su captura junto a los pocos asaltantes que lo acompañaban y el papel jugado por el teniente que dirigía la patrulla de la tiranía, Pedro Sarría Tartabull, el militar “que al salvar a Fidel, salvó a la Revolución”. (Granma, 26 de julio de 2013). 

Un busto alegórico, develado en una plaza interior del antiguo cuartel Moncada este 25 de julio, es el merecido homenaje al comportamiento de un hombre de la talla del teniente Sarría. (Continuará).

miércoles, 17 de julio de 2013



Lo que George Orwell
no pudo imaginar en 1984


Del 22 de mayo al 15 de junio, Ana María y yo estuvimos en México. En esos días ocurrieron en nuestro país varios hechos a los que hay que dar seguimiento, sistematizar y analizar. En lo internacional, entre otros, ocurrió un acontecimiento del que me ocupo el día de hoy y sobre lo que aquí, en el país, hay mucho que no se ha publicado o no se le da importancia. Habría que preguntarse por qué. 

El ciudadano de Estados Unidos, Edward Snowden, que laboraba para la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA), reveló el sistema de espionaje electrónico mediante el que la Casa Blanca espía, vigila, controla y almacena correos electrónicos y llamadas telefónicas de estadounidenses y de personas de otros países. También se sabe que espía, vigila y controla a otros gobiernos, reuniones de gobernantes de otras naciones y organismos internacionales.

A raíz de las revelaciones de Snowden, ahora se sabe que, según lo publicado por David Brooks, recientemente,  el presidente Barack Obama emitió hace dos años una orden que obliga a empleados federales a espiar a sus colegas y reportar cualquier comportamiento sospechoso que pudiera representar una amenaza interna a la seguridad nacional, y califica cualquier filtración no autorizada de información oficial de acto que asiste al enemigo”. 

Se trata del denominado Programa de Amenaza Interna (Insider Threat Program, ITP) mediante el que se trata de impedir “toda filtración de información del gobierno federal” y ordena a todos los empleados federales “vigilar a sus colegas para detectar personas o comportamientos de alto riesgo” y si no los reportan “quedan expuestos a ser castigados”. 

Entre los “comportamientos sospechosos o de alto riesgo” --según la ordenanza presidencial--, podrían estar el estrés, divorcio, problemas financieros, frustraciones o insatisfacciones de empleados y funcionarios, trabajar “más allá de los horarios normales” o realizar viajes “fuera de lo común”. (LaJornada, México, 11 de julio de 2013). 

Ya no resulta suficiente, entonces, con sólo vigilar, espiar, controlar o vulnerar cada vez más la privacidad de sus propios ciudadanos y de personas de otros países, sino que para salvaguardar la seguridad nacional y prevenir o desbaratar cualquier amenaza terrorista --real o supuesta-- el gobierno estadounidense ha montado y cuenta con un vasto dispositivo de vigilancia, espionaje y control de su administración pública. 

Esto que está ocurriendo en Estados Unidos, indigna: la privacidad ya no existe. Cualquier ciudadano es sospechoso y sujeto del espionaje más sofisticado a partir de la denuncia de un colega o un vecino. Confirma, además, que la realidad supera a la ficción y que lo que George Orwell imaginó en su ahora reactualizada novela 1984, se queda corto. Lo que sigue, también. 

Según el diario El Universal de México, los programas secretos de vigilancia de Estados Unidos están en “manos privadas”. En 2012, el 98 por ciento de los 5 mil 900 millones de dólares “en ingresos de la empresa Booz Allen Hamilton, provinieron de contratistas del gobierno”. Son 500 mil los contratistas que ayudan a vigilar la seguridad nacional. Del 1.4 millones de empleados del gobierno que tienen acceso a información ultra secreta, 9 mil 375 tienen permisos ultra secretos (13 de julio de 2013).  

Es mucho más lo que se sabe del espionaje, vigilancia y control de que echa mano el estado policíaco de Estados Unidos para “garantizar” su seguridad nacional, al costo que sea.

miércoles, 3 de julio de 2013

A media semana

¿El principio del fin del

gobierno de Mursi?


En las calles y plazas de las principales ciudades de Turquía, Brasil y Egipto, han teniendo lugar importantes e históricas jornadas de lucha que, como lo decía en mi columna de la semana pasada, caracterizan al convulsionado mundo de hoy y corresponden al cambio de época de la que se empezó a hablar durante la última década del siglo recién pasado.

Lo que está aconteciendo en aquellos países se da en un escenario y condiciones que corresponden a sus propias características y situación y cuya posible solución es igualmente diferenciada. Si algo tienen en común es que movilizan a amplios sectores de la población resueltos y decididos a manifestar su inconformidad y descontento ante lo que sus gobernantes no están haciendo bien. Por ahora, me ocuparé de lo que está pasando en la República Árabe de Egipto.

En las principales ciudades de Egipto, las movilizaciones de este domingo, las del lunes y las de ayer, reunieron a una cantidad sin precedentes de manifestantes anti gubernamentales. A ello hay que agregar los 22 millones de firmas de egipcios que exigen la dimisión del presidente Mohamed Mursi, el ultimátum de los militares cuyo vencimiento está fijado para hoy miércoles, y la dimisión de seis de los ministros de su gabinete y los portavoces de la presidencia y el gobierno.

El hasta todavía hoy presidente egipcio fue electo democráticamente y ello le permitió a la Hermandad Musulmana tomar el poder. A un año de estar en el gobierno ni el presidente Mursi y las fuerzas que le apoyan, han podido responder a las demandas populares cuyo punto de partida arrancó en 2011 en El Cairo, en la ya histórica Plaza Tharir.

En el curso del año, la oposición al gobierno se ha extendido a todo lo largo y ancho del país. La razón es muy sencilla: a quienes se confió la dirección del país no han sido capaces de responder a lo que la población esperaba que se convirtiera en el real y verdadero comienzo de un cambio en la forma de gobernar, terminar con las prácticas despóticas del depuesto presidente Hosni Mubarak y empezar a resolver las necesidades y carencias de la población.

El presidente Mursi no parece haber logrado atender y resolver esas demandas, llevar adelante la democratización del país, constituirse en un gobierno de unidad nacional e impedir que en las filas castrenses persistieran y se reprodujeran posiciones propias del pasado y que consideran que corresponde a las fuerzas armadas “salvar al país”, trazar “un mapa de ruta para el futuro” y, si fuese necesario, suspender la Constitución, disolver el Parlamento e instalar un consejo interino. Tal es, en sustancia, el contenido y objetivo del ultimátum castrense.

Como en la sombra, el fantasma del ahora en prisión ex presidente Mubarak y quienes están detrás de él y le apoyan en Egipto y desde el exterior, no parecen estar dispuestos a dejar pasar la oportunidad de volver al pasado y, quién sabe si no, intentar retomar el poder. Es aquí en donde está el peligro principal que se cierne sobre Egipto, tanto como lo es un posible golpe de Estado militar.

Si en opinión de Robert Fisk, “la demanda de pan, libertad, justicia y dignidad de la revolución de 2011 ha quedado sin respuesta”, cabe preguntarse si no se está ya ante el momento que marca el principio del fin del gobierno del presidente Mursi.