miércoles, 23 de noviembre de 2011

A media semana

Estrategia mal entendida
y peor aplicada


Los agrupamientos de derecha y de centro derecha --que desde junio de 1954 han gobernado al país (me resisto a denominarlos como partidos, porque en realidad y estrictamente hablando no lo son)--, a lo que se han limitado, sin ninguna excepción, es a gerenciar la gestión pública a conveniencia de las sucesivas facciones de la élite económica y patronal, la política de seguridad nacional de los gobernantes estadounidenses, y en interés de las transnacionales y el gran capital extranjero.

Resulta imposible hablar, en consecuencia, que alguno de ellos haya hecho de la política la forma por excelencia del ejercicio del poder político y gubernamental. Por el contrario, han hecho de la politiquería y el electoralismo --que es lo que los caracteriza-- la forma de asegurar la continuidad gubernamental, el sistema político conservador, el modelo económico dependiente y depredador e impedir el progreso y desarrollo y que las cosas cambien en interés del país, nuestra independencia y soberanía.

Desde la izquierda, en lo teórico y práctico, con la política de acumulación de fuerzas se trata de ampliar, desarrollar y fortalecer a la propia organización o movimiento y su base social de apoyo y constituirse, a partir de ahí, en alternativa real, viable y posible para la toma del poder político y gubernamental, sostenerlo y saberlo defender. En el momento actual y para el caso de nuestro país, ese objetivo estratégico pasa por la vía institucional y en el marco de una democracia formal y dizque representativa.

Me estoy refiriendo, entonces, a todo un proceso cuyo avance, desenvolvimiento, desarrollo y perspectiva dependen del trabajo de organización, formación, capacitación y educación política e ideológica, así como de la plataforma programática o programa con que se cuente, la política de unidad y alianzas trazada y una dirección capaz y competente, idónea y audaz, colectiva e incluyente y que garantice la participación de las bases y dirigentes intermedios en la elección e integración de los órganos dirigentes y en la toma de decisiones, acuerdos y resoluciones.

Los agrupamientos de derecha y centro derecha, no conciben ni practican esta forma de hacer política y como sus objetivos son meramente electoreros, cuando los resultados en una votación les favorece, lo más seguro es que en el ejercicio de la gestión gubernamental se desgasten y, luego de dejar de gobernar, desaparezcan o queden de lo más debilitados y aislados y pasen a ser agrupamientos marginales, sin fuerza y prestigio y, en tales condiciones, a lo que se pueden conformar es a plegarse a quienes oportunistamente más les conviene y consideren “necesario” secundar.

Algo parecido es lo que a partir del año 2000, es decir, después de cuatro años de la firma de la paz, ha estado sucediendo en las distintas expresiones de la izquierda institucional. En ello, varios son los factores que influyen. Entre otros, el anquilosamiento y desgaste de sus órganos de dirección y sus integrantes, su incapacidad e incompetencia para renovarse, la exclusión con que toman las decisiones, el individualismo que los caracteriza y una muy marcada tendencia al protagonismo y acomodamiento y a las disputas personales.

Después de los severos traspiés electoreros de 2003 y 2007 y los resultados de las votaciones del 11 de septiembre, el aislamiento y marginación, división y dispersión de las izquierdas es cada vez mayor y no es extraño escuchar lo que se dice respecto al desánimo y desencanto, desmotivación e indignación y falta de identificación y sentido de pertenencia que existe entre afiliados y militantes, amigos y simpatizantes, así como entre quienes acudieron a las urnas a votar por sus candidatos con la idea de que no hacerlo suponía desperdiciar el voto.

Sus direcciones, al parecer y equivocadamente, concibieron que su participación en tres votaciones sucesivas les permitiría acumular fuerzas, desarrollarse y crecer, fortalecerse y avanzar. La experiencia demostró todo lo contrario. Las cosas no han salido ni como se idearon y lo que pudo haber sido una correcta estrategia para la toma del poder político y gubernamental, a través de la vía institucional, se desvirtuó y, en la práctica, se implementó mal.

A estas alturas, lo que procede es empezar a tratar de corregir los errores cometidos y retomar el trabajo de refundación y reconstrucción y la recuperación del prestigio, la ascendencia y el respeto de la población, de la clase obrera y el movimiento sindical, de los campesinos y los pueblos indígenas, de las mujeres, los jóvenes y estudiantes y de los demás sectores sociales y populares, democráticos y progresistas del país.

En política se incurre en un grave error si se copia al carbón lo que para en otros países haya tenido éxito y, lo peor, es que al concebirlo y poner en práctica no se tiene en cuenta ni se considera la realidad, situación y condiciones de cada país.

jueves, 17 de noviembre de 2011

A media semana

Las demandas de la población,
y el reparto del voto


A propósito de lo que ya referí sobre el estado de ánimo de la población, se me ha dicho que los sectores que viven en la pobreza y en la extrema pobreza, la padecen en carne propia, mas no por ello significa que tengan plena conciencia de su situación. A lo más que llegan, me dicen, es a lamentarlo y están muy lejos de asumir que es con su propio esfuerzo y decisión que su situación puede cambiar y ser forjadores de un futuro mejor, la justicia social, la equidad, el decoro y dignidad.

Esto, en parte, es así. Sin embargo, corresponde a una visión que coincide con la de quienes opinan que el atraso y marginación los orilla al conformismo, la dejadez e indolencia y que ese estado de ánimo se traduce en que todo lo hacen depender de lo que otros hagan --en nombre de ellos y no con ellos--, y que sea por eso que las cosas, algún día, van a cambiar.

En mi opinión, una visión así no corresponde a la realidad; es sólo parte de un problema mayor que se ignora y no tiene en cuenta que su situación es causa y efecto del régimen de opresión, atraso y explotación.

Ese salvaje y deshumanizado régimen genera un estado de ánimo de indignación latente y potencial que, en determinados momentos y bajo ciertas circunstancias y condiciones, se pone de manifiesto y se expresa. Es lo que puede darse cuando se acude a las urnas a votar, no a elegir.
Los resultados de las votaciones del 6 de noviembre permiten interpretar y explicar --lo más aproximadamente que es posible-- el comportamiento e intención de quien acudió a votar, de quien se abstuvo (por las circunstancias que hayan sido), de quien anuló el voto y de quien lo dejó en blanco. Éste es un indicador a considerar con relación a cuáles son o pueden ser, además, las expectativas, demandas, necesidades y exigencias de la población.

Para el votante urbano --especialmente el de la capital y el de algunas de las cabeceras departamentales--, la seguridad y el empleo es lo prioritario, lo principal.

Para el votante del área rural y el de la periferia capitalina y de las cabeceras departamentales, lo principal y prioritario lo define las infrahumanas condiciones de subsistencia a las que se le ha orillado y la tan precaria calidad de vida en que está.

En ese contexto, sus demandas giran alrededor de la lucha por la tierra, contra la represión gubernamental y patronal, los desalojos violentos y asesinatos de campesinos e indígenas, la explotación minera y el saqueo de los recursos y riquezas del país por las transnacionales, la defensa del medio ambiente y las áreas protegidas, el respeto a la naturaleza y su conservación y por el reconocimiento gubernamental del carácter vinculante de las consultas comunitarias.

Por su parte, para los pobladores en áreas de alto riesgo en el interior del país y de los asentamientos de la periferia capitalina y de las cabeceras departamentales, su principal demanda es por un techo seguro y digno.

Ignorar el millón, 980 mil, 289 votos que se emitieron con esa o parecida intención, los 211 mil, 693 sufragantes que anularon su voto y los 124 mil, 908 que lo dejaron en blanco, más la abstención que ascendió a 2 millones, 876 mil 270, supone subestimar su importancia y no interpretar y explicar objetivamente lo que en realidad hay detrás de esos resultados y lo que significan.

Algo más hay que agregar al respecto. El comportamiento del votante urbano y del votante rural durante la segunda vuelta, constituye una manifestación de la decisión y voluntad de la población de que algo hay que cambiar aunque los niveles de conciencia, decisión y disposición de lucha sean de lo más desigual y dispares, y el candidato por el que se haya votado en nada represente y defienda esos intereses, demandas y exigencias.

Ese estado de ánimo estaría más nítidamente definido y podría valorarse en su verdadero significado si se estuviera en una democracia real, funcional y participativa.

Como lo he dicho en oportunidades anteriores, el cada vez más agotado e inoperante, caduco y ya nada confiable sistema de votaciones y de partidos lo que permite y reproduce es el caos institucional y la ingobernabilidad, la hegemonía del poder oligárquico y patronal, el modelo neoliberal y dependiente, el libre mercado, la avaricia y acaparamiento perverso de ganancias y utilidades, así como la desmedida explotación de la mano de obra y de los recursos y riquezas del país.

Pese a esa limitación institucional, el comportamiento y demandas de la población salen a flote y merece dársele la importancia que tiene, repito, aún en un sistema de votaciones y de partidos caduco y agotado. La decisión del votante de las periferias urbanas y del área rural --en tales condiciones y circunstancias--, es una manifestación más de ese latente y potencial estado de ánimo aunque por ahora haya que verlo y sólo sea una parte de su indignación y descontento, disposición y decisión de lucha.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

A media semana

Lo rural y lo urbano
en el mapa de votaciones


En mi opinión, la real y verdadera intención y decisión de los votantes debería cuantificarse y evaluarse de acuerdo a los números que arrojan los votos válidos, los votos emitidos y la abstención. Dicho en otras palabras, en los resultados finales no sólo se debe incluir los votos nulos y los votos en blanco sino, además, la abstención.

La Ley Electoral y de Partidos Políticos incluye los votos nulos y los votos en blanco dentro de los votos emitidos, lo cual es correcto; es correcto, además, que se consideren como votos válidos la suma que incluye el total de votos obtenido por los candidatos en contienda, más el total de votos nulos y los votos en blanco.

Lo que no procede es que los porcentajes que correspondan a cada candidato se saquen sólo sobre la base de los votos emitidos. Es de esa manera como se desvirtúan los reales y verdaderos resultados, como también se desvirtúan los reales y verdaderos resultados al no cuantificar lo que corresponda a cada candidato con relación a los votos válidos y la abstención.

Los votos nulos y los votos en blanco son el recurso del votante para expresar su inconformidad y desacuerdo con los candidatos en contienda y los partidos que los postulan, sus propuestas y ofrecimientos. La abstención, a su vez, es resultado y consecuencia de quienes así lo deciden o de quienes no pueden hacerlo o porque las condiciones y circunstancias no se los permite.

Anteriormente hice referencia a los resultados del 11 de septiembre y tabulé los porcentajes que corresponden a cada uno de los candidatos que pasaron a la segunda vuelta; se dan, además, los porcentajes que a cada uno corresponde con relación a los votos emitidos, los votos válidos y la abstención. Es así, en mi opinión, como procede interpretar y explicar la real y verdadera intención de los votantes y los reales y verdaderos resultados (Diario La Hora, 2 de noviembre de 2011).

A partir de lo ya expuesto, intentaré aproximarme a una interpretación de los resultados con relación a los votos emitidos, los votos nulos, la abstención y al padrón electoral. Más adelante me ocuparé de la real y verdadera intención de los votantes y la ya configurada correlación de fuerzas, sus contradicciones e intereses. situación de cada uno de los agrupamientos electoreros, la gobernabilidad y las condiciones del país y su entorno internacional.

La segunda vuelta configura un mapa de votaciones diferente al de la primera e introduce cambios significativos e importantes en los resultados finales.

El pasado domingo, el Partido Patriota (PP) obtuvo 2 millones, 300 mil 874 votos; el Partido Libertad Democrática Renovada (LIder), 1 millón 980 mil 819. El total de votos válidos fue de 4 millones, 211 mil, 693; los votos nulos, 124 mil, 908; los votos en blanco, 57 mil 970; los votos emitidos, 4 millones 464 mil, 571. La abstención, fue de 2 millones, 876 mil, 270 votantes en un padrón electoral de 7 millones, 340 mil, 840 votantes.

Según los resultados del domingo, los votos emitidos disminuyeron en un 11.8 por ciento. Los votos nulos y los votos en blanco, equivalen al 4.09 por ciento lo que significa una sensible disminución con relación al 11 de septiembre. La abstención, por el contrario, aumentó 12.7 por ciento. Los votos a favor de LIDER se incrementaron en un 23.54 por ciento y los del PP en 17.69. El 11 de septiembre, el porcentaje que separa al PP de LIDER fue de 13.52 por ciento; el domingo, 7.58.

En la primera vuelta, el PP obtuvo más votos en 18 de los 22 departamentos de la República; LIDER, en los cuatro restantes. En la segunda, LIDER obtuvo más votos en 12 (Huehuetenango, San Marcos, Quiché, Totonicapán, Sololá, Petén, Alta Verapaz, Suchitepéquez, Retalhuleu, Escuintla, Izabal y Santa Rosa). El PP, en 10; es decir, perdió ocho.

Se modifica así, en breve tiempo, el mapa configurado el 11 de septiembre y aunque deja a los patriotas en una situación un tanto incómoda y poco confortable, no quiere decir que favorezca al partido LIDER y a su “gran cruzada nacional”.

Su significado e importancia es que pone de manifiesto, al menos, dos cuestiones. Por un lado, que quien ganó las votaciones es el candidato que representa los intereses y demandas de los votantes de las áreas urbanas; y, por el otro, que quien no lo alcanzó, cuenta con el voto de buena parte de las áreas rurales, aunque no represente y defienda sus intereses y demandas y, menos, que apoye sus luchas.

En todo caso y como quiera que sea, no hay que perder de vista que unos son los compromisos de los candidatos con las distintas facciones del poder económico y patronal, sus financistas y los poderes paralelos y algo muy distinto las prioridades, demandas y expectativas del electorado urbano y el de las áreas rurales y que tampoco es lo mismo cómo los candidatos las perciben, asumen e interpretan y cómo se comprometen y se proponen cumplirlas.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

A media semana

La segunda vuelta, el voto nulo
y los votos en blanco

Los resultados de las votaciones del 11 de septiembre, en cierta forma, expresan el estado de ánimo y conciencia de la población en relación con la institucionalidad, la gobernabilidad y la sucesión presidencial así como también sobre su situación y la realidad del país en lo económico, político y social.

Para el 11 de septiembre, el padrón electoral ascendió a 7 millones 340 mil 821 ciudadanos. Los votos emitidos para Presidente y Vice presidente ascendieron a 5 millones 22 mil 64. De éstos, 212 mil 814 fueron votos nulos y 382 mil 312, en blanco. La abstención fue de 2 millones 318 mil 757 (32.6 por ciento del padrón) y los 596 mil 193 votos nulos y en blanco, equivalen al 8.11 por ciento del padrón electoral y al 11.86 de los votos emitidos.

De los candidatos “más votados”, el del Partido Patriota (PP), obtuvo 1 millón 597 mil 937 lo que, en relación a los emitidos, equivale al 31.8 por ciento y al 21.75 del padrón. El del partido LIDER, 1 millón 4 mil 215, equivalente al 20.78 por ciento de los votos emitidos y al 13.67 del padrón electoral. Si a los votos nulos y a los votos en blanco se les suma la abstención, equivalen al 44.4 por ciento del padrón.

Además, los presidenciables y vice presidenciales que están en la segunda vuelta, lo hacen con “el apoyo” del 35.1 por ciento del padrón electoral, es decir, 9.3 por ciento por debajo del porcentaje de los que se abstuvieron, votaron en blanco o anulamos el voto.

El significado de estos datos es muy importante. La primera vuelta confirma que el PP apenas si cuenta con “el respaldo” del 21.7 por ciento del padrón y el partido LIDER con sólo el 13.6. Esta es la real y verdadera decisión de la ciudadanía, y no las sesgadas intenciones de voto que arrojan las manipuladoras encuestas.

Si el domingo seis la tendencia del voto nulo, de los votos en blanco y de la abstención se mantiene o tiende a aumentar --que es lo más probable--, “el apoyo” a los presidenciables y vice presidenciables será de lo más precario y les resta legitimidad y representatividad.
Quienes decidan escoger entre el menos malo o el menos peor, son los responsables de que las cosas sigan de mal en peor y, a partir del 14 de enero, empezarán a sufrir el síndrome del arrepentimiento y la frustración, el desencanto y la inconformidad.

La abstención no es responsabilidad de quienes no pueden acudir a las urnas o deciden no hacerlo. Corresponde a las autoridades electorales, al sistema de votaciones y a la ley que lo regula, así como a la ingobernabilidad que se da a nivel local y el temor a incidentes violentos. Además, no están integradas 91 Juntas Receptoras de Votos y el TSE ha resuelto suprimir varios centros de votación en el área rural.

Como ya lo he dicho antes, el proceso comicial que culmina el próximo domingo, puede que sea el último de la “apertura democrática”. De los votos nulos, de los votos en blanco y de la abstención, depende que quien resulte “electo” sea un gobernante con uno de los más bajos índices de aceptación y aprobación.

Afirmar que hay que “cerrarle el paso” al retorno de los militares al gobierno o que hay que “evitar” que sea electo quien representa la continuidad y prolongación de la corrupción e incapacidad de los gobiernos civiles a partir del de 1986, no es lo que procede. Una y otra posición no tienen en cuenta de que ambas candidaturas representan los mismos intereses, están al servicio y son utilizadas, de una u otra forma, por las distintas facciones del poder económico oligárquico, patronal y empresarial. Resulte quien resulte “electo”, nada bueno traerá para el país.

En tales condiciones, votar nulo o votar en blanco o abstenerse es el camino a seguir a fin de institucionalmente cuestionar el agotado, corrupto y ya nada confiable sistema “electoral y de partidos” así como de oponerse a la prolongación del caos institucional, la ingobernabilidad y el continuismo de la hegemonía del poder oligárquico y patronal, el modelo neoliberal, la avaricia y codicia, el acaparamiento perverso de ganancias y utilidades, el tráfico de influencias y el clientelismo político, además de la sobre explotación de la mano de obra y de nuestros recursos naturales y no renovables por las compañías extranjeras.

La situación del país y el entorno internacional de indignación global, crean las condiciones para que el estado de ánimo de la población se exprese y la lucha por las transformaciones estructurales que el país necesita, la institucionalización de la otra Guatemala posible y la refundación del Estado y la nación, se amplíe y avance. El voto nulo y el voto en blanco, cuentan. Es el derecho que le asiste a quien así decide expresar su rechazo a los candidatos y sus partidos. Votar nulo o votar en blanco, libera de todo compromiso político e institucional con el así “electo”. Lo mismo sucede con quienes decidan no acercarse a las urnas.