La segunda vuelta, el voto nulo
y los votos en blanco
Los resultados de las votaciones del 11 de septiembre, en cierta forma, expresan el estado de ánimo y conciencia de la población en relación con la institucionalidad, la gobernabilidad y la sucesión presidencial así como también sobre su situación y la realidad del país en lo económico, político y social.
Para el 11 de septiembre, el padrón electoral ascendió a 7 millones 340 mil 821 ciudadanos. Los votos emitidos para Presidente y Vice presidente ascendieron a 5 millones 22 mil 64. De éstos, 212 mil 814 fueron votos nulos y 382 mil 312, en blanco. La abstención fue de 2 millones 318 mil 757 (32.6 por ciento del padrón) y los 596 mil 193 votos nulos y en blanco, equivalen al 8.11 por ciento del padrón electoral y al 11.86 de los votos emitidos.
De los candidatos “más votados”, el del Partido Patriota (PP), obtuvo 1 millón 597 mil 937 lo que, en relación a los emitidos, equivale al 31.8 por ciento y al 21.75 del padrón. El del partido LIDER, 1 millón 4 mil 215, equivalente al 20.78 por ciento de los votos emitidos y al 13.67 del padrón electoral. Si a los votos nulos y a los votos en blanco se les suma la abstención, equivalen al 44.4 por ciento del padrón.
Además, los presidenciables y vice presidenciales que están en la segunda vuelta, lo hacen con “el apoyo” del 35.1 por ciento del padrón electoral, es decir, 9.3 por ciento por debajo del porcentaje de los que se abstuvieron, votaron en blanco o anulamos el voto.
El significado de estos datos es muy importante. La primera vuelta confirma que el PP apenas si cuenta con “el respaldo” del 21.7 por ciento del padrón y el partido LIDER con sólo el 13.6. Esta es la real y verdadera decisión de la ciudadanía, y no las sesgadas intenciones de voto que arrojan las manipuladoras encuestas.
Si el domingo seis la tendencia del voto nulo, de los votos en blanco y de la abstención se mantiene o tiende a aumentar --que es lo más probable--, “el apoyo” a los presidenciables y vice presidenciables será de lo más precario y les resta legitimidad y representatividad.
Quienes decidan escoger entre el menos malo o el menos peor, son los responsables de que las cosas sigan de mal en peor y, a partir del 14 de enero, empezarán a sufrir el síndrome del arrepentimiento y la frustración, el desencanto y la inconformidad.
La abstención no es responsabilidad de quienes no pueden acudir a las urnas o deciden no hacerlo. Corresponde a las autoridades electorales, al sistema de votaciones y a la ley que lo regula, así como a la ingobernabilidad que se da a nivel local y el temor a incidentes violentos. Además, no están integradas 91 Juntas Receptoras de Votos y el TSE ha resuelto suprimir varios centros de votación en el área rural.
Como ya lo he dicho antes, el proceso comicial que culmina el próximo domingo, puede que sea el último de la “apertura democrática”. De los votos nulos, de los votos en blanco y de la abstención, depende que quien resulte “electo” sea un gobernante con uno de los más bajos índices de aceptación y aprobación.
Afirmar que hay que “cerrarle el paso” al retorno de los militares al gobierno o que hay que “evitar” que sea electo quien representa la continuidad y prolongación de la corrupción e incapacidad de los gobiernos civiles a partir del de 1986, no es lo que procede. Una y otra posición no tienen en cuenta de que ambas candidaturas representan los mismos intereses, están al servicio y son utilizadas, de una u otra forma, por las distintas facciones del poder económico oligárquico, patronal y empresarial. Resulte quien resulte “electo”, nada bueno traerá para el país.
En tales condiciones, votar nulo o votar en blanco o abstenerse es el camino a seguir a fin de institucionalmente cuestionar el agotado, corrupto y ya nada confiable sistema “electoral y de partidos” así como de oponerse a la prolongación del caos institucional, la ingobernabilidad y el continuismo de la hegemonía del poder oligárquico y patronal, el modelo neoliberal, la avaricia y codicia, el acaparamiento perverso de ganancias y utilidades, el tráfico de influencias y el clientelismo político, además de la sobre explotación de la mano de obra y de nuestros recursos naturales y no renovables por las compañías extranjeras.
La situación del país y el entorno internacional de indignación global, crean las condiciones para que el estado de ánimo de la población se exprese y la lucha por las transformaciones estructurales que el país necesita, la institucionalización de la otra Guatemala posible y la refundación del Estado y la nación, se amplíe y avance. El voto nulo y el voto en blanco, cuentan. Es el derecho que le asiste a quien así decide expresar su rechazo a los candidatos y sus partidos. Votar nulo o votar en blanco, libera de todo compromiso político e institucional con el así “electo”. Lo mismo sucede con quienes decidan no acercarse a las urnas.
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