jueves, 17 de noviembre de 2011

A media semana

Las demandas de la población,
y el reparto del voto


A propósito de lo que ya referí sobre el estado de ánimo de la población, se me ha dicho que los sectores que viven en la pobreza y en la extrema pobreza, la padecen en carne propia, mas no por ello significa que tengan plena conciencia de su situación. A lo más que llegan, me dicen, es a lamentarlo y están muy lejos de asumir que es con su propio esfuerzo y decisión que su situación puede cambiar y ser forjadores de un futuro mejor, la justicia social, la equidad, el decoro y dignidad.

Esto, en parte, es así. Sin embargo, corresponde a una visión que coincide con la de quienes opinan que el atraso y marginación los orilla al conformismo, la dejadez e indolencia y que ese estado de ánimo se traduce en que todo lo hacen depender de lo que otros hagan --en nombre de ellos y no con ellos--, y que sea por eso que las cosas, algún día, van a cambiar.

En mi opinión, una visión así no corresponde a la realidad; es sólo parte de un problema mayor que se ignora y no tiene en cuenta que su situación es causa y efecto del régimen de opresión, atraso y explotación.

Ese salvaje y deshumanizado régimen genera un estado de ánimo de indignación latente y potencial que, en determinados momentos y bajo ciertas circunstancias y condiciones, se pone de manifiesto y se expresa. Es lo que puede darse cuando se acude a las urnas a votar, no a elegir.
Los resultados de las votaciones del 6 de noviembre permiten interpretar y explicar --lo más aproximadamente que es posible-- el comportamiento e intención de quien acudió a votar, de quien se abstuvo (por las circunstancias que hayan sido), de quien anuló el voto y de quien lo dejó en blanco. Éste es un indicador a considerar con relación a cuáles son o pueden ser, además, las expectativas, demandas, necesidades y exigencias de la población.

Para el votante urbano --especialmente el de la capital y el de algunas de las cabeceras departamentales--, la seguridad y el empleo es lo prioritario, lo principal.

Para el votante del área rural y el de la periferia capitalina y de las cabeceras departamentales, lo principal y prioritario lo define las infrahumanas condiciones de subsistencia a las que se le ha orillado y la tan precaria calidad de vida en que está.

En ese contexto, sus demandas giran alrededor de la lucha por la tierra, contra la represión gubernamental y patronal, los desalojos violentos y asesinatos de campesinos e indígenas, la explotación minera y el saqueo de los recursos y riquezas del país por las transnacionales, la defensa del medio ambiente y las áreas protegidas, el respeto a la naturaleza y su conservación y por el reconocimiento gubernamental del carácter vinculante de las consultas comunitarias.

Por su parte, para los pobladores en áreas de alto riesgo en el interior del país y de los asentamientos de la periferia capitalina y de las cabeceras departamentales, su principal demanda es por un techo seguro y digno.

Ignorar el millón, 980 mil, 289 votos que se emitieron con esa o parecida intención, los 211 mil, 693 sufragantes que anularon su voto y los 124 mil, 908 que lo dejaron en blanco, más la abstención que ascendió a 2 millones, 876 mil 270, supone subestimar su importancia y no interpretar y explicar objetivamente lo que en realidad hay detrás de esos resultados y lo que significan.

Algo más hay que agregar al respecto. El comportamiento del votante urbano y del votante rural durante la segunda vuelta, constituye una manifestación de la decisión y voluntad de la población de que algo hay que cambiar aunque los niveles de conciencia, decisión y disposición de lucha sean de lo más desigual y dispares, y el candidato por el que se haya votado en nada represente y defienda esos intereses, demandas y exigencias.

Ese estado de ánimo estaría más nítidamente definido y podría valorarse en su verdadero significado si se estuviera en una democracia real, funcional y participativa.

Como lo he dicho en oportunidades anteriores, el cada vez más agotado e inoperante, caduco y ya nada confiable sistema de votaciones y de partidos lo que permite y reproduce es el caos institucional y la ingobernabilidad, la hegemonía del poder oligárquico y patronal, el modelo neoliberal y dependiente, el libre mercado, la avaricia y acaparamiento perverso de ganancias y utilidades, así como la desmedida explotación de la mano de obra y de los recursos y riquezas del país.

Pese a esa limitación institucional, el comportamiento y demandas de la población salen a flote y merece dársele la importancia que tiene, repito, aún en un sistema de votaciones y de partidos caduco y agotado. La decisión del votante de las periferias urbanas y del área rural --en tales condiciones y circunstancias--, es una manifestación más de ese latente y potencial estado de ánimo aunque por ahora haya que verlo y sólo sea una parte de su indignación y descontento, disposición y decisión de lucha.

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