Estrategia mal entendida
y peor aplicada
Los agrupamientos de derecha y de centro derecha --que desde junio de 1954 han gobernado al país (me resisto a denominarlos como partidos, porque en realidad y estrictamente hablando no lo son)--, a lo que se han limitado, sin ninguna excepción, es a gerenciar la gestión pública a conveniencia de las sucesivas facciones de la élite económica y patronal, la política de seguridad nacional de los gobernantes estadounidenses, y en interés de las transnacionales y el gran capital extranjero.
Resulta imposible hablar, en consecuencia, que alguno de ellos haya hecho de la política la forma por excelencia del ejercicio del poder político y gubernamental. Por el contrario, han hecho de la politiquería y el electoralismo --que es lo que los caracteriza-- la forma de asegurar la continuidad gubernamental, el sistema político conservador, el modelo económico dependiente y depredador e impedir el progreso y desarrollo y que las cosas cambien en interés del país, nuestra independencia y soberanía.
Desde la izquierda, en lo teórico y práctico, con la política de acumulación de fuerzas se trata de ampliar, desarrollar y fortalecer a la propia organización o movimiento y su base social de apoyo y constituirse, a partir de ahí, en alternativa real, viable y posible para la toma del poder político y gubernamental, sostenerlo y saberlo defender. En el momento actual y para el caso de nuestro país, ese objetivo estratégico pasa por la vía institucional y en el marco de una democracia formal y dizque representativa.
Me estoy refiriendo, entonces, a todo un proceso cuyo avance, desenvolvimiento, desarrollo y perspectiva dependen del trabajo de organización, formación, capacitación y educación política e ideológica, así como de la plataforma programática o programa con que se cuente, la política de unidad y alianzas trazada y una dirección capaz y competente, idónea y audaz, colectiva e incluyente y que garantice la participación de las bases y dirigentes intermedios en la elección e integración de los órganos dirigentes y en la toma de decisiones, acuerdos y resoluciones.
Los agrupamientos de derecha y centro derecha, no conciben ni practican esta forma de hacer política y como sus objetivos son meramente electoreros, cuando los resultados en una votación les favorece, lo más seguro es que en el ejercicio de la gestión gubernamental se desgasten y, luego de dejar de gobernar, desaparezcan o queden de lo más debilitados y aislados y pasen a ser agrupamientos marginales, sin fuerza y prestigio y, en tales condiciones, a lo que se pueden conformar es a plegarse a quienes oportunistamente más les conviene y consideren “necesario” secundar.
Algo parecido es lo que a partir del año 2000, es decir, después de cuatro años de la firma de la paz, ha estado sucediendo en las distintas expresiones de la izquierda institucional. En ello, varios son los factores que influyen. Entre otros, el anquilosamiento y desgaste de sus órganos de dirección y sus integrantes, su incapacidad e incompetencia para renovarse, la exclusión con que toman las decisiones, el individualismo que los caracteriza y una muy marcada tendencia al protagonismo y acomodamiento y a las disputas personales.
Después de los severos traspiés electoreros de 2003 y 2007 y los resultados de las votaciones del 11 de septiembre, el aislamiento y marginación, división y dispersión de las izquierdas es cada vez mayor y no es extraño escuchar lo que se dice respecto al desánimo y desencanto, desmotivación e indignación y falta de identificación y sentido de pertenencia que existe entre afiliados y militantes, amigos y simpatizantes, así como entre quienes acudieron a las urnas a votar por sus candidatos con la idea de que no hacerlo suponía desperdiciar el voto.
Sus direcciones, al parecer y equivocadamente, concibieron que su participación en tres votaciones sucesivas les permitiría acumular fuerzas, desarrollarse y crecer, fortalecerse y avanzar. La experiencia demostró todo lo contrario. Las cosas no han salido ni como se idearon y lo que pudo haber sido una correcta estrategia para la toma del poder político y gubernamental, a través de la vía institucional, se desvirtuó y, en la práctica, se implementó mal.
A estas alturas, lo que procede es empezar a tratar de corregir los errores cometidos y retomar el trabajo de refundación y reconstrucción y la recuperación del prestigio, la ascendencia y el respeto de la población, de la clase obrera y el movimiento sindical, de los campesinos y los pueblos indígenas, de las mujeres, los jóvenes y estudiantes y de los demás sectores sociales y populares, democráticos y progresistas del país.
En política se incurre en un grave error si se copia al carbón lo que para en otros países haya tenido éxito y, lo peor, es que al concebirlo y poner en práctica no se tiene en cuenta ni se considera la realidad, situación y condiciones de cada país.
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