jueves, 25 de noviembre de 2010

A media semana

Nuestro país y su institucionalidad
en los 56 años recientes

La generación actual y buena parte de la que le antecede, quizá no alcance a comprender lo que significan los 56 años de nuestra historia más reciente. La publicidad, la propaganda, lo que se publica en los medios y buena parte de los libros que al respecto se han editado puede que deje en esos jóvenes una visión sesgada y parcial del pasado y les motive reacciones que pueden ir de estados de ánimo pesimistas y derrotistas a sentimientos de frustración e impotencia.

Lo peor es que se les miente y engaña, se les desinforma y aliena, se afecta y limita su conocimiento, se pretende anular su capacidad de pensar y a no estar en condiciones de tener una idea real de los problemas que se tienen ni de los que se han tenido en el pasado y no han sido resueltos.

En estos 56 años la situación del país se caracteriza por la acumulada y prolongada, continuada y cada vez más agravada inestabilidad institucional, política y gubernamental; y, además, por el igualmente acumulado y acrecentado atraso y prolongado estancamiento económico y social y la cada vez mayor dependencia del gran capital y las multinacionales, la globalización y el neoliberalismo.

Entre 1954 y 2010 la situación internacional tiende a agravarse. Se exacerba la tensión y tirantez. Las amenazas a la paz y la seguridad entre los pueblos están a la orden del día. La carrera armamentista se acreciente. La Guerra Fría se prolonga y continúa, por otros medios y por otras formas, luego de la desaparición del sistema socialista mundial y la disolución y desaparición de la URSS.

A partir de aquél momento, el mundo deja de ser un mundo bipolar para pasar a ser un mundo unipolar en que predomina la política aventurera y guerrerista de los gobernantes estadounidenses --republicanos y demócratas--, apoyados por sus incondicionales aliados y socios europeos.

En lo institucional, durante este período que se inicia en junio de 1954, en nuestro país han sido derogadas tres Constituciones y promulgado tres.

La Constitución de 1945 fue derogada como consecuencia de la intervención estadounidense de junio de 1954 y se le sustituyó por la emitida en 1956 durante el gobierno castilloarmista.

La de 1956, a su vez, se derogó a raíz del golpe militar de marzo de 1963 y fue sustituida por la aprobada durante el régimen de facto del coronel Peralta Azurdia en septiembre de 1965 y que entró en vigor en mayo de 1986. La Constitución de 1965 se derogó inmediatamente después del golpe militar de marzo de 1982. La actualmente vigente la emitió la Asamblea Nacional Constituyente en mayo de 1985 y entró en vigor nueve meses después, en enero de 1986.

Tanto por la forma y situación y condiciones en que han sido promulgadas como por quienes las han aprobado y puesto en vigor, su origen y situación y condiciones en que han sido discutidas y emitidas, estas Constituciones no se pueden considerar como lo que los constitucionalistas denominan el “gran pacto social”.

Y no es así dado que un gobernante impuesto desde Washington deroga la de 1945 y, de igual manera, proceden dos gobernantes militares golpistas con la de 1956 y la de 1965, respectivamente. Pero, además, se abrogan la potestad de que sean discutidas, aprobadas, emitidas y promulgadas en situaciones y condiciones de facto.

Que yo sepa, en ningún caso, bajo un gobierno de facto, están dadas las condiciones ni garantizado y salvaguardado el derecho ciudadano a elegir libremente al constituyente indicado ni a los mandatarios que vayan a suceder a gobernantes golpistas. El poder de facto se atribuye la facultad de hacerlo y delega atribuciones carentes de validez y legitimidad.

Durante estos 56 años, además, nuestro país fue objeto de una intervención armada decidida por el departamento de Estado, la participación de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, y un puñado de mercenarios más unos cuantos militares traidores.

Han ocurrido, también, tres golpes militares y la gestión gubernamental ha estado a cargo --no en orden de sucesión sino por la forma como han llegado a ejercerlo o a usurpar-- de seis juntas militares, dos gobernantes designados y uno nombrado por el Congreso.

Ha habido, además, un gobernante por plebiscito a viva voz; un mandatario interino; un jefe de Estado de facto; cinco presidentes “electos” en votaciones de dudosa legitimidad --tres de ellos, fraudulentamente impuestos--; y, los seis más recientes, corresponden a la llamada apertura democrática dizque iniciada en 1985.

A lo que queda por abordar sobre esta cuestión y las votaciones en nuestro país, dedicaré varias columnas más.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

A media semana

Entre un año, tal vez ya se sepa


Empezar a hablar de posibles resultados de unas votaciones a realizarse a un año plazo --si es que no sucede algo antes-- o a quien habrá de gobernar por cuatro años más, es prematuro; además, no deja de ser una pérdida de tiempo y, peor aún, si se hace con base en encuestas encargadas por a quienes más interesa anticiparse o, bien, por lo que informa y comenta la prensa escrita y los noticieros de radio y televisión.

Puntualizo y preciso, empezar a hablar de los posibles resultados y de quien resultará el más votado, es hacerle el juego a la mañosa y anticipada compaña iniciada por los partidos que ya están en eso y a quienes no esconden su interés por figurar como candidatos a un algún cargo o terminar apoyando a quien más les convenga.

Analizar lo de las votaciones del año entrante, es otra cosa y no es lo que se está haciendo. Para hacerlo, en mi opinión, son otros los elementos a considerar e indicadores y referentes y que, a continuación, solamente enumero para, más adelante y en artículos sucesivos, abordarlos y desarrollar. Téngase en cuenta que me estoy refiriendo a lo que a partir de 1954 han sido simple y meramente unas votaciones y no unas reales y verdaderas elecciones. Los siguientes, son los elementos e indicadores y referentes a considerar, analizar y sistematizar:

Uno, lo acontecido en ocasiones anteriores y sus resultados; dos, la tendencia general de los acontecimientos, antecedentes, posible desarrollo, desenvolvimiento y perspectiva; tres, la situación nacional y lo que sucede en el área y en los demás países de América Latina y el Caribe así como en Estados Unidos a causa y como consecuencia de la injerencia e intromisión del departamento de Estado en los asuntos internos del país, a través de su embajada acreditada aquí.

Mucha importancia tiene, además, el estado y situación del sistema electoral y de partidos y la correlación de fuerzas; los intereses de clase a los que sirve, representa y defiende cada fuerza y ellas en su conjunto y los que están detrás de los comicios; rasgos del comportamiento de la ciudadanía; y --sin que esto sea menos importante--, las disputas de la élite económica y social con su sector empresarial organizado, las de la élite económica y social y el empresariado organizado con el poder gubernamental y, además, las que se dan al interior del gobierno y de éste con la llamada oposición.

Como ya queda dicho, a ello me referiré en sucesivos artículos a ser publicados. No me interesa ni soy de la opinión de ocuparme de hacer vaticinios o pronósticos. Ello distrae la atención de lo principal.

De lo que se trata es de ir al fondo de las cuestiones que sí tienen importancia a la hora de abordar lo de las votaciones que se vienen dando cada cuatro años en el país y que para lo único que han servido y son utilizadas es para asegurar la sucesión de lo que parecieran ser fuerzas, movimientos o partidos diferentes.

A manera de introducción a lo que voy a abordar después, me parece oportuno traer a cuenta lo dicho por el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), José Narro Robles, respecto a la crisis actual en lo ético, la falta de valores, el pragmatismo y egoísmo, la competencia destructiva y el individualismo extremo, la acumulación de dinero y de bienes materiales “como símbolo del éxito”.

El pasado 23 de septiembre, la más alta autoridad académica de México expresaba que “la crisis económica actual es una crisis ética, una crisis de valores. El pragmatismo y el egoísmo, subrayó, parecen ganar terreno cuando más necesaria resulta la solidaridad”.

La solidaridad, agregó, “junto con la generosidad o el servicio, ha perdido terreno ante la competencia destructiva y el individualismo extremo, además de que la acumulación de dinero y de bienes materiales se ha convertido en símbolo del éxito.

“Frente a esto, demandó, es necesario afianzar el papel de la educación, universalmente reconocida como herramienta para la formación de valores”. El rector de la universidad mexicana es de la opinión, además, de que “el conocimiento no debe ser neutro, al contrario, debe tener un claro compromiso social.

“Históricamente, precisó, ha sido clave en el desarrollo de la humanidad, siempre ha sido importante, pero en la actualidad es indispensable. Lo es para la economía de las naciones y más para el desarrollo de la sociedad; también para impedir que la naturaleza de lo humano se vea desplazada por las preferencias materiales”. (LaJornada, México 24 de septiembre de 2010).

Hasta aquí y por ahora, es lo que el espacio de que dispongo me permite referir y que considero necesario de tener en cuenta al momento de abordar algunas de las cuestiones cuya importancia radica en que contribuyen a cambiar lo que es necesario cambiar en nuestro país.

A media semana

Las contradicciones,
en las alturas


La experiencia enseña que en una sociedad como la guatemalteca las contradicciones que se dan, en unos casos, son de carácter antagónico y, en otros, no antagónico. Las antagónicas se dan entre la clase oligárquica y las clases explotadas, oprimidas y sojuzgadas; su agudización puede ser a causa o por efecto de las crisis. Las no antagónicas, son de carácter secundario, no fundamentales.

Las crisis, por su parte, pueden ser recurrentes o cíclicas y continuadas o prolongadas. Las recurrentes y cíclicas son aquellas que se repiten con mayor o menor gravedad. Las continuadas y prolongadas tienden a profundizarse y agravar y con el tiempo desembocan en crisis por agotamiento y caducidad.

La crisis por la que atraviesa el país se caracteriza por su continuidad y prolongación. Se desencadena a partir de la intervención norteamericana de 1954 y se prolonga hasta hoy. Es consecuencia y causa, a la vez, de la sucesión de gobiernos de derecha, conservadores, militares impuestos fraudulentamente, dictatoriales, terroristas, genocidas y contrainsurgentes.

Se trata de una crisis por agotamiento y caducidad, por agotamiento y caducidad del modelo económico y social y el sistema político y de partidos.

En mi columna anterior, planteaba que la recesión más grave del último tiempo y que afecta a Estados Unidos desde el otoño de 2008, ha devenido en una crisis global cuyas consecuencias las padece el pueblo estadounidense; afecta a unos países más que a otros. Eso sí, a quienes beneficia y favorece es a los dueños del gran capital. Se expresa, además, en contradicciones no resueltas en lo económico y social y, en lo político, en confrontaciones electorales que arrojan resultados como los del martes de la semana pasada.

El rasgo que caracteriza más el momento actual en Estados Unidos y en lo internacional, es la contraofensiva de la derecha republicana en su propio país y contra los gobiernos, países y pueblos que su ala más radical sataniza, amenaza y agrede.

En cuanto a nuestro país si algo es necesario abordar, son las contradicciones que están dándose, por un lado, entre la élite oligárquica local y el empresariado organizado y las de estos con el poder político y gubernamental y los financistas de los gobernantes de turno y, por el otro, las que se dan al interior del poder político y gubernamental.

De entrada y tentativamente se puede decir que esta prolongada y continuada crisis erosiona y distancia a las 16 familias de potentados y aristócratas locales y a éstas del empresariado organizado; divide a la élite económica y al poder político, y debilita su hegemonía y capacidad de maniobra y componendas.

Ello es así a causa y consecuencia de su desgaste y descomposición así como por la crisis general a la que han orillado al país y de la que son sus principales y únicos responsables, tanto como sus principales y únicos favorecidos y beneficiados.

En efecto, una crisis de tal alcance y profundidad a quien más favorece y beneficia es a la tan reducida y privilegiada cúspide de los “156 afortunados” cuyos ahorros y depósitos en los 18 bancos del país --según la Superintendencia de Bancos, SIB--, asciende a 8 mil 822 millones de quetzales y los 14 mil millones que, en quetzales, equivalen a los dólares que tienen depositados en el sistema bancario local (elPeriódico, 1 de noviembre de 2010). Nada se dice de sus no contabilizadas fortunas depositadas en los bancos del extranjero y las cuantiosas inversiones que tienen en otros países.

Las contradicciones en las alturas son intrínsecas a la rebatiña por la acumulación de riqueza, las ganancias y las utilidades, los privilegios y las prebendas, las licitaciones y la adjudicación de contratos, las exoneraciones tributarias y los incentivos fiscales y, además, por la hegemonía y control del poder político y gubernamental.

Quienes piensen que como resultado de esas disputas se pueda ir configurando el capital emergente, están equivocados: lo así obtenido por unos cuantos ni alcanza a emerger y, menos, a sustituir y competir con el capital oligárquico tradicional y el de las grandes transnacionales.

En todo caso, la crisis en que se está a quien más afecta y golpea, es a la clase obrera, el campesinado, los pueblos indígenas, las mujeres, los niños y niñas, los jóvenes, los estudiantes, los adultos de la tercera edad, los desempleados y desocupados y demás capas trabajadoras de la ciudad y el campo.

Una situación así, configura un escenario de exacerbado descontento, acumulada indignación y explosiva desesperación.

En tales condiciones, el peligro principal para el país es que, por cualquier medio que sea, se llegue a imponer un gobierno a imagen y semejanza o más a la derecha de lo que para Estados Unidos y demás gobiernos y pueblos del mundo, podría representar el del movimiento ultraconservador reunido alrededor del Tea Party.

jueves, 4 de noviembre de 2010

A media semana

Sí, el sistema está
descompuesto


Si se quiere contar con más elementos, estar mejor informado y darle seguimiento a la situación internacional, es poco, muy poco, lo que se puede encontrar en los medios impresos del país y, menos, en los noticieros de radio y de televisión. Lo mismo sucede si se depende de lo que se informa u opina en los tan recortados despachos de prensa que aquí se publican.

Para el caso de las elecciones de medio período en Estados Unidos, es obligado ir más allá. Es muy abundante y valioso lo que hay que leer y consultar aunque quede fuera del alcance --por razones de tiempo-- mucho de lo que actualmente se dispone y con lo que se cuenta para estar mejor informado y documentado. Hay medios alternativos que, en consecuencia, son de obligada consulta y referentes válidos de información y opinión.

Las elecciones de ayer se dan en un momento particularmente tenso en lo internacional. Ocurren, además, cuando no se ha salido de la más grave recesión de los últimos setenta años y cuyos efectos se resienten en escala global y de la cual han resultado beneficiados con creces los señores del gran capital (especialmente el bancario y financiero) y sus transnacionales. Afecta y golpea severamente a unos pueblos y países más que a otros y, en particular, a los de su llamada periferia.

A una sociedad como a la estadounidense, a fuerza de repetírselo, se le ha obligado a aceptar que en las elecciones de medio mandato gana el partido que no está en la Casa Blanca y en esa dirección se le induce a que vote. Se le ha dicho y se le insiste en que esto es así por tradición y es así como mediáticamente se desvirtúa el proceso electoral e ilegitima y vulnera la democracia.

Lo que está en el fondo del evento electoral de ayer en Estados Unidos, va más allá de lo que la tradición impone: pone al descubierto “la descomposición del sistema” y al que por razones y propósitos electoreros hicieron referencia tanto republicanos como demócratas. “Unos y otros, conservadores, derechistas, moderados, liberales y progresistas, escribía el sábado en La Jornada David Brooks, coinciden en que el sistema está descompuesto y casi sin excepción, hablan de componerlo o cambiar”.

Ya hoy no se está en presencia de lo que esos resultados podrían significar sino lo que en realidad significan. Para el partido gobernante, ha sido lo que se advertía: un martes negro y, además, el probable comienzo del fin de la era Obama y su no reelección si es que desde la Casa Blanca no se logra reponer de tan severo y duro golpe.

De acuerdo a las proyecciones y datos con que se contaba hasta las primeras horas de la mañana, en la Cámara de Representantes los republicanos podrían obtener 237 de los 435 escaños; en el Senado, por lo menos, 49; y, de las 37 gobernaturas en disputa, ya se sabe que han logrado 24. Esto significa que la extrema derecha estadounidense retoma buena parte del poder político y cambia la correlación de fuerzas a su favor. En tales condiciones, para los demócratas mantener el control en el Senado es más formal que real por el estrecho margen con que lo podría conseguir.

Ya lo vaticinaba Brooks en su despacho de la víspera, los resultados electorales, de ser favorables a los republicanos, “descarrilarían la agenda política del Presidente, provocan un cambio potencialmente drástico en el equilibrio de poder en Washington y trae consecuencias negativas para inmigrantes, ambientalistas, sindicalistas y gobiernos progresistas en el hemisferio”. (La Jornada, México 2 de noviembre de 2010).

En torno a la política exterior, precisó, “el cambio de liderazgo en la cámara baja” pone a la orden del día “la elevación de figuras como la representante cubano-estadunidense Ileana Ros-Lehtinen a la presidencia del Comité de Asuntos Exteriores, que se oponen tajantemente a cualquier cambio en la política hacia Cuba… y que se han pronunciado en contra de gobiernos progresistas en América del Sur, sobre todo el venezolano”.

Además, como lo preveía LaJornada en su editorial de ayer, “en América Latina, si bien las instituciones estadunidenses… han sido incapaces de cortar sus tradicionales vínculos con el golpismo uniformado, como se evidenció el año pasado en Honduras y, hace poco más de un mes, en Ecuador”, para los republicanos no será difícil seguir “promoviendo la ejecución de acuerdos belicistas e injerencistas como el Plan Colombia y la Iniciativa Mérida”.

En conclusión, la contraofensiva republicana tenderá al cada vez mayor endurecimiento en esa dirección tanto como contra Irak, Afganistán e Irán.