Sí, el sistema está
descompuesto
Si se quiere contar con más elementos, estar mejor informado y darle seguimiento a la situación internacional, es poco, muy poco, lo que se puede encontrar en los medios impresos del país y, menos, en los noticieros de radio y de televisión. Lo mismo sucede si se depende de lo que se informa u opina en los tan recortados despachos de prensa que aquí se publican.
Para el caso de las elecciones de medio período en Estados Unidos, es obligado ir más allá. Es muy abundante y valioso lo que hay que leer y consultar aunque quede fuera del alcance --por razones de tiempo-- mucho de lo que actualmente se dispone y con lo que se cuenta para estar mejor informado y documentado. Hay medios alternativos que, en consecuencia, son de obligada consulta y referentes válidos de información y opinión.
Las elecciones de ayer se dan en un momento particularmente tenso en lo internacional. Ocurren, además, cuando no se ha salido de la más grave recesión de los últimos setenta años y cuyos efectos se resienten en escala global y de la cual han resultado beneficiados con creces los señores del gran capital (especialmente el bancario y financiero) y sus transnacionales. Afecta y golpea severamente a unos pueblos y países más que a otros y, en particular, a los de su llamada periferia.
A una sociedad como a la estadounidense, a fuerza de repetírselo, se le ha obligado a aceptar que en las elecciones de medio mandato gana el partido que no está en la Casa Blanca y en esa dirección se le induce a que vote. Se le ha dicho y se le insiste en que esto es así por tradición y es así como mediáticamente se desvirtúa el proceso electoral e ilegitima y vulnera la democracia.
Lo que está en el fondo del evento electoral de ayer en Estados Unidos, va más allá de lo que la tradición impone: pone al descubierto “la descomposición del sistema” y al que por razones y propósitos electoreros hicieron referencia tanto republicanos como demócratas. “Unos y otros, conservadores, derechistas, moderados, liberales y progresistas, escribía el sábado en La Jornada David Brooks, coinciden en que el sistema está descompuesto y casi sin excepción, hablan de componerlo o cambiar”.
Ya hoy no se está en presencia de lo que esos resultados podrían significar sino lo que en realidad significan. Para el partido gobernante, ha sido lo que se advertía: un martes negro y, además, el probable comienzo del fin de la era Obama y su no reelección si es que desde la Casa Blanca no se logra reponer de tan severo y duro golpe.
De acuerdo a las proyecciones y datos con que se contaba hasta las primeras horas de la mañana, en la Cámara de Representantes los republicanos podrían obtener 237 de los 435 escaños; en el Senado, por lo menos, 49; y, de las 37 gobernaturas en disputa, ya se sabe que han logrado 24. Esto significa que la extrema derecha estadounidense retoma buena parte del poder político y cambia la correlación de fuerzas a su favor. En tales condiciones, para los demócratas mantener el control en el Senado es más formal que real por el estrecho margen con que lo podría conseguir.
Ya lo vaticinaba Brooks en su despacho de la víspera, los resultados electorales, de ser favorables a los republicanos, “descarrilarían la agenda política del Presidente, provocan un cambio potencialmente drástico en el equilibrio de poder en Washington y trae consecuencias negativas para inmigrantes, ambientalistas, sindicalistas y gobiernos progresistas en el hemisferio”. (La Jornada, México 2 de noviembre de 2010).
En torno a la política exterior, precisó, “el cambio de liderazgo en la cámara baja” pone a la orden del día “la elevación de figuras como la representante cubano-estadunidense Ileana Ros-Lehtinen a la presidencia del Comité de Asuntos Exteriores, que se oponen tajantemente a cualquier cambio en la política hacia Cuba… y que se han pronunciado en contra de gobiernos progresistas en América del Sur, sobre todo el venezolano”.
Además, como lo preveía LaJornada en su editorial de ayer, “en América Latina, si bien las instituciones estadunidenses… han sido incapaces de cortar sus tradicionales vínculos con el golpismo uniformado, como se evidenció el año pasado en Honduras y, hace poco más de un mes, en Ecuador”, para los republicanos no será difícil seguir “promoviendo la ejecución de acuerdos belicistas e injerencistas como el Plan Colombia y la Iniciativa Mérida”.
En conclusión, la contraofensiva republicana tenderá al cada vez mayor endurecimiento en esa dirección tanto como contra Irak, Afganistán e Irán.
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