miércoles, 17 de noviembre de 2010

A media semana

Las contradicciones,
en las alturas


La experiencia enseña que en una sociedad como la guatemalteca las contradicciones que se dan, en unos casos, son de carácter antagónico y, en otros, no antagónico. Las antagónicas se dan entre la clase oligárquica y las clases explotadas, oprimidas y sojuzgadas; su agudización puede ser a causa o por efecto de las crisis. Las no antagónicas, son de carácter secundario, no fundamentales.

Las crisis, por su parte, pueden ser recurrentes o cíclicas y continuadas o prolongadas. Las recurrentes y cíclicas son aquellas que se repiten con mayor o menor gravedad. Las continuadas y prolongadas tienden a profundizarse y agravar y con el tiempo desembocan en crisis por agotamiento y caducidad.

La crisis por la que atraviesa el país se caracteriza por su continuidad y prolongación. Se desencadena a partir de la intervención norteamericana de 1954 y se prolonga hasta hoy. Es consecuencia y causa, a la vez, de la sucesión de gobiernos de derecha, conservadores, militares impuestos fraudulentamente, dictatoriales, terroristas, genocidas y contrainsurgentes.

Se trata de una crisis por agotamiento y caducidad, por agotamiento y caducidad del modelo económico y social y el sistema político y de partidos.

En mi columna anterior, planteaba que la recesión más grave del último tiempo y que afecta a Estados Unidos desde el otoño de 2008, ha devenido en una crisis global cuyas consecuencias las padece el pueblo estadounidense; afecta a unos países más que a otros. Eso sí, a quienes beneficia y favorece es a los dueños del gran capital. Se expresa, además, en contradicciones no resueltas en lo económico y social y, en lo político, en confrontaciones electorales que arrojan resultados como los del martes de la semana pasada.

El rasgo que caracteriza más el momento actual en Estados Unidos y en lo internacional, es la contraofensiva de la derecha republicana en su propio país y contra los gobiernos, países y pueblos que su ala más radical sataniza, amenaza y agrede.

En cuanto a nuestro país si algo es necesario abordar, son las contradicciones que están dándose, por un lado, entre la élite oligárquica local y el empresariado organizado y las de estos con el poder político y gubernamental y los financistas de los gobernantes de turno y, por el otro, las que se dan al interior del poder político y gubernamental.

De entrada y tentativamente se puede decir que esta prolongada y continuada crisis erosiona y distancia a las 16 familias de potentados y aristócratas locales y a éstas del empresariado organizado; divide a la élite económica y al poder político, y debilita su hegemonía y capacidad de maniobra y componendas.

Ello es así a causa y consecuencia de su desgaste y descomposición así como por la crisis general a la que han orillado al país y de la que son sus principales y únicos responsables, tanto como sus principales y únicos favorecidos y beneficiados.

En efecto, una crisis de tal alcance y profundidad a quien más favorece y beneficia es a la tan reducida y privilegiada cúspide de los “156 afortunados” cuyos ahorros y depósitos en los 18 bancos del país --según la Superintendencia de Bancos, SIB--, asciende a 8 mil 822 millones de quetzales y los 14 mil millones que, en quetzales, equivalen a los dólares que tienen depositados en el sistema bancario local (elPeriódico, 1 de noviembre de 2010). Nada se dice de sus no contabilizadas fortunas depositadas en los bancos del extranjero y las cuantiosas inversiones que tienen en otros países.

Las contradicciones en las alturas son intrínsecas a la rebatiña por la acumulación de riqueza, las ganancias y las utilidades, los privilegios y las prebendas, las licitaciones y la adjudicación de contratos, las exoneraciones tributarias y los incentivos fiscales y, además, por la hegemonía y control del poder político y gubernamental.

Quienes piensen que como resultado de esas disputas se pueda ir configurando el capital emergente, están equivocados: lo así obtenido por unos cuantos ni alcanza a emerger y, menos, a sustituir y competir con el capital oligárquico tradicional y el de las grandes transnacionales.

En todo caso, la crisis en que se está a quien más afecta y golpea, es a la clase obrera, el campesinado, los pueblos indígenas, las mujeres, los niños y niñas, los jóvenes, los estudiantes, los adultos de la tercera edad, los desempleados y desocupados y demás capas trabajadoras de la ciudad y el campo.

Una situación así, configura un escenario de exacerbado descontento, acumulada indignación y explosiva desesperación.

En tales condiciones, el peligro principal para el país es que, por cualquier medio que sea, se llegue a imponer un gobierno a imagen y semejanza o más a la derecha de lo que para Estados Unidos y demás gobiernos y pueblos del mundo, podría representar el del movimiento ultraconservador reunido alrededor del Tea Party.

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