Después de 56 años,
un país inviable y en crisis
En vísperas de un año más de la repudiable intervención extranjera e interrupción violenta de la primavera democrática, la lucha revolucionaria y popular, continúa
Si uno define y adopta posición sobre la situación nacional e internacional con base a lo que se informa u opina en la mayoría de medios del país, lo más seguro es que termine desorientado y confundido, se convierta en uno más de los muchos pesimistas o indiferentes que ya hay, en los furibundos y angustiados críticos que el poder dominante acicatea y estimula o acabe creyendo en lo que así se informa y opina y alineado a la información y opinión de los medios.
Lo que se lee o se escucha o se ve hay que leerlo o escucharlo o verlo en su contexto, antecedentes, continuidad y efectos, situación y condiciones. No hay que depender ni confiar en lo que en el texto se dice y asumir que lo que así se dice y comenta es, en realidad, lo que está pasando. De esta manera es como lo cotidiano se manipula y tergiversa, los acontecimientos se descontextualizan y el derecho a estar libre y objetivamente informados queda a discreción, lo asumen y deciden los dueños, los anunciantes, los editores y los redactores de los medios.
El peligro principal al que se expone el lector, el radioescucha o el televidente es que se le acostumbre a ver, explicar e interpretar el diario acontecer a la carrera y superficialmente.
Ante cada hecho, suceso, acontecimiento y lo que de ellos se informa y opina, hay que asumir una actitud crítica y no dejarse llevar por lo que interesadamente y a conveniencia del poder real o de los poderes paralelos, la prensa --dizque independiente-- recoge, magnifica, difunde y masifica. Lo que se informa y lo que se opina pasa a ser una mercancía más que en una sociedad consumista encuentra un amplio mercado en que la oferta informativa y de opinión se impone a la legítima demanda de una información veraz y objetiva. Ésta es una primera cuestión.
Una segunda, es que la información periodística y lo que en los medios se opina, en el caso de nuestro país, no es una fuente del todo confiable para darle seguimiento e interpretar, analizar y explicar lo que sucede a diario y, menos, para escribir la historia más reciente. La mejor fuente para conocer, estudiar, interpretar y explicar la historia de un país, de una región, de un continente y a nivel mundial está en los hechos, la situación, condiciones y momento en que ocurren, su secuencia, continuidad y desenvolvimiento, interrelación dialéctica y objetiva. No en lo que dicen quienes a su manera y conveniencia informan y comentan. La tradición oral misma, hay, igualmente, que contextualizarla y verificarla. Si no, su naturaleza, esencia y contenido se desvirtúan.
Sin ir muy lejos y, a manera de hipótesis, se puede decir que nuestra historia más reciente, está marcada por dos etapas diferenciadas y opuestas.
La primera, se da a lo largo de diez años (1944 – 1954) y se caracteriza por los cambios y transformaciones que para su momento y en las condiciones y situación del país así como internacionalmente era lo que se debía hacer a fin de sacar al país del subdesarrollo y atraso, las formas dictatoriales de gobernar y administrar la cosa pública, acabar con el ubiquismo y el continuismo de sus generales y hacer de Guatemala un país próspero y moderno, independiente y soberano, digno y respetado.
La segunda, comienza a partir de la interrupción violenta de aquél proceso emancipador y modernizante y que ha sumido al país en más de cinco décadas y media de atraso, dependencia y privilegios para un cada vez más reducido número de potentadas familias que detentan el poder real, acaparan la riqueza y han impuesto un sistema social, un modelo económico y una institucionalidad gubernamental a su interés y conveniencia.
A cargo de la mayoría de medios del país corre que sus lectores, radioescuchas o televidentes se hagan a la idea de que si algo hay que cambiar es para que todo siga igual. En ello reside su alineamiento e identificación con los intereses de los verdaderos y reales responsables de que nuestro país esté como está, después de estos aciagos años de nuestra historia más reciente.
Lo que sucede a partir de junio de 1954 no se puede caracterizar como una etapa de alternabilidad gubernamental. Es la continuidad de una vía violentamente impuesta y que en nada ha servido para que el país salga del atolladero en que desde entonces está. Son 56 años durante los que se ha ahondado y agravado la crisis que en lo económico, político, social e institucional ha hecho del país un país inviable.
Es, además, una prolongada etapa de ricas y valiosas, ilustrativas y aleccionadoras experiencias de lucha revolucionaria, popular y social a tener en cuenta y considerar crítica y autocráticamente, con objetividad y rigor científico, que es como corresponde interpretar, explicar y escribir nuestra historia más reciente.
En la Tesis sobre Feuerbach, Carlos Marx afirmó que a lo largo de la historia, "los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo". Sirva este espacio para continuar en este esfuerzo permanente por tomar el cielo por asalto.
jueves, 24 de junio de 2010
miércoles, 16 de junio de 2010
A media semana
Otra Guatemala es necesaria
y posible
Referirme por ahora a una fase más de la prolongada y continuada crisis institucional, política y gubernamental por la que atraviesa el país y que esta vez se desencadena con la renuncia del señor Castresana al cargo que tenía asignado en la CICIG, se agrava con la resolución de la CC del miércoles pasado y se complica más allá de lo que ya parecía con la conferencia de prensa del lunes del ex comisionado contra la impunidad en Guatemala, supondría caer en la trampa urdida por oscuros intereses en pugna. Las anotaciones, apuntes e información de que dispongo así como lo que se puede leer entre líneas en los medios, aconsejan prudencia; no precipitarse.
Lo que no puede dejar de decirse es que esta enconada y nada desinteresada pugna, enfrenta y opone a “honorables, aptos, idóneos, sin tacha y distinguidos” personajes con quienes se sindica de “corruptos, mafiosos, impunes, ineptos, no idóneos y tachables”. En ese marco, la “sociedad civil” y el “movimiento social”, sus ideólogos y analistas, voceros y seguidores se prestan al juego del poder real sin percatarse de lo que en verdad está detrás de esta rebatiña por el control del poder político, institucional y gubernamental. Si lo saben, es aún peor.
En mi opinión es esta una manifestación más de la confrontación al interior de los sectores dominantes en un país polarizado por esas disputas “en las alturas” y no precisamente por la contradicción fundamental y principal, no resuelta, y que, aunque permanezca larvada, enfrenta a una minoría que todo lo tiene, detenta el poder y la riqueza y la gran mayoría que se debate en la pobreza y la pobreza extrema, el abandono y el desempleo, la exclusión social, discriminación y racismo, el hambre, la insalubridad y desatención educativa, la inseguridad e impunidad y es la más expuesta a sufrir las consecuencias de catástrofes como la ocasionada por la erupción del Pacaya y la tormenta tropical Agatha, hace apenas 19 días.
Semejantes contrastes y niveles de desigualdad económica y social, no son propios de un país como el nuestro. Se dan en escala mundial, tanto en los países altamente desarrollados y en los llamados en vías de desarrollo como en aquellos considerados potencias emergentes. Su causa principal está en la cada vez mayor concentración y acaparamiento de la riqueza.
Según un estudio del Boston Consulting Group, en 2009, 11. 2 millones de hogares ricos --que equivalen a menos del 1 por ciento de los hogares del mundo--, acaparaban el 38 por ciento de la riqueza global. “Europa, según este reporte, sigue siendo el continente con más ricos”. En América Latina, agrega, las fortunas crecieron un 16 por ciento (elPeriódico, 12 de junio de 2010).
A lo que el estudio no hace referencia, es que Europa es el continente del mundo en donde se ponen de manifiesto y con sobrada crudeza los altos índices de pobreza y desempleo, la fuga mafiosa de capitales y que es allí, precisamente, donde los ajustes fiscales oficialmente adoptados están poniendo al mundo al borde de una nueva recesión así como que en Alemania, Grecia y España, más Hungría y Rumanía, la mayoría de la población esté siendo la más castigada, repito, por esos cada vez más altos contrastes y niveles de desigualdad económica y social.
Para el caso de nuestro país, en lo institucional, político y gubernamental las tensiones tienden a agudizarse y agravarse y no son pocos los peligros que amenazan al ordenamiento constitucional vigente. Que no es el momento para reformarlo o para emitir una nueva Constitución Política del Estado, la Nación y la República, es algo a considerar detenida y seriamente, no descartarlo de entrada.
Para más adelante espero contar con más elementos para referirme a la connotación y alcances que tiene la enconada disputa por el control del poder político, institucional y gubernamental en el momento actual, lo que significa para el país y el riesgo en que está la ya de por si agotada, caduca y sobrepasada “institucionalidad democrática” o “apertura política”.
En lo que no cejaré de insistir es que no se trata de hacerle el juego a los tramposos y marrulleros intereses que están detrás de esas pugnas al interior de la cúpula del poder real sino de hacer un alto en el camino, redefinir el rumbo a seguir y superar objetiva, seriamente y a fondo lo que está en la raíz de las manifestaciones externas de la crisis y es la causa real y verdadera de lo que se da en lo institucional, político y gubernamental.
La salida a la crisis, en todo caso, está en la conformación de la más amplia y unitaria conciencia popular y democrática y que como alternativa social y progresista de poder sea capaz y esté en condiciones de institucionalizar la otra Guatemala que es necesaria y posible y que pasa por la refundación del País, la Nación, el Estado y la República.
y posible
Referirme por ahora a una fase más de la prolongada y continuada crisis institucional, política y gubernamental por la que atraviesa el país y que esta vez se desencadena con la renuncia del señor Castresana al cargo que tenía asignado en la CICIG, se agrava con la resolución de la CC del miércoles pasado y se complica más allá de lo que ya parecía con la conferencia de prensa del lunes del ex comisionado contra la impunidad en Guatemala, supondría caer en la trampa urdida por oscuros intereses en pugna. Las anotaciones, apuntes e información de que dispongo así como lo que se puede leer entre líneas en los medios, aconsejan prudencia; no precipitarse.
Lo que no puede dejar de decirse es que esta enconada y nada desinteresada pugna, enfrenta y opone a “honorables, aptos, idóneos, sin tacha y distinguidos” personajes con quienes se sindica de “corruptos, mafiosos, impunes, ineptos, no idóneos y tachables”. En ese marco, la “sociedad civil” y el “movimiento social”, sus ideólogos y analistas, voceros y seguidores se prestan al juego del poder real sin percatarse de lo que en verdad está detrás de esta rebatiña por el control del poder político, institucional y gubernamental. Si lo saben, es aún peor.
En mi opinión es esta una manifestación más de la confrontación al interior de los sectores dominantes en un país polarizado por esas disputas “en las alturas” y no precisamente por la contradicción fundamental y principal, no resuelta, y que, aunque permanezca larvada, enfrenta a una minoría que todo lo tiene, detenta el poder y la riqueza y la gran mayoría que se debate en la pobreza y la pobreza extrema, el abandono y el desempleo, la exclusión social, discriminación y racismo, el hambre, la insalubridad y desatención educativa, la inseguridad e impunidad y es la más expuesta a sufrir las consecuencias de catástrofes como la ocasionada por la erupción del Pacaya y la tormenta tropical Agatha, hace apenas 19 días.
Semejantes contrastes y niveles de desigualdad económica y social, no son propios de un país como el nuestro. Se dan en escala mundial, tanto en los países altamente desarrollados y en los llamados en vías de desarrollo como en aquellos considerados potencias emergentes. Su causa principal está en la cada vez mayor concentración y acaparamiento de la riqueza.
Según un estudio del Boston Consulting Group, en 2009, 11. 2 millones de hogares ricos --que equivalen a menos del 1 por ciento de los hogares del mundo--, acaparaban el 38 por ciento de la riqueza global. “Europa, según este reporte, sigue siendo el continente con más ricos”. En América Latina, agrega, las fortunas crecieron un 16 por ciento (elPeriódico, 12 de junio de 2010).
A lo que el estudio no hace referencia, es que Europa es el continente del mundo en donde se ponen de manifiesto y con sobrada crudeza los altos índices de pobreza y desempleo, la fuga mafiosa de capitales y que es allí, precisamente, donde los ajustes fiscales oficialmente adoptados están poniendo al mundo al borde de una nueva recesión así como que en Alemania, Grecia y España, más Hungría y Rumanía, la mayoría de la población esté siendo la más castigada, repito, por esos cada vez más altos contrastes y niveles de desigualdad económica y social.
Para el caso de nuestro país, en lo institucional, político y gubernamental las tensiones tienden a agudizarse y agravarse y no son pocos los peligros que amenazan al ordenamiento constitucional vigente. Que no es el momento para reformarlo o para emitir una nueva Constitución Política del Estado, la Nación y la República, es algo a considerar detenida y seriamente, no descartarlo de entrada.
Para más adelante espero contar con más elementos para referirme a la connotación y alcances que tiene la enconada disputa por el control del poder político, institucional y gubernamental en el momento actual, lo que significa para el país y el riesgo en que está la ya de por si agotada, caduca y sobrepasada “institucionalidad democrática” o “apertura política”.
En lo que no cejaré de insistir es que no se trata de hacerle el juego a los tramposos y marrulleros intereses que están detrás de esas pugnas al interior de la cúpula del poder real sino de hacer un alto en el camino, redefinir el rumbo a seguir y superar objetiva, seriamente y a fondo lo que está en la raíz de las manifestaciones externas de la crisis y es la causa real y verdadera de lo que se da en lo institucional, político y gubernamental.
La salida a la crisis, en todo caso, está en la conformación de la más amplia y unitaria conciencia popular y democrática y que como alternativa social y progresista de poder sea capaz y esté en condiciones de institucionalizar la otra Guatemala que es necesaria y posible y que pasa por la refundación del País, la Nación, el Estado y la República.
miércoles, 9 de junio de 2010
A media semana
Ronaldo y sus cuatro compañeros:
la catástrofe, una semana después
Antes, durante y después de la erupción del Pacaya y del paso de la tormenta tropical Agatha, ocurrieron no pocos acontecimientos a los que no se les prestó la debida atención; otros, que fueron suficientemente informados y destacados; y, no pocos, a los que no se les dio seguimiento y continuidad.
En todo caso, a doce días de la más reciente catástrofe, lo que más importa es ocuparse de lo que hay que hacer a fin de reconstruir, no reacomodar; cambiar lo que no funciona y esté mal, y prevenir, para después no tener que lamentar. Decirlo, nada cuesta ni es difícil; hacerlo, sí que es más complicado. Es, para decirlo en pocas palabras, un compromiso y tarea de todos.
El primer aguacero de este invierno en la ciudad capital cayó el martes 18 de mayo. Tres días después, se informaba que a consecuencia de las lluvias del día anterior un muro de la Avenida Hincapié y 5ª. Calle de la zona 13, se derrumbó matando a cinco obreros de la construcción. En la nota de Flor de María Ortiz se hace referencia, además, a que en la capital, y en Chiquimula, Escuintla, Alta y Baja Verapaz, fallecieron otras dos personas, una fue reportada como desaparecida, resultaron afectadas alrededor de 161 y unas 48 tuvieron que ser evacuadas. (Diario La Hora, 21 de mayo de 2010)
El caso de los obreros que murieron soterrados merece especial atención. Sólo al día siguiente de que ocurriera el derrumbe y por lo que empezó a evaluar la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (CONRED), se sabe ahora que semejante accidente se debió a “falta de analizar la compactación de la tierra en la construcción”.
Detenerse en lo que se ha tratado técnicamente de explicar como “la compactación de la tierra”, distrae la atención de lo principal. Lo principal consiste en empezar por deducir las responsabilidades que corresponden a la empresa constructora, a quien o a quienes hayan autorizado los trabajos y a la CONRED por su imprevisión y extemporáneo proceder. Pero, las cosas no hay que dejarlas allí.
En este caso dos son, al menos, los factores que se entrelazan y su entrelazamiento permite desentrañar lo que hay detrás de lo sucedido. Por un lado, está la irresponsabilidad de la constructora al realizar sus trabajos en tales condiciones, la de quien o de quienes autorizaron esos trabajos y que la CONRED se venga a dar cuenta un día después de que ocurrió el fatal accidente. Por el otro, salta a la vista y pone en evidencia, una vez más, la explotación laboral de que son objeto los obreros de la construcción y las precarias e inseguras condiciones en que trabajan.
Por alguna razón, los medios no han dado a conocer el nombre de la empresa ni el de los propietarios, empleadores y contratistas, salvo este vespertino que menciona a Edgar Coloc como “gerente de Recursos Humanos de una de las empresas constructoras”. Lo dudo pero ojalá que los tribunales llamados a conocer y dilucidar esta cuestión, procedan como corresponde y que la prensa escrita y los noticieros de radio y televisión no dejen de darle el seguimiento y atención que el caso amerita.
De acuerdo a lo que se informó, cinco fueron los obreros que murieron soterrados. Ronaldo Arias, Arnoldo Coc, Mynor Cu, Ramón Horacio Muy y Fernando Ortega. Los cuerpos de los dos primeros “fueron encontrados la misma noche de la tragedia”. Los otros tres, 19 horas después.
Carolina, la ahora viuda de Ronaldo, le dijo a la periodista Victoria Alvarado que su esposo “llevaba dos meses de trabajar” en la obra y que “hasta lloró cuando le contrataron porque nunca había tenido un empleo con buen sueldo”. En la aldea Llano Grande, Santa Rosa, Ronaldo “era jornalero y le pagaban Q25 al día…, en la constructora ganaba más de Q1,000 al mes”. (elPeriódico, 22 de mayo de 2010).
Si hay quien todavía tenga alguna duda acerca de las precarias y apremiantes condiciones en que labora la mayoría de albañiles del país y los miserables salarios que devenga, lo dicho por la viuda de Ronaldo, es elocuente, revelador. Lo mismo sucede con los demás obreros y empleados Es, además, una afrenta a la burocratizada y acomodaticia dirigencia sindical, a los inoperantes tribunales de trabajo, a muchos que se dicen defensores de los derechos humanos y a la llamada sociedad civil.
Ante la inmisericorde explotación de que son objeto los jornaleros en el campo, los míseros salarios que devengan y, sobre todo, no tener tierra para trabajarla, no les queda otra salida que emigrar a la ciudad y buscar en qué y en donde trabajar. Es tal la necesidad que se conforman con lo que logran conseguir. Este es el caso de Ronaldo.
Los riesgos a que pudiera estar expuesto y lo que se le fuera a pagar puede que no estuviera entre sus cálculos y no se hubiera dado cuenta que su salario estaba muy por debajo del mínimo a que tenía derecho y que apenas si le alcanzaría para cubrir la mitad del costo de la canasta básica, a precios de mayo. La constructora de la zona 13, habría de terminar con su vida y la de sus cuatro compañeros de trabajo.
la catástrofe, una semana después
Antes, durante y después de la erupción del Pacaya y del paso de la tormenta tropical Agatha, ocurrieron no pocos acontecimientos a los que no se les prestó la debida atención; otros, que fueron suficientemente informados y destacados; y, no pocos, a los que no se les dio seguimiento y continuidad.
En todo caso, a doce días de la más reciente catástrofe, lo que más importa es ocuparse de lo que hay que hacer a fin de reconstruir, no reacomodar; cambiar lo que no funciona y esté mal, y prevenir, para después no tener que lamentar. Decirlo, nada cuesta ni es difícil; hacerlo, sí que es más complicado. Es, para decirlo en pocas palabras, un compromiso y tarea de todos.
El primer aguacero de este invierno en la ciudad capital cayó el martes 18 de mayo. Tres días después, se informaba que a consecuencia de las lluvias del día anterior un muro de la Avenida Hincapié y 5ª. Calle de la zona 13, se derrumbó matando a cinco obreros de la construcción. En la nota de Flor de María Ortiz se hace referencia, además, a que en la capital, y en Chiquimula, Escuintla, Alta y Baja Verapaz, fallecieron otras dos personas, una fue reportada como desaparecida, resultaron afectadas alrededor de 161 y unas 48 tuvieron que ser evacuadas. (Diario La Hora, 21 de mayo de 2010)
El caso de los obreros que murieron soterrados merece especial atención. Sólo al día siguiente de que ocurriera el derrumbe y por lo que empezó a evaluar la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (CONRED), se sabe ahora que semejante accidente se debió a “falta de analizar la compactación de la tierra en la construcción”.
Detenerse en lo que se ha tratado técnicamente de explicar como “la compactación de la tierra”, distrae la atención de lo principal. Lo principal consiste en empezar por deducir las responsabilidades que corresponden a la empresa constructora, a quien o a quienes hayan autorizado los trabajos y a la CONRED por su imprevisión y extemporáneo proceder. Pero, las cosas no hay que dejarlas allí.
En este caso dos son, al menos, los factores que se entrelazan y su entrelazamiento permite desentrañar lo que hay detrás de lo sucedido. Por un lado, está la irresponsabilidad de la constructora al realizar sus trabajos en tales condiciones, la de quien o de quienes autorizaron esos trabajos y que la CONRED se venga a dar cuenta un día después de que ocurrió el fatal accidente. Por el otro, salta a la vista y pone en evidencia, una vez más, la explotación laboral de que son objeto los obreros de la construcción y las precarias e inseguras condiciones en que trabajan.
Por alguna razón, los medios no han dado a conocer el nombre de la empresa ni el de los propietarios, empleadores y contratistas, salvo este vespertino que menciona a Edgar Coloc como “gerente de Recursos Humanos de una de las empresas constructoras”. Lo dudo pero ojalá que los tribunales llamados a conocer y dilucidar esta cuestión, procedan como corresponde y que la prensa escrita y los noticieros de radio y televisión no dejen de darle el seguimiento y atención que el caso amerita.
De acuerdo a lo que se informó, cinco fueron los obreros que murieron soterrados. Ronaldo Arias, Arnoldo Coc, Mynor Cu, Ramón Horacio Muy y Fernando Ortega. Los cuerpos de los dos primeros “fueron encontrados la misma noche de la tragedia”. Los otros tres, 19 horas después.
Carolina, la ahora viuda de Ronaldo, le dijo a la periodista Victoria Alvarado que su esposo “llevaba dos meses de trabajar” en la obra y que “hasta lloró cuando le contrataron porque nunca había tenido un empleo con buen sueldo”. En la aldea Llano Grande, Santa Rosa, Ronaldo “era jornalero y le pagaban Q25 al día…, en la constructora ganaba más de Q1,000 al mes”. (elPeriódico, 22 de mayo de 2010).
Si hay quien todavía tenga alguna duda acerca de las precarias y apremiantes condiciones en que labora la mayoría de albañiles del país y los miserables salarios que devenga, lo dicho por la viuda de Ronaldo, es elocuente, revelador. Lo mismo sucede con los demás obreros y empleados Es, además, una afrenta a la burocratizada y acomodaticia dirigencia sindical, a los inoperantes tribunales de trabajo, a muchos que se dicen defensores de los derechos humanos y a la llamada sociedad civil.
Ante la inmisericorde explotación de que son objeto los jornaleros en el campo, los míseros salarios que devengan y, sobre todo, no tener tierra para trabajarla, no les queda otra salida que emigrar a la ciudad y buscar en qué y en donde trabajar. Es tal la necesidad que se conforman con lo que logran conseguir. Este es el caso de Ronaldo.
Los riesgos a que pudiera estar expuesto y lo que se le fuera a pagar puede que no estuviera entre sus cálculos y no se hubiera dado cuenta que su salario estaba muy por debajo del mínimo a que tenía derecho y que apenas si le alcanzaría para cubrir la mitad del costo de la canasta básica, a precios de mayo. La constructora de la zona 13, habría de terminar con su vida y la de sus cuatro compañeros de trabajo.
jueves, 3 de junio de 2010
A media semana
Domingo, 2 de junio de 1963
No es por casualidad u ocurrencia que en un día como hoy traiga a cuenta algo de lo más importante que aconteció en 1963 en lo nacional e internacional. El país lo gobernaba el coronel Enrique Peralta Azurdia, como consecuencia del golpe militar del 30 de marzo mediante el que depuso al general Miguel Ydígoras Fuentes.
Se estaba, entonces, ante un gobernante de facto que lo que decidía lo hacía mediante decretos leyes, imponía sucesivos estados de sitio y toques de queda. La persecución política, la cárcel y torturas a los enemigos del militarismo golpista, a los líderes sindicales y estudiantiles, a los intelectuales democráticos y progresistas y al campesinado, ocurría permanentemente.
Lo anterior no quiere decir que sus antecesores, a partir del 27 de junio de 1954, no hayan sido ni represivos ni contrainsurgentes. A seis sucesivas juntas militares de gobierno, a Castillo Armas, a González López (en cierta forma), a Flores Avendaño y a Ydígoras Fuentes, corresponde la responsabilidad de darle continuidad al clima de represión y terror gubernamental que se implantó a partir de la intervención extranjera al país. A Peralta Azurdia, la de institucionalizar la contrainsurgencia como política de estado.
Uno interpreta y describe lo que acontece durante un año o en un mes o en una semana o en un día, por lo que le antecede y el contexto. Lo que acontece en un año, en un mes, en una semana o en un día, explica, a su vez, lo que sucede después.
En lo internacional, tuvieron lugar importantes acontecimientos que le dan cierta singularidad e importancia a 1963. Destacan y me acuerdo, al menos, de seis.
El 11 de abril, el Papa Juan XXIII promulgó su trascendental encíclica Pacen in Terris en un cuadro de tensión y tirantez internacional agravada. Juan XXIII falleció 53 días después, el 3 de junio, es decir, mañana hará 47 años.
En Addis Abeba, la capital de Etiopía, el 28 de mayo, se fundó la Organización de la Unidad Africana (OUA) de tanta importancia para el afianzamiento y consolidación de la lucha de aquellos pueblos y países hermanos por su independencia. El 28 de junio, la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) lanzó el Vostoc 6 con la primera cosmonauta del mundo, Valentina Tereshkova, héroe de la Unión Soviética. En Washington DC, el 28 de agosto, Martin Luther King pronunció su célebre discurso Tengo un sueño.
El 22 de noviembre, en Dallas, Texas, era asesinado el 35avo presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy. A la fecha son más las dudas que las respuestas respecto a qué hubo detrás del magnicidio, quien o quienes lo cometieron e instigaron y a qué pudo deberse. Y un 10 de octubre, fallecía la cantante Edith Piaf, sin lugar a dudas, una de entre las muchas voces emblemáticas de las que Francia, con justa razón, puede enorgullecerse.
La situación actual del país en nada se parece a la que prevalecía hace 47 años, aunque persisten serios peligros que ponen en grave riesgo la estabilidad y gobernabilidad y de manifiesto lo vulnerable que se es ante los imprevisibles embates de la naturaleza.
Apenas este fin de semana, la población guatemalteca fue afectada por una catástrofe natural de graves, dolorosas e indignantes consecuencias. Y digo indignantes porque una catástrofe de tal magnitud golpea más duramente a quienes están expuestos a sufrirlas y cuyas causas son la marginación social y la exclusión, la imprevisión institucional y la falta de una política de estado que ponga término a semejante injusticia y abandono, contrastes y desigualdad.
La arena que arrojó el volcán de Pacaya, en horas de la noche del jueves, literalmente ennegreció las calles y avenidas de la capital, los lugares aledaños al área de la erupción y aún a cientos de kilómetros del lugar. A mí me parece que viene a ser como un aldabonazo más que, a su vez, presagia lo que podría pasar más adelante si no se toman las previsiones que, por lo menos, disminuyan la vulnerabilidad en que está la mayoría de la población guatemalteca.
La tormenta Ágatha, que ingresó por la costa sur del país el viernes, complica aún más las cosas y en ningún momento hay que hacerse a la idea de que a estas horas ya pasó lo peor. Voltear la mirada para otro lado no es lo que corresponde. Es el momento de iniciar la verdadera y real reconstrucción del país. Hacia allí hay que dirigir el esfuerzo principal. Ante semejante tragedia, la acción solidaria y social, une y compromete, fortalece. De lo contrario, vamos a seguir siendo responsables, todos, por lo que no se fue capaz de prevenir y empezar, de verdad, a arreglar.
Y no es por casualidad u ocurrencia, como lo digo arriba, recordar el año de 1963. Hace 47 años, el domingo 2 de junio, en un hermoso día de primavera, contraje nupcias con Ana María, mi compañera de toda la vida. Juntos, los dos, al lado de los hijos y los nietos, asumimos que el compromiso solidario, popular y social es el más alto y humano deber.
No es por casualidad u ocurrencia que en un día como hoy traiga a cuenta algo de lo más importante que aconteció en 1963 en lo nacional e internacional. El país lo gobernaba el coronel Enrique Peralta Azurdia, como consecuencia del golpe militar del 30 de marzo mediante el que depuso al general Miguel Ydígoras Fuentes.
Se estaba, entonces, ante un gobernante de facto que lo que decidía lo hacía mediante decretos leyes, imponía sucesivos estados de sitio y toques de queda. La persecución política, la cárcel y torturas a los enemigos del militarismo golpista, a los líderes sindicales y estudiantiles, a los intelectuales democráticos y progresistas y al campesinado, ocurría permanentemente.
Lo anterior no quiere decir que sus antecesores, a partir del 27 de junio de 1954, no hayan sido ni represivos ni contrainsurgentes. A seis sucesivas juntas militares de gobierno, a Castillo Armas, a González López (en cierta forma), a Flores Avendaño y a Ydígoras Fuentes, corresponde la responsabilidad de darle continuidad al clima de represión y terror gubernamental que se implantó a partir de la intervención extranjera al país. A Peralta Azurdia, la de institucionalizar la contrainsurgencia como política de estado.
Uno interpreta y describe lo que acontece durante un año o en un mes o en una semana o en un día, por lo que le antecede y el contexto. Lo que acontece en un año, en un mes, en una semana o en un día, explica, a su vez, lo que sucede después.
En lo internacional, tuvieron lugar importantes acontecimientos que le dan cierta singularidad e importancia a 1963. Destacan y me acuerdo, al menos, de seis.
El 11 de abril, el Papa Juan XXIII promulgó su trascendental encíclica Pacen in Terris en un cuadro de tensión y tirantez internacional agravada. Juan XXIII falleció 53 días después, el 3 de junio, es decir, mañana hará 47 años.
En Addis Abeba, la capital de Etiopía, el 28 de mayo, se fundó la Organización de la Unidad Africana (OUA) de tanta importancia para el afianzamiento y consolidación de la lucha de aquellos pueblos y países hermanos por su independencia. El 28 de junio, la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) lanzó el Vostoc 6 con la primera cosmonauta del mundo, Valentina Tereshkova, héroe de la Unión Soviética. En Washington DC, el 28 de agosto, Martin Luther King pronunció su célebre discurso Tengo un sueño.
El 22 de noviembre, en Dallas, Texas, era asesinado el 35avo presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy. A la fecha son más las dudas que las respuestas respecto a qué hubo detrás del magnicidio, quien o quienes lo cometieron e instigaron y a qué pudo deberse. Y un 10 de octubre, fallecía la cantante Edith Piaf, sin lugar a dudas, una de entre las muchas voces emblemáticas de las que Francia, con justa razón, puede enorgullecerse.
La situación actual del país en nada se parece a la que prevalecía hace 47 años, aunque persisten serios peligros que ponen en grave riesgo la estabilidad y gobernabilidad y de manifiesto lo vulnerable que se es ante los imprevisibles embates de la naturaleza.
Apenas este fin de semana, la población guatemalteca fue afectada por una catástrofe natural de graves, dolorosas e indignantes consecuencias. Y digo indignantes porque una catástrofe de tal magnitud golpea más duramente a quienes están expuestos a sufrirlas y cuyas causas son la marginación social y la exclusión, la imprevisión institucional y la falta de una política de estado que ponga término a semejante injusticia y abandono, contrastes y desigualdad.
La arena que arrojó el volcán de Pacaya, en horas de la noche del jueves, literalmente ennegreció las calles y avenidas de la capital, los lugares aledaños al área de la erupción y aún a cientos de kilómetros del lugar. A mí me parece que viene a ser como un aldabonazo más que, a su vez, presagia lo que podría pasar más adelante si no se toman las previsiones que, por lo menos, disminuyan la vulnerabilidad en que está la mayoría de la población guatemalteca.
La tormenta Ágatha, que ingresó por la costa sur del país el viernes, complica aún más las cosas y en ningún momento hay que hacerse a la idea de que a estas horas ya pasó lo peor. Voltear la mirada para otro lado no es lo que corresponde. Es el momento de iniciar la verdadera y real reconstrucción del país. Hacia allí hay que dirigir el esfuerzo principal. Ante semejante tragedia, la acción solidaria y social, une y compromete, fortalece. De lo contrario, vamos a seguir siendo responsables, todos, por lo que no se fue capaz de prevenir y empezar, de verdad, a arreglar.
Y no es por casualidad u ocurrencia, como lo digo arriba, recordar el año de 1963. Hace 47 años, el domingo 2 de junio, en un hermoso día de primavera, contraje nupcias con Ana María, mi compañera de toda la vida. Juntos, los dos, al lado de los hijos y los nietos, asumimos que el compromiso solidario, popular y social es el más alto y humano deber.
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