¡Cuba no está sola!
En opinión de la mayoría de propietarios y editores de los medios impresos, de televisión y de radio del país, lo que no se publica o informa es, simplemente, porque no sucede o no existe. Esto significa que a los lectores, televidentes y radioescuchas no se les informa tal y como debe ser y, en consecuencia, se violenta su derecho a la información. Pero no sólo eso. Lo que se informa se maneja de manera sesgada o se da a conocer a medias o con la opinión de quien redacta o edita. En pocas palabras: lo que se publica o transmite es lo que conviene a quienes controlan, en realidad, los medios.
Para ilustrar lo anotado, basta con citar un ejemplo. Se trata de un acontecimiento que los dueños y editores de los medios del país ocultaron y, por tanto, lo ignoraron, no tuvo lugar. Por convocatoria de la Coordinadora de Solidaridad, el pasado jueves tuvo lugar una masiva concentración de solidaridad con Cuba frente a la Embajada de La Habana en nuestro país, la cual reunió, además de las organizaciones convocantes, a un buen número de agrupamientos que se adhirieron al llamamiento, y a alrededor de 300 niños. En ninguno de los medios impresos de la mañana del día siguiente se informó o comentó. Lo mismo sucedió con la mayoría de noticieros de televisión y de radio.
O sea que ni los lectores de la prensa diaria ni los televidentes y radioescuchas fueron informados de un evento que, por lo visto, para la mayoría de los medios no interesa ni conviene que se informe y, menos, que se comente. Por el contrario, lo que se trató que pasara inadvertido, en el extranjero se notició profusamente gracias al despacho difundido por Prensa Latina y que fue incluido en la página digital de albedrío de aquí. (Julio Fumero: Masivo apoyo guatemalteco a Cuba ante campañas en su contra, 21 de mayo de 2010).
Según la dirigencia del Bloque Antiimperialista, esta demostración solidaria viene a constituirse en el primer “acto de acción unitaria frente a los esfuerzos difamatorios y calumniosos de los enemigos de la Revolución cubana”. Además, hay que destacar que marca el comienzo del reencuentro, en la acción, de las fuerzas y movimientos revolucionarios y populares del país.
En opinión del consejero político de la legación cubana en Guatemala, Santiago Feliú, el gesto de los participantes tiene una mayor relevancia “por celebrarse en una fecha tomada por Estados Unidos como bandera para aglutinar a los grupos anticubanos y atacar a la Revolución”. El 20 de mayo de 1902, “comenzó en la isla un período bochornoso de república mediatizada, tomado por Washington y sus seguidores como una fecha patria en Cuba, cuando en realidad ‘los revolucionarios la califican de efemérides de la indignidad”. Así lo puntualizó Feliú.
Julio Mora, dirigente de Alternativa Nueva Nación, ANN, por su parte, declaró que esta demostración solidaria con Cuba “es parte del proceso unitario de todas las fuerzas de izquierda en Guatemala. Por Cuba --enfatizó-- estamos dispuestos a cualquier forma de lucha en defensa de la Revolución”.
No cabe duda que está cada vez más claro que si algo es capaz de unificar a lo más avanzado y progresista de la izquierda revolucionaria, popular, democrática y progresista en Guatemala, es la solidaridad con Cuba, su pueblo y su revolución. A partir de ahí podrá dársele continuidad, desarrollo y profundización al proceso de su reunificación y la construcción del más amplio, combativo y solidario contingente de fuerzas y movimientos, personalidades y ciudadanos dignos y consecuentes en tanto alternativa real de poder en lucha por nuestra verdadera independencia, la defensa de la soberanía nacional, nuestro derecho a la autodeterminación, el progreso, el desarrollo y la justicia social.
La solidaridad con Cuba es, puede decirse, la piedra de toque y punto de partida, encuentro y definición de la reunificación de la izquierda guatemalteca.
El conocimiento de la historia, el pasado y la lucha de los países y pueblos hermanos ayuda y contribuye a explicar e interpretar lo que está pasando ahora en muchas partes del mundo.
En opinión de los especialistas cubanos del Centro de Investigaciones Históricas, Pedro Etcheverry y José Luis Méndez, el 20 de mayo de 1902 “constituye una afrenta para el pueblo cubano… representa el surgimiento de la República de Cuba bajo dominio de Estados Unidos, …ha sido utilizada… unas veces para agredir a Cuba, otras con el propósito de reiterar su carácter anexionista… En la práctica, ese día el gobierno de Estados Unidos comenzó a determinar los destinos de la nación cubana” a lo cual se puso fin “definitivamente con el triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959”. (CubaDebate, 20 de mayo de 2010).
Como con tanto entusiasmo y combatividad lo coreaban los participantes en la demostración solidaria del pasado jueves: Cuba no está sola. Y, en efecto, así es: ¡Cuba no está sola!
En la Tesis sobre Feuerbach, Carlos Marx afirmó que a lo largo de la historia, "los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo". Sirva este espacio para continuar en este esfuerzo permanente por tomar el cielo por asalto.
miércoles, 26 de mayo de 2010
jueves, 20 de mayo de 2010
A media semana
Resolver las causas y
no sólo los efectos
Pensar es prever… Conocer es resolver: conocer
el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el
único modo de liberarlo… (José Martí)
Entre las variadas premisas que se plantean para explicar cómo llevar a cabo y concretar cambios económicos, sociales, políticos e institucionales destacan cuatro: 1) hay que resolver los efectos y no las causas; 2) deben resolverse las causas y sus efectos; 3) si algo hay que resolver es para que todo siga igual; y, 4) lo que hay que resolver es para estar en condiciones de regresar a un pasado ya superado.
Por ahora, es suficiente con centrar la atención en la diferencia que se da entre plantear que lo que hay que resolver son los efectos y proponer que lo que hay que resolver son las causas y sus efectos. Esta diferencia ni es imperceptible ni sutil; tampoco puede dar lugar a equívocos o confusión. De ahí la importancia de abordarlas por sus objetivos y propósitos, su razón de ser y resultados, los planteamientos en que se sustentan, y su significación, importancia y trascendencia, tanto en lo conceptual como en la práctica.
Resolver los efectos o, lo que es lo mismo, las manifestaciones externas de un problema en concreto o de una situación en su conjunto, supone no ir al fondo de la cuestión, quedarse en la periferia, en lo meramente formal, en lo superficial. De ahí que esa limitación sea el obstáculo principal para que las cosas cambien, en realidad, a fondo. Una limitación más es que supone hacerlo dentro del sistema social imperante y el modelo económico institucionalizado y que tanto ese sistema como el modelo en nada cambien, a no ser formalmente.
Algo muy distinto es plantear que lo que hay que resolver no son sólo los efectos sino, en lo fundamental, sus causas, lo que está en la base de un problema en concreto o de una situación en su conjunto. Ello supone y plantea la institucionalización de cambios estructurales, de fondo, de lo que está en la base del sistema social y del modelo económico, además de sus efectos y manifestaciones externas.
Para avanzar hacia una etapa superior de desarrollo social, económico, político e institucional, lo que hay que cambiar es el sistema social y su modelo económico y cuyos efectos y manifestaciones externas son, entre otras y en nuestro caso, el subdesarrollo, el atraso y la dependencia, la prolongada crisis de gobernabilidad e institucional, parlamentaria y judicial, el agotado sistema electoral y de partidos, la exclusión social, el racismo y la discriminación, la corrupción e impunidad y el tráfico de influencias, el crimen organizado y el narcotráfico, el poder económico y sus privilegios, los poderes paralelos y los grupos de presión.
¿En qué dirección podría o debería marcharse a fin de institucionalizar los cambios estructurales de fondo que nuestro país necesita?
Sólo por intransigencia e intolerancia me explico que todavía haya quienes se resistan a aceptar y malinterpreten que se tengan en cuenta las ideas y lucha de los pensadores revolucionarios de todos los tiempos y las muy ilustrativas y aleccionadoras experiencias que a lo largo de la historia han logrado institucionalizar los cambios que son posibles y necesarios en un momento dado y de acuerdo a las condiciones y situación concreta, rasgos y características propias de cada país.
Es gracias a esos cambios revolucionarios y a sus pensadores que los han ideado y concretado que ha sido posible resolver, en su momento, las causas y efectos propios de un sistema social agotado y un modelo económico en crisis.
Que se han cometido errores e incurrido en fallas, no se puede negar. Pero, a la vez, hay que saberlo tener en cuenta, considerar y estudiar. Si no, ¿de qué manera explicarse y asimilar las causas y efectos del fracaso del socialismo real en la Unión Soviética y los países del este europeo? Es ésta una experiencia a tener presente como también hay que tener presente y darle seguimiento a los tesoneros esfuerzos que permanentemente se hacen a fin de corregir lo que se haya hecho mal y enmendar, crítica y autocráticamente, los errores que se hayan cometido y no volver a incurrir en ellos.
En nuestro caso, se trata de saber encontrar el camino a seguir a fin de alcanzar la plena emancipación nacional y social y que con la participación, apoyo y consistencia del más amplio y unitario, social y popular, cívico y ciudadano contingente de fuerzas hará posible, luego de la toma del poder político, que nuestro país desemboque en una etapa cualitativamente superior en lo social, económico, político e institucional.
Cuánta razón le asiste al líder máximo de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, al afirmar, en sus Reflexiones publicadas con ocasión del 115 aniversario de la caída en combate de José Martí, en Dos Ríos, que con el triunfo del Primero de Enero de 1959, triunfaron las ideas del Apóstol de la Independencia de Cuba y autor intelectual del Asalto al Cuartel Moncada.
no sólo los efectos
Pensar es prever… Conocer es resolver: conocer
el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el
único modo de liberarlo… (José Martí)
Entre las variadas premisas que se plantean para explicar cómo llevar a cabo y concretar cambios económicos, sociales, políticos e institucionales destacan cuatro: 1) hay que resolver los efectos y no las causas; 2) deben resolverse las causas y sus efectos; 3) si algo hay que resolver es para que todo siga igual; y, 4) lo que hay que resolver es para estar en condiciones de regresar a un pasado ya superado.
Por ahora, es suficiente con centrar la atención en la diferencia que se da entre plantear que lo que hay que resolver son los efectos y proponer que lo que hay que resolver son las causas y sus efectos. Esta diferencia ni es imperceptible ni sutil; tampoco puede dar lugar a equívocos o confusión. De ahí la importancia de abordarlas por sus objetivos y propósitos, su razón de ser y resultados, los planteamientos en que se sustentan, y su significación, importancia y trascendencia, tanto en lo conceptual como en la práctica.
Resolver los efectos o, lo que es lo mismo, las manifestaciones externas de un problema en concreto o de una situación en su conjunto, supone no ir al fondo de la cuestión, quedarse en la periferia, en lo meramente formal, en lo superficial. De ahí que esa limitación sea el obstáculo principal para que las cosas cambien, en realidad, a fondo. Una limitación más es que supone hacerlo dentro del sistema social imperante y el modelo económico institucionalizado y que tanto ese sistema como el modelo en nada cambien, a no ser formalmente.
Algo muy distinto es plantear que lo que hay que resolver no son sólo los efectos sino, en lo fundamental, sus causas, lo que está en la base de un problema en concreto o de una situación en su conjunto. Ello supone y plantea la institucionalización de cambios estructurales, de fondo, de lo que está en la base del sistema social y del modelo económico, además de sus efectos y manifestaciones externas.
Para avanzar hacia una etapa superior de desarrollo social, económico, político e institucional, lo que hay que cambiar es el sistema social y su modelo económico y cuyos efectos y manifestaciones externas son, entre otras y en nuestro caso, el subdesarrollo, el atraso y la dependencia, la prolongada crisis de gobernabilidad e institucional, parlamentaria y judicial, el agotado sistema electoral y de partidos, la exclusión social, el racismo y la discriminación, la corrupción e impunidad y el tráfico de influencias, el crimen organizado y el narcotráfico, el poder económico y sus privilegios, los poderes paralelos y los grupos de presión.
¿En qué dirección podría o debería marcharse a fin de institucionalizar los cambios estructurales de fondo que nuestro país necesita?
Sólo por intransigencia e intolerancia me explico que todavía haya quienes se resistan a aceptar y malinterpreten que se tengan en cuenta las ideas y lucha de los pensadores revolucionarios de todos los tiempos y las muy ilustrativas y aleccionadoras experiencias que a lo largo de la historia han logrado institucionalizar los cambios que son posibles y necesarios en un momento dado y de acuerdo a las condiciones y situación concreta, rasgos y características propias de cada país.
Es gracias a esos cambios revolucionarios y a sus pensadores que los han ideado y concretado que ha sido posible resolver, en su momento, las causas y efectos propios de un sistema social agotado y un modelo económico en crisis.
Que se han cometido errores e incurrido en fallas, no se puede negar. Pero, a la vez, hay que saberlo tener en cuenta, considerar y estudiar. Si no, ¿de qué manera explicarse y asimilar las causas y efectos del fracaso del socialismo real en la Unión Soviética y los países del este europeo? Es ésta una experiencia a tener presente como también hay que tener presente y darle seguimiento a los tesoneros esfuerzos que permanentemente se hacen a fin de corregir lo que se haya hecho mal y enmendar, crítica y autocráticamente, los errores que se hayan cometido y no volver a incurrir en ellos.
En nuestro caso, se trata de saber encontrar el camino a seguir a fin de alcanzar la plena emancipación nacional y social y que con la participación, apoyo y consistencia del más amplio y unitario, social y popular, cívico y ciudadano contingente de fuerzas hará posible, luego de la toma del poder político, que nuestro país desemboque en una etapa cualitativamente superior en lo social, económico, político e institucional.
Cuánta razón le asiste al líder máximo de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, al afirmar, en sus Reflexiones publicadas con ocasión del 115 aniversario de la caída en combate de José Martí, en Dos Ríos, que con el triunfo del Primero de Enero de 1959, triunfaron las ideas del Apóstol de la Independencia de Cuba y autor intelectual del Asalto al Cuartel Moncada.
miércoles, 12 de mayo de 2010
A media semana
Si se legisla para favorecer a unos,
se perjudica a todos
Durante la actual legislatura, se han emitido no pocas leyes que tienen en común lo casuístico y cuyunturalista que las motiva y son resultado de presiones o urgencias del momento. De ahí que la soberanía legislativa resulte vulnerada y lo así aprobado y emitido, de lugar –igualmente--, a parecidas o mayores presiones y urgencias que vician y desvirtúan su aplicación y ejecución.
Dicho en otros términos: quien así legisla deja la puerta abierta a que, según como se interprete y quien aplique lo aprobado, termine favoreciendo a uno u otro sector y en la práctica se confirme que tanto el principio de igualdad ante la ley como el que indica que nadie es superior a ella, son una ficción más del sistema que nos ha sido impuesto. Dos de esas normas emitidas son, además, expresión de pugnas entre facciones reaccionarias y conservadoras por el control del poder político, la aplicación de la justicia y el manejo de los recursos del Estado. Una, regula lo de las comisiones de postulación; la otra, crea la figura del “colaborador eficaz”.
La Ley de Comisiones de Postulación es resultado de las urgencias de más de uno de esos sectores en pugna por disponer de normas ad hoc a fin de asegurar la elección de sus candidatos a magistrados de la Corte Suprema y Salas de Apelaciones, de la fiscalía del Ministerio Público y de la dirección de la Defensoría Pública Penal y, a la vez, impedir la de quienes no convienen a sus intereses. Por lo que ya sucedió y sigue sucediendo, no es difícil identificar los reales y verdaderos intereses que están detrás de la propuesta y aprobación de esta ley.
La experiencia más reciente pone de manifiesto que la referida ley así como entrampó y desnaturalizó el proceso de elección de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y de las Cortes de Apelaciones ha venido a constituirse en un mecanismo de presión en manos de sectores interesados en la aplicación sesgada de la ley. Ello, además de que en nada contribuye a la lucha contra la impunidad y la pronta, eficaz, oportuna y correcta aplicación de la justicia, limita la independencia de los jueces al momento de resolver.
Lo que está aconteciendo con la elección del fiscal del Ministerio Público pone en evidencia las imprecisiones y lagunas de que adolece la ley en cuestión y que son resultado de la imprevisión de sus ponentes, de quienes participaron en su discusión, la aprobaron y emitieron.
En cuanto a la figura del “testigo protegido”, también conocida como del “colaborador eficaz”, en general, coincide con la muy utilizada práctica en los tribunales estadounidenses de beneficiar a aquél o a aquellos implicados en un hecho delictivo que deciden y aceptan colaborar a su investigación y esclarecimiento, aportan pruebas irrefutables y hacen posible la captura, procesamiento y sentencia condenatoria de los autores intelectuales o materiales de los hechos en los que, por supuesto, el testigo protegido o el colaborador eficaz ha tenido participación directa.
En este caso, la experiencia y la práctica enseña que cuando se copian al carbón normas, experiencias y prácticas de otros países, se corre el riesgo de que algo que podría dar buenos resultados, al no tener en cuenta las condiciones y situación del país, acabe siendo más perjudicial que beneficioso y se preste a irregularidades irreparables. El tiempo lo dirá.
Al analizar el contenido y objetivos de estas leyes, cabe preguntarse si se cumple aquél sabio dicho popular que asegura que “hecha la ley, hecha la trampa” o, visto desde otra perspectiva, si “el que hace la ley, hace la trampa” o, si a la luz de lo que está ocurriendo con la elección del fiscal del Ministerio Público, “el que hace la ley, se puso la trampa”.
Por lo visto, quien casuística, coyunturalmente o a causa de presiones y para beneficiar a uno u otro sector propone o acepta y aprueba lo así presentado, ignora o no se ha percatado de que la ley es, por definición, “el precepto dictado por la suprema autoridad, en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados” (DRAE) y que, por su naturaleza y carácter, toda ley es de aplicación general y, en ningún caso, para favorecer a unos y perjudicar a otros.
Si lo anterior es grave más lo es la visita del lunes de los Embajadores de Estados Unidos, Alemania, Holanda, España e Italia a la Corte de Constitucionalidad. Ello no es sino una inaceptable injerencia en nuestros asuntos internos, desvirtúa aún más la ya de por si entrampada elección del jefe del Ministerio Público y no puede verse como algo ajeno o al margen de las presiones para “asegurar la elección de un fiscal sin tacha”, y a lo ordenado ayer por la CC de que la Comisión de Postulación proceda a discutir la honorabilidad de los 29 candidatos y si confirma o modifica la nómina de seis a proponerle al Organismo Ejecutivo.
Así de precaria y vulnerable es la llamada institucionalidad democrática en nuestro país.
se perjudica a todos
Durante la actual legislatura, se han emitido no pocas leyes que tienen en común lo casuístico y cuyunturalista que las motiva y son resultado de presiones o urgencias del momento. De ahí que la soberanía legislativa resulte vulnerada y lo así aprobado y emitido, de lugar –igualmente--, a parecidas o mayores presiones y urgencias que vician y desvirtúan su aplicación y ejecución.
Dicho en otros términos: quien así legisla deja la puerta abierta a que, según como se interprete y quien aplique lo aprobado, termine favoreciendo a uno u otro sector y en la práctica se confirme que tanto el principio de igualdad ante la ley como el que indica que nadie es superior a ella, son una ficción más del sistema que nos ha sido impuesto. Dos de esas normas emitidas son, además, expresión de pugnas entre facciones reaccionarias y conservadoras por el control del poder político, la aplicación de la justicia y el manejo de los recursos del Estado. Una, regula lo de las comisiones de postulación; la otra, crea la figura del “colaborador eficaz”.
La Ley de Comisiones de Postulación es resultado de las urgencias de más de uno de esos sectores en pugna por disponer de normas ad hoc a fin de asegurar la elección de sus candidatos a magistrados de la Corte Suprema y Salas de Apelaciones, de la fiscalía del Ministerio Público y de la dirección de la Defensoría Pública Penal y, a la vez, impedir la de quienes no convienen a sus intereses. Por lo que ya sucedió y sigue sucediendo, no es difícil identificar los reales y verdaderos intereses que están detrás de la propuesta y aprobación de esta ley.
La experiencia más reciente pone de manifiesto que la referida ley así como entrampó y desnaturalizó el proceso de elección de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y de las Cortes de Apelaciones ha venido a constituirse en un mecanismo de presión en manos de sectores interesados en la aplicación sesgada de la ley. Ello, además de que en nada contribuye a la lucha contra la impunidad y la pronta, eficaz, oportuna y correcta aplicación de la justicia, limita la independencia de los jueces al momento de resolver.
Lo que está aconteciendo con la elección del fiscal del Ministerio Público pone en evidencia las imprecisiones y lagunas de que adolece la ley en cuestión y que son resultado de la imprevisión de sus ponentes, de quienes participaron en su discusión, la aprobaron y emitieron.
En cuanto a la figura del “testigo protegido”, también conocida como del “colaborador eficaz”, en general, coincide con la muy utilizada práctica en los tribunales estadounidenses de beneficiar a aquél o a aquellos implicados en un hecho delictivo que deciden y aceptan colaborar a su investigación y esclarecimiento, aportan pruebas irrefutables y hacen posible la captura, procesamiento y sentencia condenatoria de los autores intelectuales o materiales de los hechos en los que, por supuesto, el testigo protegido o el colaborador eficaz ha tenido participación directa.
En este caso, la experiencia y la práctica enseña que cuando se copian al carbón normas, experiencias y prácticas de otros países, se corre el riesgo de que algo que podría dar buenos resultados, al no tener en cuenta las condiciones y situación del país, acabe siendo más perjudicial que beneficioso y se preste a irregularidades irreparables. El tiempo lo dirá.
Al analizar el contenido y objetivos de estas leyes, cabe preguntarse si se cumple aquél sabio dicho popular que asegura que “hecha la ley, hecha la trampa” o, visto desde otra perspectiva, si “el que hace la ley, hace la trampa” o, si a la luz de lo que está ocurriendo con la elección del fiscal del Ministerio Público, “el que hace la ley, se puso la trampa”.
Por lo visto, quien casuística, coyunturalmente o a causa de presiones y para beneficiar a uno u otro sector propone o acepta y aprueba lo así presentado, ignora o no se ha percatado de que la ley es, por definición, “el precepto dictado por la suprema autoridad, en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados” (DRAE) y que, por su naturaleza y carácter, toda ley es de aplicación general y, en ningún caso, para favorecer a unos y perjudicar a otros.
Si lo anterior es grave más lo es la visita del lunes de los Embajadores de Estados Unidos, Alemania, Holanda, España e Italia a la Corte de Constitucionalidad. Ello no es sino una inaceptable injerencia en nuestros asuntos internos, desvirtúa aún más la ya de por si entrampada elección del jefe del Ministerio Público y no puede verse como algo ajeno o al margen de las presiones para “asegurar la elección de un fiscal sin tacha”, y a lo ordenado ayer por la CC de que la Comisión de Postulación proceda a discutir la honorabilidad de los 29 candidatos y si confirma o modifica la nómina de seis a proponerle al Organismo Ejecutivo.
Así de precaria y vulnerable es la llamada institucionalidad democrática en nuestro país.
jueves, 6 de mayo de 2010
A media semana
La Hora, 8 de mayo de 2002
Tengo a la vista la edición del miércoles 8 de mayo de 2002 del Diario La Hora y la amarillenta hoja del almanaque de aquél mes y año. De acuerdo al Calendario Gregoriano, este sábado, hará 416 semanas que se publicó en este prestigioso rotativo de la tarde mi primera columna. Con la de hoy, suman 376 las que han sido semanalmente incluidas en su sección de Opinión.
Mayo es el mes en que la primavera luce en todo su esplendor. Ya una vez me referí a lo que alguien me confió respecto a lo que expresó un visitante español luego de su estancia en nuestro país. A su regreso a España, dijo que si Guatemala estuviera gobernada por su clima, otra sería la situación para este bello y hospitalario país. Y como todo lo que pasa a diario, en mayo han sucedido acontecimientos reprobables y funestos para el país pero también abunda en fechas memorables a tener siempre presente.
En mayo de 1978 gobernaba el general Kjell Eugenio Laugerud García (1 de julio de 1974 – 1 de julio de 1978). Laugerud García fue uno más de los presidentes impuestos luego de la realización de descaradas y fraudulentas votaciones. En su caso, el Congreso de la República lo designó ilegítimamente como presidente “electo”. Durante su gobierno se cometieron no pocas atrocidades. El lunes 29 de mayo, las tropas del ejército represivo y contrainsurgente, reprimieron una manifestación pacífica de campesinos q’eqchi’s en Panzós, uno de los 15 municipios del norteño departamento de Alta Verapaz, y que costó la vida a decenas de hombres, mujeres, niños y ancianos.
En mayo de 1993, el entonces presidente Jorge Serrano Elías (14 de enero de 1991 – 29 de mayo de 1993) intentó un autogolpe de Estado que culminó con su derrocamiento. Su salida del gobierno no se tradujo en algún cambio de alguna significación para Guatemala. Al contrario, las cosas han empeorado y no se avizora en el corto o mediano plazo una transformación institucionalmente de fondo que acabe con el sistema social, económico, político e institucional impuesto por la rancia, egoísta y prepotente oligarquía local.
Mucho más recientes son los sucesos de mayo del año pasado en que se puso al país al borde del caos. El asesinato la mañana del domingo 10 del licenciado Rodrigo Rosenberg fue la chispa con la que la ultraderecha intentó incendiar la pradera. Todo apuntaba en dirección a la deposición de las actuales autoridades de gobierno, y si quienes estuvieron detrás de las manifestaciones de “las camisas blancas” lo hubieran logrado, lo más seguro es que ahora estaríamos todavía peor. Lo cierto es que este mayo, que recién está comenzando, no presagia nada bueno.
Luego de las columnas hasta ahora publicadas, me pregunto si he cumplido con lo que me propuse.
Tengo en cuenta la seria responsabilidad que asumí al adquirir semejante compromiso. Compartir las páginas de este vespertino con algunos destacados, serios y acuciosos analistas y comentaristas, no es tarea fácil. Ninguna duda tuve cuando decidí que lo que habría de abordar fuera lo referente a la política. El hecho de decidirlo así, me ha obligado a estudiar y analizar los hechos en los que la política se concreta, su dinámica, complejidad y secuencia. En muchas oportunidades me he ocupado de lo que configura nuestro entorno internacional.
En su dinámica, complejidad y secuencia, la política hay que sistematizarla, analizarla y comentarla con base en los hechos, sus causas y manifestaciones, efectos y consecuencias, desarrollo y desenvolvimiento.
Por lo que llevo leído y estudiado, con lo que más me he encontrado es que entre algunos analistas, comentaristas y políticos, lo predominante es su tendencia a ocuparse, analizar, examinar y comentar el qué hacer político centrando su atención en los efectos y no en sus causas. De ahí que su análisis sea parcial, sesgado, incompleto, y si es así como analizan los hechos, las conclusiones a que puedan arribar resultan siendo, igualmente, limitadas, esquemáticas y que lo que propongan resolver sean los efectos y no las causas. En esto residen las grandes limitaciones, esquematismo y estrechez del reformismo en todas sus formas. El revolucionario, por su parte, estudia, analiza, sistematiza, interpreta y explica cada fenómeno o momento del sistema social y el modelo económico imperante para transformarlo revolucionariamente y pasar a una etapa superior de desarrollo económico y social.
El 9 de mayo de 1945, el Ejército Rojo derrotó a la soldadesca nazi en Berlín e izó la bandera de la victoria en el Reichstag. Hoy, hace 182 años nacía en Tréveris, Alemania, Karl Marx.
La ocasión es propicia para reiterar que en política pierde el rumbo quien no dispone de una guía para la acción revolucionaria, carece de la inteligencia suficiente para actualizarla permanentemente y aplicarla de acuerdo a las condiciones propias de su país; reniega o abjura de su pasado, las convicciones, ideología y militancia que alguna vez haya tenido, y se olvida de qué lado está el deber.
Tengo a la vista la edición del miércoles 8 de mayo de 2002 del Diario La Hora y la amarillenta hoja del almanaque de aquél mes y año. De acuerdo al Calendario Gregoriano, este sábado, hará 416 semanas que se publicó en este prestigioso rotativo de la tarde mi primera columna. Con la de hoy, suman 376 las que han sido semanalmente incluidas en su sección de Opinión.
Mayo es el mes en que la primavera luce en todo su esplendor. Ya una vez me referí a lo que alguien me confió respecto a lo que expresó un visitante español luego de su estancia en nuestro país. A su regreso a España, dijo que si Guatemala estuviera gobernada por su clima, otra sería la situación para este bello y hospitalario país. Y como todo lo que pasa a diario, en mayo han sucedido acontecimientos reprobables y funestos para el país pero también abunda en fechas memorables a tener siempre presente.
En mayo de 1978 gobernaba el general Kjell Eugenio Laugerud García (1 de julio de 1974 – 1 de julio de 1978). Laugerud García fue uno más de los presidentes impuestos luego de la realización de descaradas y fraudulentas votaciones. En su caso, el Congreso de la República lo designó ilegítimamente como presidente “electo”. Durante su gobierno se cometieron no pocas atrocidades. El lunes 29 de mayo, las tropas del ejército represivo y contrainsurgente, reprimieron una manifestación pacífica de campesinos q’eqchi’s en Panzós, uno de los 15 municipios del norteño departamento de Alta Verapaz, y que costó la vida a decenas de hombres, mujeres, niños y ancianos.
En mayo de 1993, el entonces presidente Jorge Serrano Elías (14 de enero de 1991 – 29 de mayo de 1993) intentó un autogolpe de Estado que culminó con su derrocamiento. Su salida del gobierno no se tradujo en algún cambio de alguna significación para Guatemala. Al contrario, las cosas han empeorado y no se avizora en el corto o mediano plazo una transformación institucionalmente de fondo que acabe con el sistema social, económico, político e institucional impuesto por la rancia, egoísta y prepotente oligarquía local.
Mucho más recientes son los sucesos de mayo del año pasado en que se puso al país al borde del caos. El asesinato la mañana del domingo 10 del licenciado Rodrigo Rosenberg fue la chispa con la que la ultraderecha intentó incendiar la pradera. Todo apuntaba en dirección a la deposición de las actuales autoridades de gobierno, y si quienes estuvieron detrás de las manifestaciones de “las camisas blancas” lo hubieran logrado, lo más seguro es que ahora estaríamos todavía peor. Lo cierto es que este mayo, que recién está comenzando, no presagia nada bueno.
Luego de las columnas hasta ahora publicadas, me pregunto si he cumplido con lo que me propuse.
Tengo en cuenta la seria responsabilidad que asumí al adquirir semejante compromiso. Compartir las páginas de este vespertino con algunos destacados, serios y acuciosos analistas y comentaristas, no es tarea fácil. Ninguna duda tuve cuando decidí que lo que habría de abordar fuera lo referente a la política. El hecho de decidirlo así, me ha obligado a estudiar y analizar los hechos en los que la política se concreta, su dinámica, complejidad y secuencia. En muchas oportunidades me he ocupado de lo que configura nuestro entorno internacional.
En su dinámica, complejidad y secuencia, la política hay que sistematizarla, analizarla y comentarla con base en los hechos, sus causas y manifestaciones, efectos y consecuencias, desarrollo y desenvolvimiento.
Por lo que llevo leído y estudiado, con lo que más me he encontrado es que entre algunos analistas, comentaristas y políticos, lo predominante es su tendencia a ocuparse, analizar, examinar y comentar el qué hacer político centrando su atención en los efectos y no en sus causas. De ahí que su análisis sea parcial, sesgado, incompleto, y si es así como analizan los hechos, las conclusiones a que puedan arribar resultan siendo, igualmente, limitadas, esquemáticas y que lo que propongan resolver sean los efectos y no las causas. En esto residen las grandes limitaciones, esquematismo y estrechez del reformismo en todas sus formas. El revolucionario, por su parte, estudia, analiza, sistematiza, interpreta y explica cada fenómeno o momento del sistema social y el modelo económico imperante para transformarlo revolucionariamente y pasar a una etapa superior de desarrollo económico y social.
El 9 de mayo de 1945, el Ejército Rojo derrotó a la soldadesca nazi en Berlín e izó la bandera de la victoria en el Reichstag. Hoy, hace 182 años nacía en Tréveris, Alemania, Karl Marx.
La ocasión es propicia para reiterar que en política pierde el rumbo quien no dispone de una guía para la acción revolucionaria, carece de la inteligencia suficiente para actualizarla permanentemente y aplicarla de acuerdo a las condiciones propias de su país; reniega o abjura de su pasado, las convicciones, ideología y militancia que alguna vez haya tenido, y se olvida de qué lado está el deber.
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