La Hora, 8 de mayo de 2002
Tengo a la vista la edición del miércoles 8 de mayo de 2002 del Diario La Hora y la amarillenta hoja del almanaque de aquél mes y año. De acuerdo al Calendario Gregoriano, este sábado, hará 416 semanas que se publicó en este prestigioso rotativo de la tarde mi primera columna. Con la de hoy, suman 376 las que han sido semanalmente incluidas en su sección de Opinión.
Mayo es el mes en que la primavera luce en todo su esplendor. Ya una vez me referí a lo que alguien me confió respecto a lo que expresó un visitante español luego de su estancia en nuestro país. A su regreso a España, dijo que si Guatemala estuviera gobernada por su clima, otra sería la situación para este bello y hospitalario país. Y como todo lo que pasa a diario, en mayo han sucedido acontecimientos reprobables y funestos para el país pero también abunda en fechas memorables a tener siempre presente.
En mayo de 1978 gobernaba el general Kjell Eugenio Laugerud García (1 de julio de 1974 – 1 de julio de 1978). Laugerud García fue uno más de los presidentes impuestos luego de la realización de descaradas y fraudulentas votaciones. En su caso, el Congreso de la República lo designó ilegítimamente como presidente “electo”. Durante su gobierno se cometieron no pocas atrocidades. El lunes 29 de mayo, las tropas del ejército represivo y contrainsurgente, reprimieron una manifestación pacífica de campesinos q’eqchi’s en Panzós, uno de los 15 municipios del norteño departamento de Alta Verapaz, y que costó la vida a decenas de hombres, mujeres, niños y ancianos.
En mayo de 1993, el entonces presidente Jorge Serrano Elías (14 de enero de 1991 – 29 de mayo de 1993) intentó un autogolpe de Estado que culminó con su derrocamiento. Su salida del gobierno no se tradujo en algún cambio de alguna significación para Guatemala. Al contrario, las cosas han empeorado y no se avizora en el corto o mediano plazo una transformación institucionalmente de fondo que acabe con el sistema social, económico, político e institucional impuesto por la rancia, egoísta y prepotente oligarquía local.
Mucho más recientes son los sucesos de mayo del año pasado en que se puso al país al borde del caos. El asesinato la mañana del domingo 10 del licenciado Rodrigo Rosenberg fue la chispa con la que la ultraderecha intentó incendiar la pradera. Todo apuntaba en dirección a la deposición de las actuales autoridades de gobierno, y si quienes estuvieron detrás de las manifestaciones de “las camisas blancas” lo hubieran logrado, lo más seguro es que ahora estaríamos todavía peor. Lo cierto es que este mayo, que recién está comenzando, no presagia nada bueno.
Luego de las columnas hasta ahora publicadas, me pregunto si he cumplido con lo que me propuse.
Tengo en cuenta la seria responsabilidad que asumí al adquirir semejante compromiso. Compartir las páginas de este vespertino con algunos destacados, serios y acuciosos analistas y comentaristas, no es tarea fácil. Ninguna duda tuve cuando decidí que lo que habría de abordar fuera lo referente a la política. El hecho de decidirlo así, me ha obligado a estudiar y analizar los hechos en los que la política se concreta, su dinámica, complejidad y secuencia. En muchas oportunidades me he ocupado de lo que configura nuestro entorno internacional.
En su dinámica, complejidad y secuencia, la política hay que sistematizarla, analizarla y comentarla con base en los hechos, sus causas y manifestaciones, efectos y consecuencias, desarrollo y desenvolvimiento.
Por lo que llevo leído y estudiado, con lo que más me he encontrado es que entre algunos analistas, comentaristas y políticos, lo predominante es su tendencia a ocuparse, analizar, examinar y comentar el qué hacer político centrando su atención en los efectos y no en sus causas. De ahí que su análisis sea parcial, sesgado, incompleto, y si es así como analizan los hechos, las conclusiones a que puedan arribar resultan siendo, igualmente, limitadas, esquemáticas y que lo que propongan resolver sean los efectos y no las causas. En esto residen las grandes limitaciones, esquematismo y estrechez del reformismo en todas sus formas. El revolucionario, por su parte, estudia, analiza, sistematiza, interpreta y explica cada fenómeno o momento del sistema social y el modelo económico imperante para transformarlo revolucionariamente y pasar a una etapa superior de desarrollo económico y social.
El 9 de mayo de 1945, el Ejército Rojo derrotó a la soldadesca nazi en Berlín e izó la bandera de la victoria en el Reichstag. Hoy, hace 182 años nacía en Tréveris, Alemania, Karl Marx.
La ocasión es propicia para reiterar que en política pierde el rumbo quien no dispone de una guía para la acción revolucionaria, carece de la inteligencia suficiente para actualizarla permanentemente y aplicarla de acuerdo a las condiciones propias de su país; reniega o abjura de su pasado, las convicciones, ideología y militancia que alguna vez haya tenido, y se olvida de qué lado está el deber.
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