El cada vez más incierto
proceso “electoral”
Aunque se está a diez meses de que el Tribunal Supremo
Electoral (TSE) convoque a “elecciones” generales a realizarse la primera o
segunda semana de septiembre de 2015, lo que ha estado ocurriendo últimamente
en lo “electoral”, político y gubernamental, perturba y complica cada vez más
la situación nacional; ninguna certeza se puede tener de lo que pudiera suceder
de aquí al 14 de enero de 2016.
Varios partidos
han nominado a sus precandidatos a la Presidencia y, aunque se está pendiente
de que definan a quienes podrían ser los compañeros o compañeras de fórmula,
nada se puede decir que está ya definido: pueden ocurrir “cambios” que alteren
lo “convenido” a nivel de Comités Ejecutivos o por “disposición” de los dueños
de los agrupamientos en condiciones de inscribir candidatos a cargos de
“elección”.
De los
presidenciables, resulta difícil encontrar que haya uno o más de uno que pueda
y vaya a “sacar” al país de la situación en que está. En tales condiciones,
quien resultase “electo” vendría a ser la repetición o, mejor dicho, la
continuidad de lo que ha ocurrido durante las siete votaciones que han tenido
lugar en las tres últimas décadas. Esto, por un lado.
Por el otro, en
tanto que nada hay ya definido cabe presupuestar reajustes y reacomodos que no
serían, precisamente, por decisión de las dirigencias y bases partidarias sino
por quienes tienen secuestrado el poder político y gubernamental: la élite oligárquica
y su empresariado organizado, los poderes fácticos y paralelos, el crimen
organizado, el narcotráfico y lo que “sugiriera” o “recomendara” la Embajada de
la avenida de La Reforma, muy dada, por cierto, a inmiscuirse en nuestros
asuntos internos en momentos convulsos y complicados como el actual.
Además, tanto en
el partido gobernante como en los que se presentan como de oposición, nada está
definido. En el PP no parece haber acuerdo acerca del pre candidato a nominar y
la dificultad les es aún mayor porque en sus filas no se vislumbra que haya
alguien con capacidad y competencia, solvencia y honestidad para que sea
aceptado por el poder real y que la ciudadanía se aventure a “apoyar”.
Con los partidos
de “oposición” (Líder —que ahora resulta que ya “no tiene” presidenciable—, UNE
y Todos —de cuyo pre candidato se puede prescindir—), sucede otro tanto igual
con el agravante de que con el que resultase “electo”, el poder “pasaría” a
manos de quien vendría a ser algo peor de los que ya han gobernando al país y
la continuidad y prolongación de la ingobernabilidad, un mayor agravamiento de
la situación económica, financiera, política e institucional, social, educativa
y de salud, corrupción e impunidad, inseguridad ciudadana, pobreza,
desigualdad, discriminación e inequidad e injusticia social.
Si las
votaciones del 2011, constituyeron el último eslabón de la cadena de
gobernantes “electos” durante la llamada transición democrática, las del año
entrante (que sólo podrán “celebrarse” si al poder real le conviene, encuentra
a quien “apoyar” y de quien o de quienes prescindir), podrían pasar a ser la
sepultura del sistema electoral y de partidos, de la institucionalidad y
gobernabilidad, así como, además, de las formales y cosméticas reformas a la
Ley Electoral y de Partidos Políticos… si se llegasen a aprobar.
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