jueves, 20 de septiembre de 2012



Transición democrática,
de derecha

De los ocho gobernantes de estos 26 años, dos de ellos (Álvaro Arzú y Óscar Berger) corresponden a posiciones de la derecha neoliberal y privatizadora; tres (Jorge Serrano, Alfonso Portillo y Álvaro Colom), a las del centro-derecha y dos (Marco Vinicio Cerezo y Ramiro De León Carpio), oscilaron del centro-derecha a la derecha. En cuanto al actual, el del general Otto Pérez Molina, es la continuidad de la derecha empresarial, neoliberal y privatizadora de Arzú (1996-2000) y Berger (2004-2008).

Del gobierno del presidente Cerezo Arévalo (1996-1991), se esperaba, al menos, que correspondiera al ideario social cristiano de su partido, la Democracia Cristiana Guatemalteca (DCG). Sin embargo, sus limitaciones, debilidades e indecisión, no se lo permitieron, lo ataron de pies y manos, y si concluyó su periodo fue a cambio de no afectar los privilegios con que los gobiernos militares que le antecedieron compensaron a la élite empresarial y patronal por la complicidad y apoyo a sus crímenes y atrocidades contra el pueblo.

Los presidentes Serrano Elías (1991-1993), Portillo Cabrera (2000-2004) y Colom Caballeros (2008-2012), intentaron, a su modo, enfrentarse a los dueños del país y debilitar su poder; si no lo lograron, es porque --además de la corrupción, abuso de poder, ingobernabilidad e inestabilidad a que orillaron al país y de lo que no están exentos los demás gobernantes--, incurrieron en el error de apoyarse en redes, fuerzas y poderes corruptos que, en lugar de contribuir a conseguirlo, malograron lo que no pasó de ser meros intentos y fracasadas intenciones.

Al presidente De León Carpio (1993-1996) --designado por una legislatura que durante su período fue depurada-- le correspondió suceder a Serrano Elías después del intento de autogolpe del 25 de mayo. La situación y condiciones no podían ser las mejoras a fin de democratizar el país y legitimar un verdadero y real estado de Derecho. Sin embargo, su gestión se limitó a asegurar la continuidad de lo decidido y acordado por el poder oligárquico y patronal, la embajada de Estados Unidos y el gobierno de facto de Mejía Víctores y su camarilla militar.

Durante la “transición democrática” los siete gobernantes “electos” y el designado por el Congreso, no han podido ni tenido la voluntad y decisión de dejar de gobernar en interés de la élite económica y patronal, el empresariado organizado y los poderes fácticos y paralelos. Se está, entonces, ante una transición de derecha, típicamente gatopardista.

A estos intereses y poderes corresponden los diferentes “partidos y fuerzas” que se han sucedido en el gobierno y que, por su naturaleza y carácter, acaban dividiéndose, desgastados y agotándose. Es lo que comienza a advertirse en el ahora partido oficial.

La dirigencia del Partido Patriota (PP), empieza a dar señas de estar afectada por fisuras internas y un diferenciado alineamiento de sus integrantes y su bancada de diputados, en unos casos, alrededor del presidente Pérez Molina y, en otros, de la vicepresidente, señora Baldetti. La vicepresidente, es la secretaria general del partido oficial.
En todo caso, la “elección” de un gobernante militar y el ascenso al poder del PP, confirma que la “transición democrática” ha servido para asegurar la continuidad de gobiernos de derecha, mantener el statu quo y que la situación y condiciones del país sean aprovechadas a conveniencia de la cúpula militar, la élite oligárquica y patronal, el empresariado organizado, los poderes fácticos y paralelos, así como de las empresas trasnacionales y del gobierno estadounidense.
El pueblo, entre tanto, sigue estando como en 1986 y, en algunos casos, peor.  Como se ve que van y están las cosas, no extraña que el desgaste del gobierno y su partido, esté dándose mucho antes de lo que pudieron imaginar sus partidarios, para alegría y complacencia de su furibunda e inconsistente oposición y el enojo de la élite oligárquica y patronal, además de la molestia y nerviosismo en más de algún sector del empresariado organizado. Se me decía ayer que tan acelerado desgaste, la improvisación e ineficiencia gubernamental y administrativa no sorprende a la comunidad y cooperación internacional y que sí incomoda a la embajada de Estados Unidos en el país.

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