Transición democrática,
de derecha
De los ocho gobernantes de estos 26 años, dos de ellos
(Álvaro Arzú y Óscar Berger) corresponden a posiciones de la derecha neoliberal
y privatizadora; tres (Jorge Serrano, Alfonso Portillo y Álvaro Colom), a las
del centro-derecha y dos (Marco Vinicio Cerezo y Ramiro De León Carpio),
oscilaron del centro-derecha a la derecha. En cuanto al actual, el del general Otto
Pérez Molina, es la continuidad de la derecha empresarial, neoliberal y
privatizadora de Arzú (1996-2000) y Berger (2004-2008).
Del gobierno del presidente Cerezo Arévalo
(1996-1991), se esperaba, al menos, que correspondiera al ideario social
cristiano de su partido, la Democracia Cristiana Guatemalteca (DCG). Sin
embargo, sus limitaciones, debilidades e indecisión, no se lo permitieron, lo
ataron de pies y manos, y si concluyó su periodo fue a cambio de no afectar los
privilegios con que los gobiernos militares que le antecedieron compensaron a
la élite empresarial y patronal por la complicidad y apoyo a sus crímenes y
atrocidades contra el pueblo.
Los presidentes Serrano Elías (1991-1993), Portillo
Cabrera (2000-2004) y Colom Caballeros (2008-2012), intentaron, a su modo,
enfrentarse a los dueños del país y debilitar su poder; si no lo lograron, es
porque --además de la corrupción, abuso de poder, ingobernabilidad e
inestabilidad a que orillaron al país y de lo que no están exentos los demás
gobernantes--, incurrieron en el error de apoyarse en redes, fuerzas y poderes
corruptos que, en lugar de contribuir a conseguirlo, malograron lo que no pasó
de ser meros intentos y fracasadas intenciones.
Al presidente De León Carpio (1993-1996) --designado
por una legislatura que durante su período fue depurada-- le correspondió
suceder a Serrano Elías después del intento de autogolpe del 25 de mayo. La
situación y condiciones no podían ser las mejoras a fin de democratizar el país
y legitimar un verdadero y real estado de Derecho. Sin embargo, su gestión se
limitó a asegurar la continuidad de lo decidido y acordado por el poder
oligárquico y patronal, la embajada de Estados Unidos y el gobierno de facto de Mejía Víctores y su
camarilla militar.
Durante la “transición democrática” los siete
gobernantes “electos” y el designado por el Congreso, no han podido ni tenido
la voluntad y decisión de dejar de gobernar en interés de la élite económica y
patronal, el empresariado organizado y los poderes fácticos y paralelos. Se
está, entonces, ante una transición de derecha, típicamente gatopardista.
A estos intereses y poderes corresponden los diferentes “partidos y fuerzas” que se
han sucedido en el gobierno y que, por su naturaleza y carácter, acaban
dividiéndose, desgastados y agotándose. Es lo que comienza a advertirse en el
ahora partido oficial.
La dirigencia del Partido Patriota (PP), empieza a dar
señas de estar afectada por fisuras internas y un diferenciado alineamiento de
sus integrantes y su bancada de diputados, en unos casos, alrededor del
presidente Pérez Molina y, en otros, de la vicepresidente, señora Baldetti. La
vicepresidente, es la secretaria general del partido oficial.
En todo caso, la “elección” de un gobernante militar y
el ascenso al poder del PP, confirma que la “transición democrática” ha servido
para asegurar la continuidad de gobiernos de derecha, mantener el statu quo y que la situación y
condiciones del país sean aprovechadas a conveniencia de la cúpula militar, la
élite oligárquica y patronal, el empresariado organizado, los poderes fácticos
y paralelos, así como de las empresas trasnacionales y del gobierno estadounidense.
El pueblo, entre tanto, sigue estando como en 1986 y,
en algunos casos, peor. Como se ve que van y
están las cosas, no extraña que el desgaste del gobierno y su partido, esté
dándose mucho antes de lo que pudieron imaginar sus partidarios, para alegría y
complacencia de su furibunda e inconsistente oposición y el enojo de la élite
oligárquica y patronal, además de la molestia y nerviosismo en más de algún
sector del empresariado organizado. Se me decía ayer que tan acelerado
desgaste, la improvisación e ineficiencia gubernamental y administrativa no
sorprende a la comunidad y cooperación internacional y que sí incomoda a la
embajada de Estados Unidos en el país.
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