Del origen de las Constituciones de
1945, 1956, 1965 y 1985, y su vigencia
A
partir de 1945, han sido emitidas cuatro Constituciones,
y derogadas cinco. Las Constituciones o son abolidas y decretadas después de un
movimiento revolucionario triunfante o por golpes de Estado militares. Una
Constitución emitida por un movimiento revolucionario en el poder, legitima los
cambios en lo económico, social, político e institucional, en interés del
pueblo y el país. Las decretadas después de un golpe de Estado militar, por el
contrario, legitiman el sistema económico, social, político e institucional en
interés del poder oligárquico y patronal y cierran toda posibilidad de cambios a
favor de las mayorías. Es lo que ha acontecido en Guatemala en estos 67 años.
La Constitución y sus reformas y modificaciones
vigentes al 20 de Octubre de 1944, fue derogada por La Junta Cívico Militar que
en la madrugada de aquél día derrocó al general Federico Ponce Vaides (1 de
julio de 1944 – 20 de octubre de 1944). La Asamblea Nacional Constituyente --electa
popular y democráticamente a finales de 1944--, decretó el 11 de marzo de 1945
la Constitución de la República de Guatemala que, a su vez, fue derogada
inmediatamente después de la intervención norteamericana al país. Se abolieron,
además, las conquistas revolucionarias de la Primavera Democrática iniciada en
1944 y violentamente interrumpida diez años después.
Durante el gobierno de Castillo Armas, “electo”
mediante plebiscito emitido a viva voz,
se emitió la Constitución de 1956. En sus diez años de vigencia, gobernó el
propio Castillo Armas (1954 – 1957), además de un mandatario interino que sólo
estuvo tres meses en el poder, un designado que lo ocupó cinco meses y el
general Miguel Ydígoras Fuentes, que asumió la presidencia el 2 de marzo de
1958. Castillo Armas fue asesinado en la Casa Presidencial el 26 de julio de
1957.
La conservadora, reaccionaria y anticomunista Constitución
de 1956, fue derogada por el golpe de Estado militar del 30 de marzo de 1963 y
que, encabezado por el ministro de la Defensa, coronel Carlos Enrique Peralta
Azurdia, depuso al corrupto gobierno
ydigorista. La Asamblea Nacional Constituyente, “electa” bajo ese régimen de facto, decretó la Constitución de
1965 que institucionalizó el terrorismo y la contrainsurgencia como política de
Estado. El 1 de julio de 1966, Peralta Azurdia entregó el gobierno al
licenciado Julio César Méndez Montenegro (1966 – 1970).
La Constitución de 1956, fue derogada luego del golpe
de Estado que derrocó al régimen militar, represivo y terrorista del general
Romeo Lucas García. A Lucas García (1978 – 1982), le correspondió asegurar la
continuidad de los impuestos gobiernos militares de fuerza de los generales
Carlos Manuel Arana Osorio (1970 – 1974) y Kjell Eugenio Laugerud García (1974 – 1978), respectivamente.
Por su parte, el 23 de marzo de 1982 fue derrocado Lucas
García. El general José Efraín Ríos Montt se hizo cargo de la jefatura del Estado.
Gobernó hasta el 8 de agosto de 1983. Fue depuesto por su ministro de la Defensa,
general Óscar Humberto Mejía Víctores durante cuyo gobierno (1983 – 1986) se
emitió la Constitución actualmente vigente. Como la de 1965, fue decretada por
una Asamblea Nacional Constituyente “electa” durante un gobierno de facto.
En consecuencia, de las cuatro Constituciones emitidas,
tres tuvieron una vigencia de alrededor de diez años. La actual, hace 27 años
que está vigente. En tanto continuación de la de 1956 y de la de 1965, prolonga el sistema económico, social,
político e institucional impuesto a raíz de la intervención norteamericana. Ni
por su contenido y naturaleza, ha viabilizado la “transición democrática” como
se dijo que se inauguraría en el país con su entrada en vigor y que a los
regímenes militares los sucedieran gobernante civiles “popularmente electos”.
Además, corresponde a
los intereses de la ahora cada vez más enriquecida y excluyente élite oligárquica,
el sector empresarial organizado, ejecutivos y tecnócratas a su servicio, grupos
paralelos y poderes fácticos y de las multinacionales y el imperialismo en su actual
fase neoliberal y globalización, guerras de ocupación y conquista y los nenúfares, sus nuevas bases repartidas
por el globo, como lo asegura el Profesor David Vine.
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