El poder pone a prueba,
corrompe y desgasta
Parafraseando a quien hizo de la política un arte y una
ciencia, una teoría y una práctica para la toma del poder político, se puede
decir que, para el caso de nuestro país, es más fácil tomar el poder, que
saberlo defender y sostener. Sucede, además, que quien lo ejerce suele marearse, envanecerse, corromperse y
desgastarse. Lo común es que fracase y sucumba y no logre salir bien de
semejante prueba.
En Guatemala lo que ha ocurrido durante los ocho últimos
períodos de gobierno, es así. Uno de ellos fue designado por una legislatura
que después fue depurada. Los otros, resultaron “electos” sin contar con el respaldo mayoritario de la
ciudadanía y, menos, de la población. Lo cierto es que al final de su período gubernamental,
ninguno ha logrado pasar exitosamente tan desafiante prueba.
Los liderazgos en el país se improvisan, son de
momento y ocasionales. Tampoco se cuenta con estadistas a quienes se les pueda
confiar la dirección y conducción ejecutiva del Estado, la función de legislar
y la impartición de justicia. Esto, en mi opinión, es a causa de que, como el
sistema está inmerso en una prolongada crisis por agotamiento y caducidad, los
sucesivos gobernantes, autoridades e instituciones, a su vez, tienden a
debilitarse y desgastarse, en unos casos, más aceleradamente que en otros.
A cien días de que el actual gobierno asumió el poder,
son muchas las dudas que se tienen respecto a que la gestión pública esté
siendo manejada y conducida competentemente. En los medios de difusión son
muchos los señalamientos que se hacen con relación a la corrupción, aunque
hasta ahora nada se haya comprobado.
Tampoco resultan siendo meras conjeturas lo que se
dice y opina respecto a las pugnas al interior del gabinete y en otras
dependencias por el control del poder, la probable sucesión --pese a que
todavía está lejos-- y a qué sectores al servicio del poder oligárquico y
patronal y de los poderes paralelos, habrá que compensar su financiamiento de
campaña con los negocios a cargo del Estado y a cuáles desplazar.
Todo
indica que los campos están configurándose en medio de no pocas dificultades y
que nada está definido. En esas disputas, es sintomático lo que se supo ayer.
En el Congreso de la República, la bancada oficial se habría dividido en dos
bloques y, un tercero, declarado neutral.
Por aparte, es muy poco el margen de que dispone el
gobernante para convencer y dar certeza de que, al menos, en siete ministerios
(Finanzas, Economía, Relaciones Exteriores, Educación, Trabajo, Agricultura y
Salud), la gestión y conducción sea competente, eficiente y eficaz o que más de
alguna Secretaría logre despegar.
Para el titular de la de Seguridad Alimentaria y
Nutricional (SESAN), junto a los pocos avances que se reconoce que ha habido en
la ejecución del Programa Hambre Cero, hay que esperar “que la respuesta de los
ministros” se haga sentir, previo a finalizar el año. En la reunión de gabinete
del domingo el presidente Pérez Molina se dice que reconoció problemas en la
ejecución del programa y “que las principales metas que acompañan al proyecto…
siguen sin arrancar”. En la misma situación y condiciones podrían estar otras
de las Secretarias que no parece que marchan en la dirección para las que
fueron creadas.
Además, son muchos los indicios y elementos que ponen
en duda la competencia e idoneidad de quienes tienen a su cargo aconsejar al
mandatario en qué dirección encaminar las reformas a la Constitución, sus
reales y verdaderos objetivos así como los pasos a seguir.
De quienes se conoce su opinión son muchas las dudas y cuestionamientos
que motivan y muy pobre la sustentación en que las fundamentan a lo que cabe
agregar la falta de una consistente y explicativa exposición de motivos que
sirviera de base para darle credibilidad y certeza y fijar posición respecto a
lo que se pretende que la población apruebe.
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