Retorno al pasado
Durante la década revolucionaria del siglo pasado y
ante los cambios y transformaciones que estaban teniendo lugar en Guatemala,
entre la clase media y los entonces ricos y potentados terratenientes
semifeudales y en las esferas gubernamentales estadounidenses, se añoraba el
“orden y tranquilidad” de la dictadura ubiquista. Se fue incubando, de esa
manera, una oposición y resistencia al arevalismo y el arbencismo, a los
sindicatos y el movimiento campesino, a los partidos de la revolución y a la
clase obrera. Y, lo más grave, se inculcaba la idea y propósito de volver a aquél
funesto pasado. Lo demás, es de sobra conocido.
Políticamente hablando, ante los cambios, por mínimos
o profundos que sean y que tienen lugar en varios países y regiones del mundo,
es ése añorar el pasado conservador e impulsar su retorno, lo que caracteriza
el proceder de los gobernantes estadounidenses y los sectores reaccionarios y
conservadores de todo el mundo.
Al imperio estadounidense y a los reaccionarios y
conservadores, les es incómodo, irrita y estorba lo que, aún con sus
limitaciones, contradicciones y debilidades, ha estado ocurriendo en el Medio
Oriente y lo que representa el movimiento de los indignados en Europa y en el
propio Estados Unidos. Les incomoda, irrita y estorba, la vigorosa y ejemplar
lucha de los estudiantes chilenos.
Su irritación y belicosidad es aún mayor contra la
Revolución cubana, sus avances y conquistas económicas, políticas,
institucionales y sociales. No lo es menos ante las transformaciones que están teniendo
lugar en la República Bolivariana de Venezuela, en el Estado plurinacional de
Bolivia y con la Revolución Ciudadana en Ecuador, tanto como lo que acontece en
Brasil, Argentina y Uruguay.
En Centro América, hace tres años, no le fue difícil a
la CIA estadounidense y demás oficinas de inteligencia a su servicio,
establecer que Honduras era el eslabón más débil de la nueva situación que se
empieza a crear a partir del retorno al poder del sandinismo en Nicaragua en
2006 y de la victoria electoral del Frente Farabundo Martí para la Liberación
Nacional (FMLN) en El Salvador, el 15 de marzo de 2009.
Con el golpe de Estado del 28 de junio de 2009, se
interceptó violentamente en Honduras un proceso de cambio en ciernes y se
regresó al país al pasado autoritario, dictatorial y represivo.
Es, en cierta forma, lo que acaba de suceder en
Paraguay. Suficientemente documentado está, además de comprobado, que detrás
del derrocamiento del presidente Fernando Lugo está la mano del imperio y de la
reacción y el conservadurismo paraguayo y que lo que consiguen con ello es
interceptar y contener por la fuerza un igualmente incipiente proceso de
cambio, y tratar de retornar al Paraguay al oprobioso pasado de los 34 años en
que gobernó Stroessner.
La experiencia enseña, y los hechos confirman, que los
procesos de cambio que soberanamente se deciden impulsar en un país, son más
vulnerables cuando se están iniciando y sus enemigos y adversarios empiezan a
darse cuenta y advertir que tienden a avanzar, profundizarse y consolidar. Es
lo que con sus diferencias, rasgos y características propias de cada país,
tiene en común el golpe de Estado en Honduras y el de Paraguay. Hay una
coincidencia más. En Honduras se derroca al presidente Zelaya cuando más cerca
se está de las elecciones y el derrocamiento del presidente Lugo, ocurre en
parecidas circunstancias.
Con la situación y condiciones que se crean en
Honduras a partir del golpe de Estado y la “elección” del presidente Lobo, se
modifica la correlación de fuerzas a favor de lo más reaccionario y conservador
del área y esta correlación se refuerza el pasado 14 de enero en Guatemala, con
el arribo al gobierno del conservador, reaccionario y derechista Partido
Patriota (PP).
La gran tarea solidaria y fraternal en cada pueblo y
país de nuestro Continente pasa, ahora, por la lucha a favor de la democracia,
el desarrollo, el progreso, la justicia social, la verdadera y real
independencia nacional y el apoyo a los cambios estructurales en América Latina
y el Caribe, contribuir a desbaratar las maniobras golpistas contra el
presidente Evo Morales y lograr la derrota de los planes de Washington y la
reacción conservadora por el retorno al pasado.
De alguna manera, el todavía no resuelto retorno del
PRI al gobierno en México, puede que tenga esa connotación y marche,
simultáneamente, en dirección de castigar el fracaso gubernamental del ultra
conservadurismo panista y cerrarle el paso a la alternativa social y popular,
democrática e incluyente, participativa y transformadora de López Obrador.
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