jueves, 19 de julio de 2012

A media semana

Naturaleza y carácter
del Estado guatemalteco


El recién pasado 14, el Organismo Ejecutivo y el Congreso de la República arribaron a sus primeros seis meses de gestión: el Ejecutivo, como encargado de los asuntos de la administración pública; el Congreso, en su función de legislar y fiscalizar los actos de Gobierno. El Organismo Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial conforman los tres Poderes del Estado.

Según la Constitución Política, “Guatemala es un Estado libre, independiente y soberano, organizado para garantizar a sus habitantes el goce de sus derechos y libertades. Su sistema de gobierno es republicano, democrático y representativo” (Artículo 140). El Presidente de la República “es el jefe del Estado”; como tal, “ejerce las funciones del Organismo Ejecutivo por mandato del pueblo” (Artículo 182).

Lo anteriormente transcrito define, formalmente, la naturaleza y carácter del Estado guatemalteco. Su real y verdadera naturaleza y carácter, es otro. Que yo sepa, no hay en ningún país del mundo un solo Estado que no corresponda a determinados intereses de clase, los salvaguarde y tutele, defienda y represente. Históricamente, es así. Guatemala, no es la excepción.

El Estado guatemalteco es, por su naturaleza y carácter, un Estado al servicio de las tradicionales clases dominantes. El proceso revolucionario iniciado el 20 de octubre de 1944 --violentamente interrumpido por la intervención norteamericana el 27 de junio de 1954--, no alcanzó a modificar esa naturaleza y carácter, aunque algo avanzó, muy significativamente, para ir configurando un Estado al servicio del pueblo y la nación, el desarrollo y el progreso económico y social, la independencia y soberanía nacional.

En lo institucional, el Estado guatemalteco tiende a ser un Estado cada vez más débil y, en lo económico, en tanto que sólo se le asigna la atribución de orientar la economía nacional y que “cuando sea necesario… actúe complementando la iniciativa y la actividad privada”, no le permite estar en capacidad y condiciones de “lograr la utilización de los recursos naturales y el potencial humano para incrementar la riqueza y tratar de lograr el pleno empleo y la equitativa distribución del ingreso nacional”, como está consignado en el Artículo 118 constitucional.

Resulta siendo, en consecuencia, un Estado subsidiario e, institucionalmente, débil, además de limitado en su gestión y ejecución.

Un enunciado como el descrito se queda, entonces, en eso: un mero enunciado que, además, no permite ni hace posible que el Estado sea un Estado institucional y financieramente fuerte y, repito, en condiciones y capacidad de ejercer sus funciones y atribuciones en interés del pueblo y la nación e impulsar e institucionalizar el desarrollo económico y social, el progreso y bienestar de la población, la equidad y justicia social.

El fracaso e incapacidad gubernamental, la corrupción y tráfico de influencias, la violencia e impunidad, son consustanciales al sistema económico y social, electoral y de partidos, institucional y de gobierno y, como ya queda dicho, al de un Estado que representa y salvaguarda los intereses de clase de la élite oligárquica y patronal local, las grandes multinacionales y la política exterior y de seguridad de Estados Unidos.

En tales condiciones, la tendencia hasta ahora más acentuada es que a un gobierno como el que se inauguró en 1986 le suceda uno igual o peor y así, sucesivamente, hasta el actual. Es en la naturaleza y carácter de clase del Estado en que está la causa de la cada vez más grave y prolongada crisis económica y social, institucional y política, electoral y de partidos, de gobierno y gestión pública.

De ahí que, después de seis meses de gobierno del Partido Patriota (PP) y de una legislatura que está resultando peor que la anterior, no cabe esperar sino el cada vez mayor agravamiento de la situación nacional y de las condiciones del país, el pueblo y la nación. No es que se sea pesimista. El desarrollo y desenvolvimiento de los acontecimientos así lo indica y sería demasiado ilusorio no ver que así es.

En tanto en lo institucional se siga estando como se está, no podrá haber un solo Gobierno ni un Congreso de la República que puedan avanzar en la dirección correcta; es decir, de los cambios institucionales y estructurales de fondo que el país necesita. Por ahora, sobre esto, me quedo aquí.

En lo familiar y personal, es muy grato y motivo de alegría, para Ana María y para mí, felicitar y abrazar a nuestro hijo, Pedro, el mayor, en el día de su cumpleaños. Él sabe cuánto lo queremos y valoramos su trabajo, dedicación, estudios y logros.

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