miércoles, 26 de octubre de 2011

A media semana

Acerca del estado de ánimo

de la población

Cuando se trata de interpretar y explicar el estado de ánimo y conciencia de la población, así como de la situación y condiciones muy concretas en un momento dado, se puede incurrir en cualesquiera de las dos formas diametralmente opuestas en que se expresa el subjetivismo: una, tender a exagerar y absolutizar el descontento, la inconformidad y la indignación; y, dos, considerar que a la población nada le interesa e importa ni le conmueve ni expresa, y que la indiferencia y despreocupación es lo predominante.

Ni lo uno ni lo otro ayuda a que se interprete y explique objetivamente cómo está en realidad, por un lado, su estado de ánimo y conciencia y, por el otro, su percepción de la situación y condiciones, en nuestro caso, en el momento actual. Los resultados de las votaciones del 11 de septiembre de algo puede que sirvan en esa dirección, aunque no alcanzan a abarcar lo que en realidad se requiere para llegar al fondo de una y otra cuestión.

Los cada vez más desprestigiados y desgastados paros y bloqueo a la educación pública por parte de la dirigencia magisterial, no son una expresión del real estado de ánimo de la población ni de su descontento e indignación. No lo son, tampoco, los paros y bloqueos de calles y carreteras de los salubristas al servicio del Estado.

Por el contrario, sí empiezan a serlo --aunque por ahora en forma limitada--, la lucha contra la minería a cielo abierto y los daños que ocasiona a la población y al medio ambiente, la explotación indiscriminada y abusiva de nuestros recursos no renovables por parte de las compañías extranjeras, y las movilizaciones, protestas y condena a los desalojos violentos y la represión gubernamental y patronal contra el campesinado así como las demandas y lucha por la tierra y un techo seguro para la población del campo y la ciudad.

El verdadero y real estado de ánimo de la población y su nivel de conciencia, junto a su disposición y decisión de lucha, forman parte de lo que teóricamente se define y puede caracterizarse como dos de los componentes de las condiciones subjetivas que configuran una situación revolucionaria potencial o real. A ello hay que agregar las condiciones objetivas que, por demás está decirlo, en nuestro país están dadas. Mas, no por ello cabe presupuestar que se esté a la vuelta de un estallido social. La falta de organización, unidad y movilización social y popular y una dirección capaz de encausar el descontento e indignación por el rumbo correcto, no la viabiliza y la limita, por ahora.

Desde el punto de vista teórico --y a manera de hipótesis--, se puede decir que el estado de ánimo y toma de conciencia sobre la situación y condiciones en que se está y la realidad del país, es un proceso que no se da ni desarrolla ni madura en forma lineal, esquemática y rígidamente. Lo mismo sucede con la disposición de lucha y decisión de vencer.

La lucha política, social y popular no puede sujetársele a esquemas y rigideces mentales y prácticas. Es la situación y condiciones concretas, la dinámica de los acontecimientos, el estado de ánimo, conciencia, disposición de lucha y decisión de vencer lo que determina su desarrollo, ampliación, profundización, maduración y desenlace.

A dos de las manifestaciones en estado latente y potencial y que forman parte e integran el estado de ánimo de la población, su toma de conciencia, disposición de lucha y decisión de vencer, hay que prestarles especial atención, tienen mucho en común aunque es necesario considerar sus diferencias y especificidades. En lo común, las caracteriza su sucesiva y acentuada acumulación.

En efecto, de una parte está la acumulada inconformidad e indignación ante la abismal brecha que separa a quienes todo lo tienen de quienes carecen de lo elemental, así como también ante los altos grados de violencia e inseguridad, terror e impunidad, corrupción, hambruna y desnutrición crónica, bajos salarios y altos precios de los productos de consumo diario, tráfico de influencias, falta de transparencia e idoneidad en importantes renglones de la administración pública, abuso de poder, ingobernabilidad y prácticamente inexistente institucionalidad.

Por la otra, e igualmente, se ha ido acumulando el descontento e inconformidad de quienes han sido duramente golpeados por los desastres naturales de estos últimos años (Mitch, 1998; Stan, 2005; Agatha, 2010; y, la tormenta 12E, de las recién pasadas dos semanas), y que por su condición de población marginada y excluida ha quedado en el mayor de los abandonos y sin habérseles reparado ni aliviado los daños y afectaciones que aún padecen.

El descontento e indignación de la población se ha ido acumulando en unos casos más aceleradamente que en otros y aunque todavía permanezca en estado latente y potencial, ello no significa que no tenga conciencia de la gravedad de la situación a la que se ha orillado al país.

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