miércoles, 7 de septiembre de 2011

A media semana

11/S/11: Un clavo más en
el féretro del sistema


Estados Unidos está al borde de una etapa más grave de la recesión que se desencadenó en 2008 y cuyos coletazos no han sido superados. Ahora se extiende a Europa. Ello quiere decir que se está ante una probable recesión global de consecuencias desastrosas para países con economías dependientes como el nuestro. Luchas sociales y populares convulsionan y se expanden a lo largo y ancho del mundo.

La indignación ante las desigualdades económicas y sociales sacude a España, Grecia e Israel. Lo mismo ocurre en Chile y Honduras, el norte de África y en los países árabes. Conmocionó al Reino Unido y sigue latente. El lunes, una huelga general paralizó Italia. Son procesos en desarrollo y que, aunque no han desembocado todavía a favor de los pueblos y resuelto sus demandas, caracterizan el momento en lo internacional.

En Guatemala, la crisis económica y social es de vieja data. No hay gobernante que la haya podido paliar y, menos, resolver. Tampoco se logrará con los resultados de las votaciones del domingo.

La semana pasada manifesté que lo que procedería el 11 de septiembre es votar nulo. Ahora estoy más convencido que nunca. Esto es consecuencia de lo que ya he expuesto en varias de mis columnas anteriores y, además, por el sesgo banal y ofensivo con el que los “presidenciables” están cerrando sus “campañas”. A mí me parece un irrespeto más a la ciudadanía. Además, retrata de cuerpo entero a los políticos y sus partidos, a quienes los asesoran, aconsejan y financian, y es muy propio de los grupos paralelos y los poderes fácticos. El electoralismo pervierte, corrompe. Los proselitistas “reality show”, son una burla, una afrenta a nuestro pueblo y al país.

Pero por si eso no fuera suficiente, no hay que perder de vista que los tres “probables” presidenciables –Pérez Molina, Baldizón y Suger, sin dejar de lado a Caballeros– son los que más convienen a las distintas facciones patronales del poder real.

La élite económica patronal, los poderes fácticos, los grupos paralelos y los financistas, no sólo apuestan a quien las encuestas, los foros y los medios dan como seguro vencedor”. Apuestan a los que igualmente ven como probables “ganadores” y que pueden comprometerlos a estar a su servicio y salvaguardar sus intereses de clase. Quienes así proceden, nunca pierden, siempre ganan. Así de simple y sencillo.

Pérez Molina, a quien ya se le da por “ganador”, puede que no lo logre en la primera vuelta. En la segunda (que es muy probable que se dé), los resultados le podrían ser adversos. Baldizón y Suger, los otros dos “punteros”, tampoco tienen asegurado pasar a una segunda vuelta. Caballeros o Estrada, podrían lograrlo. Los restantes, no tienen posibilidades ni cuentan y, al igual que a los que se dice que “encabezan” la intención del voto, se les considera incompetentes y sin calidades e idoneidad para gobernar.

En cuanto a los “diputados”, suena a insulto que 117 de los 158 actuales “congresistas” pretendan “reelegirse”, tratándose de una legislatura que se le ve como de las peores, si no es que la peor de estos 25 años. Lo mismo sucede con las autoridades edilicias a las que se señala de haber hecho de sus corporaciones un reducto de las mafias locales, el tráfico de influencias, el crimen organizado, la impunidad, la corrupción y el enriquecimiento personal.

En consecuencia, todo indica, para decirlo coloquialmente, que las votaciones del domingo son un clavo más que los políticos y sus partidos están poniendo en el féretro del sistema.

De 1996 en adelante –hay que reconocerlo crítica y autocríticamente–, no se ha podido configurar una alternativa real de poder desde la izquierda. El Frente Amplio (FA), no lo es. Los resultados que obtenga el domingo puede que sea algo más que la insignificante suma de votos que cada fuerza “alcanzó” hace cuatro años (si no es que tienda a disminuir). Verlo como opción, equivale a avalar el proceder de unos cuantos de sus dirigentes que en nada se diferencian de los políticos del sistema a la hora de imponer candidaturas y repartirse las cuotas de “poder”. Además, significa aupar e identificarse con un agrupamiento políticamente desideologizado y, “electoralmente”, aislado y marginal.

En ese contexto, mi decisión es anular el voto para presidente y vicepresidente, diputados por lista nacional, el distrito central y al PARLACEN, así como para alcalde, síndicos y concejales de la capital.

Si así se asume, el voto nulo, sumado al también consciente voto en blanco y la igualmente abstención consciente, es la manifestación más clara y categórica de la ciudadanía contra el corrupto y agotado sistema político y gubernamental, de partidos y votaciones, y el rechazo contundente e inobjetable a las candidaturas “propuestas”.

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