domingo, 28 de agosto de 2011

A media semana

Concertada ofensiva contra
el voto nulo


En política hay que presupuestar tanto coincidencias como discrepancias formales o de fondo. Unas y otras hay que tenerlas en cuenta y considerar en lo teórico y en lo práctico, pues han de servir para articular una política de unidad y alianzas, ubicar e identificar al adversario principal a derrotar, al que hay que debilitar y aislar y a quien o a quienes acercarse y ganar para la lucha social y popular, democrática y progresista, amplia y unitaria, incluyente y participativa. Las discrepancias en lo fundamental, marcan la diferencia.

Quienes están enterados de lo que opino respecto al significado e importancia que en las actuales condiciones tiene la anulación del voto y conocen mi posición, podrán advertir la diferencia de fondo que existe con quienes lo ven desde lo meramente electorero y, en consecuencia, no se ocupan de lo principal, de lo sustantivo de la cuestión y que tiene que ver con el sistema político, de votaciones y partidos.

Ninguna discrepancia tengo con el Frente Popular, FP, en cuanto a la caracterización que, en su llamamiento al voto nulo del 11 de agosto, hace del sistema electoral y de partidos y la situación y condiciones en que habrán de tener lugar las votaciones de septiembre. Difiero en lo que se refiere a que si se da una segunda vuelta lo que procede es la abstención. Abstenerse en una segunda vuelta no es lo que procede. Lo que procede es anular el voto tanto en la primera como en la segunda vuelta. Ello asegura que, quien resulte más votado, lo sea con el rechazo consciente de quienes, en las urnas, anulen su voto.

Vistas las cosas desde esta óptica, no es de extrañar que en la mayoría de medios de comunicación del país se dé un exagerado espacio a editoriales, columnistas, expertos, analistas, politólogos, consultores, académicos y juristas que consideran que el voto nulo no elige, es un desperdicio, una irresponsabilidad y falta de seriedad del votante.

Una posición así es cuestionable. Como al momento del conteo de las papeletas, sólo cuentan los votos válidos, resulta que no se da validez a los votos que se emiten en blanco y a los que el votante anula o se anulan porque en la papeleta exista algún error o no está claro a favor de quien lo quiso hacer el sufragante. Tampoco cuenta quienes se abstienen. En consecuencia --y esto es lo que hay que rescatar y por eso lo repito e insisto--, quien así resulta “electo” lo es por una minoría y, lo más importante, sin el acuerdo de quien decidió anular su voto, votó en blanco y quienes se abstuvieron.

Desde la “izquierda” hay, también, quienes movidos por un excesivo inmediatismo, ven el árbol pero no ven el bosque. Por ello y nada más que por ello sostienen que anular el voto favorece a quien la mayoría de medios de comunicación dan por seguro que tomará posesión del más alto cargo gubernamental del país el 14 de enero. Queriéndolo o sin quererlo, avalan el sistema político y de votaciones y partidos y no tienen en cuenta ni aceptan que no hay otra candidatura que pueda evitarlo y si, así fuera, sería más de lo mismo.

Suficientemente demostrado está que el sistema político y de votaciones y partidos a quien favorece, beneficia y conviene mantener es a la extrema derecha, a la derecha y a la despolitizada y desideologizada centro izquierda, a los liberales y neoliberales, a las élites patronales, a los grandes finqueros y terratenientes, a las corporaciones comerciales y bancarias, a los poderes facticos y paralelos, y a los financistas de presidenciables, de candidatos a diputados y de autoridades locales.

También interesa mantenerlo al imperio estadounidense, a las transnacionales del comercio y el libre mercado, al capital bancario y financiero internacional y a los grandes inversionistas extranjeros.

Esto es lo que explica --mas no justifica-- la mediática y concertada ofensiva contra la anulación del voto, el voto en blanco y la abstención emprendida por la mayoría de medios de comunicación del país.

Asumo y tengo en cuenta que votar nulo o votar en blanco o abstenerse, es para este momento una manifestación de voluntarismo entendido como una decisión consciente, contestaría, no concertada previamente ni previamente organizada.En todo caso, dejará de serlo a partir de que, alrededor del voto nulo, el voto en blanco y la abstención, se sienten las bases orgánicas y políticas, ideológicas y programáticas y de dirección unitaria y democrática, participativa e incluyente, de la alternativa real, amplia y unitaria, al sistema político y gubernamental que mediante la violencia organizada se instauró en nuestro país a raíz de la intervención extranjera de 1954 y que, a través de otros medios y otras formas, se reproduce, mantiene, y prolonga hasta hoy.

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