viernes, 6 de mayo de 2011

A media semana

De los de siempre y,
Antonino, el poeta


Lo brillante que fue Otto René Castillo como estudiante y dirigente juvenil en el Instituto Nacional Central para Varones, INCV, lo confirmó y ratificó durante el primer año que cursó de la carrera en la facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos de Guatemala, USAC, y que, como ya lo dije, se hizo merecedor de la beca Filadelfo Salazar. Fue en Leipzig en donde se destacó mucho más.

Cuando ya había terminado sus estudios y, según me lo refirió el compañero Hempel, en aquél entonces referente para Guatemala en el Partido Socialista Unificado de Alemania, PSUA, hubo cursos de los que se le dispensó la prueba final ya que eran suficientes las calificaciones obtenidas para ser promovido al inmediato superior. De eso, nada se ha dicho y se conoce aquí y con lo cual se omite un rasgo más del revolucionario de la talla de Otto René.

Otro rasgo suyo y muy característico es que cuando llegaba a algún lugar, se sentía su presencia y calidez, cordialidad y afecto. Como fue y sigue siendo se puede encontrar en lo que escribiera aunque a lo que se refiera lo atribuya a terceras personas. En dos de sus más hermosos poemas encuentro lo esencial de su oficio poético y de su entrega a la lucha revolucionaria. En uno de ellos, en De los de siempre, dice:

“Usted, / compañero, / es de los de siempre… / Los siglos / venideros / se pararán de puntillas / sobre los hombros / del planeta, / para intentar / tocar / su dignidad, / que arderá de coraje, / todavía…

“Usted… / tendrá edad de orgullo, / para las multitudes / delirantes / que saldrán / del fondo de la historia / a glorificarlo, a usted, / al humano y modesto, / al sencillo proletario, / al de los de siempre, / al inquebrantable / acero del pueblo.”

Aunque lo atribuya a alguien que sabe que es de los de siempre, sin ningún titubeo ni vacilación, puedo decir que Otto René Castillo alcanzó la dimensión de los que luchan siempre, toda la vida, de los que, a decir de Brecht, son los imprescindibles.

Pero así como enalteció el valor y lealtad en los demás, con la mano izquierda en alto y a voz en cuello, fustigó a los que “sin embargo, / se han cansado ya y le dieron / las espaldas al pueblo y a su frente. / Para poder comer y dormir / mejor / se despojaron de sí, / se convirtieron tristemente / en el gusano que odiaban / y ahora reptan, / hondo, / en la inmundicia, / donde se hartan junto a las bestias.”

Como contrapartida y con realce, belleza y hermosura, le da la dimensión que corresponde a la rectitud y consecuencia, firmeza y entrega, lealtad y fidelidad a la lucha por la libertad. En Antonino, el poeta, lo expresa bellamente. Dice:

“Cuando Espartaco / se levantó / contra los poderosos / patricios de la Roma / imperial, / se llegó hasta él, / según dicen las crónicas, / un hombre llamado / simplemente Antonino, / poeta de la más honda / estirpe, / y le dijo que quería luchar / también, / por los esclavos.

“Viendo el atardecer / desde la falda callada / del Vesubio, / Espartaco / dijo al joven Antonino: / ‘Enséñanos mejor tu canto, / Antonino, / luchar lo puede hacer cualquiera, / pero nadie como tú, / para hacer de las palabras / las alondras azules / que tanto necesitan / aún nuestros hermanos.’

“Y Antonino respondió: / ‘Las aves de más dulce canto, / Espartaco, / defienden su libertad / también con garras.’

“Aquél día, / a lo lejos, / la tierra romana / recibía en estupenda madurez / al más bello verano de aquél tiempo…

“Espartaco, dicen, volvió su rostro / hacia la más lejana lejanía / y nadie supo jamás / lo que aconteció en su corazón / aquella tarde, cuando hablara / con el poeta Antonino.

“Pero cuando Espartaco / fue crucificado… / junto a miles de los suyos… / Antonino, el poeta, / le decía / que había sido hermoso / luchar, / porque un día serían libres / los esclavos del mundo.”

Cuánta razón le asiste al camarada Huberto Alvarado Arellano al afirmar que las cenizas de Otto René “regadas en los cuatro puntos cardinales de su amada Guatemala, fructificarán en cada rincón de la patria y nacerán los frutos que el poeta añoró y por los cuales combatió sin tregua”.

El poeta y combatiente revolucionario así lo dejó escrito: “Lo más hermoso / para los que han combatido / su vida entera, / es llegar al final y decir: / creímos en el hombre y la vida / y la vida y el hombre / jamás nos defraudaron.”

Con entereza y dignidad, Otto René Castillo supo llegar al final y es, en un momento así, cuando la primavera de 1967 estaba por despuntar, como rubrica la grandeza de lo hecho y, sobre todo, la inmensidad de su legado y ejemplo.

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