jueves, 28 de abril de 2011

A media semana









Algo más sobre el poeta
más grande de nuestro tiempo (4)


En El Imparcial del 29 de marzo de 1958 y con el título de Otto René Castillo, poeta de la esperanza, publiqué uno de mis primeros trabajos sobre quien en aquél entonces ya era el amigo y compañero, camarada y militante que nos impactaba con su diario y polifacético que hacer.

Por lo que a mí respecta, en tres momentos sucesivos, uno de ellos ya lejano y distante en el tiempo y que ahora rememoro, puedo decir que he tratado de aproximarme todo lo que ha sido posible a caracterizar su poesía y su lucha y acción revolucionaria y militante. En aquél primer momento, me atreví a verlo como poeta de la esperanza y así pienso que lo sigue siendo.

Más recientemente, en la primera parte de lo que hasta aquí llevo elaborado, me refiero a Otto René Castillo como la voz más alta y perdurable de nuestra poesía. Pienso que todavía me quedo corto. Como idea inicial puede que esté bien pero estará mejor si a partir de allí se le da continuidad a lo que ya dije hace 53 años.

En un intento más por profundizar en su obra y en su vida, quizá sea más exacto referirse a él como el más grande poeta de nuestro tiempo, probado camarada y militante, combatiente y revolucionario alzado en armas. Ello, por supuesto, tiene sus antecedentes.

En el Instituto Nacional Central para Varones, INCV, a finales de los años 40 y principios de los 50 del siglo pasado, éramos estudiantes que proveníamos, en su mayor parte, de la clase media. Obtener el título de bachiller en ciencias y letras suponía un escalón obligado para proseguir una carrera universitaria y graduarse como profesional de la medicina, el derecho o la ingeniería.

Es, diciéndolo muy concretamente, ese propósito de ascender que caracteriza a la clase media y que se refleja en las ideas que se sustentan y las posiciones que se asumen. En aquél entonces, a la mayoría de instituteros se les identificaba como conservadores y, hasta antes de 1951, indiferentes, sin ninguna simpatía hacia el proceso revolucionario.

Al calor de los éxitos, conquistas y avances de la Revolución de Octubre de 1944, las cosas empezaron a cambiar. El autogobierno estudiantil comenzó a dejar de estar bajo el control del conservadurismo estudiantil y conforme el proceso revolucionario fue profundizándose, las ideas y las posiciones revolucionarias y progresistas, democráticas y populares fueron abriéndose paso, tomando fuerza y ganando espacio.

Las ideas y el qué hacer de lo más avanzado de esas posiciones, permearon nuestro diario qué hacer, nuestros estudios, inquietudes, anhelos, aspiraciones, actividad y lucha estudiantil. Don Enrique Muñoz Meany había dicho que juventud que no es revolucionaria no merece llamarse juventud.

En 1952, la Junta Directiva de la Asociación de Estudiantes del INCV pasó a manos de gente democrática y progresista. A Otto René Castillo le hice entrega de la Presidencia de la Asociación un año después. El institutero Carlos Guillermo Herrera, en ese mismo año, fue electo para ocupar el cargo de Presidente de la Confederación de Estudiantes de Post Primaria, CEPP, que reunía a las Asociaciones Estudiantiles de los Institutos Nacionales y Escuelas Normales de todo el país.

Sin esos antecedentes y los que le siguieron de junio de 1954 en adelante, no hubiera sido posible la destacada participación de los estudiantes de secundaria del FUEGO, al lado del estudiantado universitario y los sectores populares y progresistas de la ciudad, en las históricas Jornadas de Marzo y Abril de 1962.

Para entonces, Otto René Castillo estaba radicado en Leipzig, República Democrática Alemana, RDA. Fue de los estudiantes universitarios guatemaltecos que se hizo acreedor de las primeras cinco becas que la Unión Internacional de Estudiantes, UIE, con sede en Praga, Checoslovaquia, puso a disposición de la Asociación de Estudiantes Universitarios, AEU, en 1958.

En la facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos de Guatemala, USAC, Otto René ya se había hecho merecedor de la beca Filadelfo Salazar que se otorga al estudiante con las más altas calificaciones. La obtuvo en su primer año de estudio.

Si ahora aseguro que Otto René es el poeta más grande de nuestro tiempo, es porque conforme leo y releo su fluida y transparente poesía me sorprende encontrar, a cada paso, esos enormes logros suyos que hacen que su obra esté más allá de lo que ya he dicho o escrito y apunta hacia una valoración mucho mayor que la que ya tiene tanto como por la significación y trascendencia de su conducta y proceder revolucionario y militante. (Continuará).

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