La situación en nuestro país
en el momento actual
Mientras las revueltas en el norte de África y las protestas en el Medio Oriente están cambiando la correlación de fuerzas y situación en la región, en nuestro país se continúan cometiendo abusos, atropellos y crímenes contra dirigentes comunitarios y conductores del transporte urbano. El comienzo de la campaña para las votaciones de septiembre se ve perturbado por asesinatos políticos, información periodística, comentarios y encuestas que manipulan burdamente la opinión pública y la intención del voto.
Lo que está aconteciendo en el norte de África y en el Medio Oriente tiene en cada país sus propios rasgos y características, objetivos diferenciados y soluciones desiguales. Hay, también, características y rasgos que les son comunes, entre ellos, las causas del descontento y protestas así como la legitimidad de las demandas y exigencias. Lo que en cierta forma es decisivo, aunque no necesariamente determinante, son los intereses geoestratégicos de Washington que condicionan su comportamiento y decisiones en lo militar, político y económico.
En el pasado y ahora, también, una práctica inveterada de la política exterior de los gobernantes estadounidenses es que, en tanto quienes gobiernan en otros países les son útiles y les sirven, los apoyan, sostienen y ayudan sin importarles lo corruptos, tiránicos y despóticos que sean.
Cuando se percatan de que ya no hay que seguir utilizándolos, prescinden de ellos, los abandonan a su suerte y estigmatizan. Si la situación lo exige pueden llegar a facilitar su defenestración no para abrirle paso a un cambio de la situación sino para interceptar y mediatizar las luchas sociales y populares, que todo siga igual y apuntalar a sucesores que llegan a serlo por el apoyo y reconocimiento que se ven obligados a darles.
Es esto lo que pareciera estar ocurriendo en Túnez y Egipto. Sin embargo, no hay que verlo como algo definitivo. Los acontecimientos están en desarrollo y las cosas podrían agarrar un rumbo diferente y a contrapelo de los propósitos de dominación e injerencistas de la Casa Blanca, el departamento de Estado y el Pentágono y sus aliados en Israel. La situación tampoco está definida en Bahréin, Yemen y Marruecos.
Lo que no hay que perder de vista es que en una tan convulsa y agitada situación como la que se ha creado en África del norte y en el Medio Oriente a partir del 14 de enero. Las agencias y servicios de inteligencia estadounidenses e israelitas están exacerbando el descontento y malestar, las protestas, manifestaciones y provocaciones a fin de, por un lado, apuntalar a gobernantes que les conviene mantener y, por el otro, conspirar y tratar de salir de los que les son incómodos y obstaculizan sus planes militares y de ocupación e intervención en la región.
Además de los factores que como queda dicho arriba enrarecen y contaminan la situación en Guatemala, téngase en cuenta la continuada y recurrente violencia social, la delincuencia común, el narcotráfico, la trata de personas, el sicariato, las vendettas y ajustes de cuentas, ciertas formas de limpieza social y ejecuciones extrajudiciales, los linchamientos, el nada ético uso de los testigos protegidos o colaboradores eficaces, la impunidad y corrupción, el nepotismo, los poderes paralelos y grupos de presión, el avorazamiento del poder económico tradicional, los atropellos y
arbitrariedades de empresarios, patronos, agroexportadores y transportistas.
Algo más. Después de 11 días del asesinato de Alberto Coc Caal, Sebastián Xuc Cuc y Catalina Mucú Maas es sospechoso e indignante que ninguno de los terratenientes de la zona a los que las organizaciones campesinas y de indígenas sindican como responsables haya sido capturado y puesto a disposición de los tribunales. Por aparte, en lo que va del año han sido asesinados 19 conductores, seis ayudantes y 13 usuarios del transporte urbano y extraurbano.
La situación se perturba con la pésima utilización de las tan ya desnaturalizadas interpelaciones en un Congreso muchas de cuyas bancadas son de las peores de los últimos 25 años y quizá sólo comparables con las depuradas hace 18 años. El momento lo contaminan más ciertas exigencias de transparencia en la elección de magistrados de la Corte de Constitucionalidad detrás de las que no es difícil advertir los intereses que se mueven y que las motivan.
Son otros los referentes a considerar para que se pueda empezar a ponerle fin a lo que anda mal, que las cosas, institucionalmente, cambien de raíz y lo que se exige y demanda no sea para que todo siga igual o tienda a empeorar.
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