miércoles, 14 de abril de 2010

A media semana

De las ficciones
y el imaginario intelectual


En momentos muy concretos y circunstancias determinadas, distintos sectores y miembros de la sociedad se organizan, movilizan, unen y buscan su reconocimiento e institucionalización. En unos casos, los gobernantes los toleran, admiten y utilizan, cuentan con ellos a fin de asegurar su continuidad y sobrevivencia y esperan que les ayuden a administrar las crisis. En otros, son parte de la oposición.

En nuestro caso, los agrupamientos a los que se les identifica como “sociedad civil”, surgen durante los años más cruentos y difíciles del conflicto armado interno y juegan un destacado y relevante papel en defensa de los derechos humanos, contra el genocidio, las desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y demás excesos, abusos y arbitrariedades de las fuerzas represivas, terroristas y contrainsurgentes del Estado.

Su papel durante el proceso para la búsqueda de la paz por medios políticos fue valioso, aunque no hay que dejar de decir que así como en determinadas cuestiones mostraban suficiente flexibilidad y comprensión, la mayoría de las veces sus posiciones eran de lo más radicales e intransigentes, carentes de sustentación y argumentos sólidos e imposibles de negociar y acordar entre las partes.

Luego de la firma de la paz, sus sucesivos reacomodos y reposicionamientos dificultaron que la paz firme y duradera --convenida entre el gobierno de la República y la Comandancia General de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, URNG--, se institucionalizara, fortaleciera y construyera consistentemente.

Además, la mayoría de sus sectores es la que más ha contribuido a la dispersión de lo acordado y la pérdida del contenido sustantivo e integral de los Acuerdos y en lo que a las partes signatarias corresponde igual o mayor responsabilidad. A esto, el empresariado organizado no es ajeno, como no lo fue en el pasado en su propósito por torpedear y hacer fracasar las negociaciones.

Lo cierto, también, es que fueron raros y contados quienes en la Asamblea de la Sociedad Civil se dieron cuenta que así era, no se prestaron al juego de los potentados y ricos locales y advirtieron que podría ser lo que más adelante predominara como, en efecto, lo fue. Quienes no lo percibieron así, se fueron plegando cada vez más a la cúpula empresarial. Ahora, es ella la que les apoya, estimula y acicatea. Los medios de difusión, se encargan de darles relevancia informativa y noticiosa.

Por su composición, objetivos y decisiones, la sociedad civil no es homogénea y las posiciones de quienes forman parte de ella, en unos casos, se aproximan más a las del centro y, en otros, a las de la derecha reaccionaria y conservadora. En su conjunto, los une y caracteriza su inclinación al reformismo y sus planteamientos e iniciativas coyunturalistas nada tienen que ver con los cambios que el país necesita y sí con los que al sistema conviene. Muchos de quienes iniciaron el proceso de su “institucionalización”, han dejado de ser lo que fueron y para lo que surgieron.

Sus objetivos y propósitos, en el momento actual, son --es cierto-- la lucha contra la corrupción, el despilfarro y falta de transparencia en el manejo de los recursos del Estado, a favor del fortalecimiento del sistema de justicia, contra el tráfico de influencias, la impunidad y los poderes fácticos y paralelos lo cual no habría porqué cuestionar si no fuera porque les ha llevado a hacerle el juego, pasar a ser parte y tomar partido en las disputas que por el control del poder político y la administración pública “enfrenta” a distintas facciones tan reaccionarias y conservadoras unas como otras.

Para tener un punto de referencia válido y darle seguimiento a sus posiciones, planteamientos y propuestas, no hay como tener presente, ponerle atención, caracterizar y referir su papel jugado durante el intento de autogolpe del presidente Jorge Serrano Elías (14 de enero de 1991 – 25 de mayo de 1993) y en el curso de la crisis de mayo pasado.

Por otra parte, también, hay que tener en cuenta y considerar el evidente y deliberado propósito de los neopensadores e ideólogos del sistema dirigido a “fundamentar” que quienes forman parte de la sociedad civil suplanten a los reales y verdaderos actores políticos y sociales de la lucha popular así como que --con esa otra ficción del denominado “tejido social”--, se trate de redefinir y reconfigurar la estructura de la sociedad, convencer a la población de la desaparición de las clases sociales y la lucha de clases y del fin de la historia. Por su parte, las ONGs –que dependen de la cooperación del extranjero--, han estado haciendo bastante para despolitizar a importantes sectores de la población, especialmente la rural.

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