Pertenencia e identificación de clase
Para quienes provienen de las capas medias de la población, su situación y perspectiva depende de lo que hacen y se proponen. Son las capas de la sociedad con más arraigado individualismo. Entre los segmentos medios altos, están los que se proponen ascender a toda costa, son arribistas y acomodaticios. Por igual y desesperadamente, tienden a identificarse con los oligarcas y potentados a sabiendas que nunca llegarán a formar parte de sus privilegiados círculos periféricos ni que se los permitirán ni dejarán que lo consigan.
Las capas medias bajas, son las que más parecieran estar condenadas a padecer y soportar ésta su injusta condición social. Son derrotistas, conformistas y pesimistas. Entre los segmentos medios --propiamente dichos--, están quienes van tomando conciencia de que ni el ascenso a como dé lugar y el conformismo, son el camino a seguir y optan por identificarse con la clase obrera y su lucha, proletarizar su manera de pensar y proceder.
Tal es la decisión que asumí en 1951, y empezó a concretarse dos años después con mi ingreso y militancia en el destacamento organizado de la clase obrera del país, el Partido Guatemalteco del Trabajo, PGT.
A las obreras y obreros les son intrínsecas cualidades y virtudes, rasgos y características que les diferencia de las demás clases sociales. Una de ellas es su sentido de organización. En tanto que son objeto de la explotación patronal y laboral, su solidaridad y camaradería los une e identifica como clase. Como dijera Marx, nada tienen que perder a no ser las cadenas de la opresión y explotación capitalista.
Las clases y sectores de la sociedad que más cerca están del proletariado son el campesinado pobre y sin tierra, las y los indígenas discriminados y explotados, la población en situación de pobreza y pobreza extrema, otras capas trabajadoras de la ciudad y el campo, intelectuales y artistas revolucionarios y progresistas, la juventud y el estudiantado.
Es en el curso de la lucha que pasan a ser sus principales aliados y por sus coincidencias y unidad --en lo teórico y en la práctica-- constituyen la fuerza principal de la Revolución social, democrática y popular. Es lo que la teoría indica y la práctica enseña, aunque no sea así como estén las cosas en el país.
La contrainsurgencia como política de Estado, en nuestro caso y en relación al movimiento sindical, alcanzó su objetivo de descabezarlo, dividirlo y obligarlo a replegarse. A una liquidada dirigencia consecuente la sustituyen dirigentes que propician --consciente o inconscientemente y, para el caso, es lo mismo-- el desclasamiento y desideologización de lo que quedó del sindicalismo organizado, limitar su acción y abandonar la lucha política y antipatronal.
Institucionalmente la oligarquía y su empresariado organizado se encargan de algo más: desvirtuar la relación obrero patronal reduciéndola a una relación entre empleado y empleador y cercenar el derecho a su libre e independiente organización. Es lo que en parte explica --más no justifica--, que predominen sindicatos de empleados del Estado, sean contados los sindicatos fabriles, industriales y agrícolas, de servicios y comercio y que, además de su disminuida acción clasista, hayan pasado a constituirse en agrupamientos gremiales de cuello blanco. Son raras pero sí importantes las excepciones.
Este no es un fenómeno que solamente se esté dando en nuestro país. En otros países, tiene sus propios rasgos, características y peculiaridades.
Mayo de 1968, en París, marca uno de los momentos más conflictivos de la lucha de clases en un país capitalista, con una alta dosis de voluntarismo y espontaneidad. En aquél momento --no sin razón-- los privilegiados estratos de la intelectualidad francesa, con el estudiantado como lo más visible, levanta consignas tan impactantes y agitativas, como distractoras. Recuerdo dos. Una, “¡La imaginación al poder!”; la otra, “¡No te fíes de alguien que tenga más de treinta años!”.
Problemas propios de la clase obrera francesa, su debilitamiento y diferencias internas, cuestiones de organización, ideológicas y políticas no resueltas en el Partido Comunista Francés, PCF, la polémica chino soviética, y el eurocomunismo y revisionismo en varios partidos comunistas y obreros de Europa occidental y oriental (empezando por el PCUS), contribuyeron a que al proletariado se le relegue como clase llamada a emancipar a los pueblos y países explotados y oprimidos.
Son estas experiencias y otras más, de las que hay que extraer lecciones y aprender si es que revolucionariamente se está en disposición de corregir el rumbo, no volver a repetir y reproducir errores del pasado, refundar lo que haya que refundar y unir lo que hay que unir, desde la izquierda.
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