jueves, 18 de marzo de 2010

A media semana

Las pugnas por el control
del poder político


En respetuoso y fraternal homenaje al amigo y
compañero Carlos Enrique Wer, fallecido en Cuba
el fin de semana, y en solidaridad y con sentidas
muestras de pesar a su señora madre, su compañera e
hija y a todos quienes se identifican con sus ideales
y continúan en la lucha por una Guatemala
emancipada y un mundo mejor


Hay quien asegura que la política es de lo más corrupta y detestable. A fuerza de repetirlo, no son pocos los que así lo crean. Lo mismo sucede con la realidad. En algunos casos, se dice que ésta supera a la ficción. Lo cierto es que la política, cuando está en manos de corruptos, acaba convirtiéndose en un qué hacer perverso. La política la corrompen quienes la utilizan con aviesos propósitos.

Lo que acontece en un momento dado no es que supere a la ficción. Por exagerado que parezca, si se le ve así, termina distorsionándose, se le exagera y al exagerársele se le descontextualiza, supone quedarse en lo superficial y externo, y no permite ahondar en sus causas, manifestaciones y consecuencias ni explicarlo e interpretar con objetividad.

La realidad, en todo caso, depende del sistema y modelo adoptado. La nuestra, corresponde a un sistema económico y social injusto y un modelo en prolongada crisis. Su característica principal está determinada por el atraso, la dependencia, el subdesarrollo, la discriminación y exclusión social. La política, por su parte, ni está al margen de esa realidad ni del sistema imperante y el modelo institucionalizado.

Sin ninguna exageración se puede decir que en nuestro país el poder político ha devenido en lo más nefasto y corrupto. No otra cosa sucede con el sistema de partidos. Tanto el poder político como el sistema de partidos, a partir de 1954, se han institucionalizado en interés de los distintos sectores y facciones de las clases dominantes. Es en el marco de esa realidad, que tienen lugar las pugnas por el control del poder político y la gestión pública.

No se necesita hilar muy fino para desentrañar lo que en realidad está detrás de lo que ha estado ocurriendo en el país últimamente. Al respecto, es mucho lo que se podría decir. Y como por algo hay que empezar, por ahora me circunscribo a la elección de Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, y de las Salas de Apelaciones del Organismo Judicial.

De entrada, advierto que en ningún momento pongo en duda la urgencia, necesidad y procedencia de la lucha contra la impunidad, sus causas, manifestaciones y secuelas, el crimen organizado, los poderes paralelos, la corrupción y el tráfico de influencias.

Sin embargo, las referidas elecciones --efectuadas de conformidad a las disposiciones aprobadas respecto a las comisiones de postulación, su elección e integración, el proceso de selección de candidatos y las votaciones en el Organismo Legislativo--, han puesto al descubierto las disputas entre los que trataron de mantener en los cargos a sus escogidos o asegurar que los que les sucedieran no afectaran sus privilegios, y quienes los enfrentaron mediante una campaña concertada y publicitada como noticia e información cuando no a manera de opinión de columnistas “independientes”.

Los que resultaron electos y los que trataron de ocupar su lugar --aunque no son parte de los tradicionalmente sectores conservadores de la rancia oligarquía y los potentados locales-- representan sus intereses, y se identifican y apuntalan con sus decisiones el sistema económico y social institucionalizado y su modelo impuesto. Puede que haya más de una excepción.

Lo cuestionable es la deslegitimación de más de alguno de los candidatos propuestos y que no fue suficientemente comprobada, así como las presiones abiertas y subrepticias. Lo uno y lo otro acabó por contaminar más un proceso ya de por si afectado por falta de transparencia.

Unas elecciones, en tales condiciones, no permite hacerse a la idea de que garanticen la independencia del Organismo Judicial, la depuración del sistema de justicia, la lucha contra la impunidad y lo que se ha dado en llamar el debido proceso. En mi opinión, no pueden dejar de verse al margen de las pugnas por el control del poder político.

En cuanto a mucho más de lo ocurrido en estos dos primeros meses y medio del 2010, en su complejidad y gravedad, lo importante es que permite disponer de suficientes elementos para analizar, caracterizar y opinar acerca de tan crítico, complicado y relativamente corto período de nuestra historia más reciente.

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