jueves, 3 de diciembre de 2009

A media semana

EE.UU. y América Latina: correlación gubernamental de fuerzas

En el 53 aniversario del día del desembarco
del yate Granma

En una de sus más recientes Reflexiones, el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, luego de que lamenta “tener que criticar a Obama, conociendo que, en ese país, hay otros posibles Presidentes peores que él”, sostiene “de que antes de que Obama concluya su mandato habrá de seis a ocho gobiernos de derecha en América Latina que serán aliados del imperio”. Considera, además, que “el sector más derechista en Estados Unidos tratará de limitar su mandato a un período de cuatro años de gobierno. Un Nixon, un Bush o alguien parecido a Cheney serán de nuevo Presidentes”. (Una historia de ciencia ficción, 11 de noviembre de 2009).

Una previsión de tal alcance corresponde a la de un estadista que claramente define el posible escenario y correlación gubernamental que ya ha empezado a configurarse en América Latina como parte de la contraofensiva política y militarización del imperio y la ultraderecha en el Hemisferio Occidental.

Este fin de semana tuvieron lugar dos procesos comiciales diametralmente diferentes en dos países muy distintos y con características y en condiciones igualmente muy diferentes.

En Honduras las votaciones del domingo fueron una burda farsa montada por un gobierno de facto, el apoyo de los militares golpistas, las más poderosas familias de la oligarquía de nuestro vecino país, y la participación de cinco partidos que secundaron y avalaron el golpe militar del 28 de junio. Ahora ya está reconocida y es pública la complicidad del gobierno de Estados Unidos y, no se diga, del partido Republicano, así como de los gobernantes de Panamá, Perú, Colombia y Costa Rica, las cúpulas empresariales del área y, además, de la Unión Europea, con la sola excepción de España.

La gran mayoría de ciudadanas y ciudadanos con derecho a votar se resistieron a asistir a las urnas y desde el mismo día del golpe militar han mantenido una tenaz y pacífica resistencia, y dado pruebas de su unidad y cohesión, capacidad, iniciativa y claridad de objetivos. Su antecedente histórico es la huelga bananera de 1954 que durante 69 días enfrentó a la nación y el pueblo hondureño al dominio imperial de Estados Unidos.

Son muchas e ilustrativas las lecciones a extraer de estas hasta hoy 158 jornadas de heroicas movilizaciones ciudadanas y populares en medio de una represión policial y militar y sanguinario terrorismo propio de un gobierno espurio.

En ese marco, en la mayoría de países de América Latina (salvo Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador), todavía tienen lugar elecciones convencionales que en algunos casos pueden dar como resultado sucesiones de corte socialdemócrata (Uruguay) y que, en Paraguay, aunque pusieron fin a gobernantes de corte dictatorial y represivo, no quiere decir que la ultraderecha paraguaya y estadounidense dejen de estar tratando de crear las condiciones para una ruptura institucional y maniobrando a fin de limitar y desviar al gobierno del Presidente Lugo del contenido democrático y progresista por el que fue electo. En Brasil, las próximas elecciones podrían dar paso al retorno de un gobierno conservador y empresarial.

En Chile, el agotamiento y desgaste de la Concertación gobernante y el avance de la ultraderecha, abre las posibilidades de que el gobierno pase a manos del empresario Sebastián Piñera que nada de positivo puede representar para aquél hermano pueblo cuyas demandas más sentidas no han sido resueltas ni satisfechas por quienes después del derrumbe de Pinochet en 1989 han gobernado al país.

En cuanto a lo que está sucediendo y vaya a suceder en América Central, México, Colombia y Perú, espero empezar a abordarlo a partir de la semana entrante.

En todo caso, el escenario y correlación gubernamental de fuerzas en América Latina y en Estados Unidos, tiende a moverse y configurar, en general, a favor de la extrema derecha. Como ya lo he dicho más de una vez --e insisto ahora-- es el peligro principal a enfrentar y desbaratar al fragor de la más amplia unidad y solidaridad internacionalista y antiimperial de gobiernos progresistas y fuerzas populares del Continente.

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