Ante lo nuevo que surge,
lo viejo se resiste a desaparecer
Para Lupita, mi nuera, en su cumpleaños
No por ser una afirmación que viene repitiéndose desde hace ya mucho tiempo, el título de mi columna de hoy ha dejado de ser cierta. Lo que en su tiempo estudió, sistematizó y planteó Marx lo confirma y, desde luego, lo ratifica lo logrado a partir de noviembre de 1917 por Lenin y el partido Bolchevique en la Rusia zarista que debieron enfrentar a los guardias blancos alzados contra el poder de los soviets de obreros, soldados y campesinos, hasta derrotarlos.
Más cerca de nosotros, está el triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959. A la Isla, los magnates expulsados del poder y la reacción internacional encabezada por la ultraderecha estadounidense, la han acosado, provocado, amenazado, agredido y hostigado y se resisten y oponen a levantar el bloqueo económico, comercial y financiero que desde hace casi 50 años mantienen contra Cuba.
Otro tanto parecido es el papel de la Casa Blanca y la ultraderecha ante los cambios que empezaron a darse en la última década del siglo pasado en América del Sur y en lo que va de estos nueve últimos años.
Para el caso de Guatemala, dos ejemplos son ilustrativos. A la Revolución de Octubre de 1944 y sus conquistas y logros democráticos y progresistas, la reacción local, los monopolios estadounidenses y la CIA le opusieron una feroz resistencia que culminó con la intervención extranjera de junio de 1954 y la renuncia del presidente Arbenz el 27 de julio de aquél año. Esto, por una parte.
Por la otra, después de 36 años del enfrentamiento armado interno al que se le puso fin el 29 de diciembre de 1996 con la firma del Acuerdo de Paz Firme y Duradera, en el país estaban dadas las condiciones para implementar el contenido sustantivo e integral de los acuerdos suscritos lo que, en la práctica, venía a constituir y constituye la base y fundamento de los cambios de fondo a institucionalizar en el país.
A partir de aquel momento la derecha conservadora, obstinadamente, se ha opuesto a lo convenido entre el gobierno guatemalteco y la CG de URNG y continúa y prolonga su desacuerdo mantenido durante los seis años que duró el proceso de paz y la búsqueda de una solución política negociada.
En la no implementación de lo acordado tienen responsabilidad por igual los cuatro últimos gobiernos y la URNG que, como parte signataria, está obligada a velar y luchar por su verificación y cumplimiento. Sin embargo, en la práctica la organización se ha invisibilizado.
Por su parte, la sociedad civil, ONGs, sectores sociales y populares, las dirigencias de los pueblos indígenas, el movimiento sindical y campesino, la prensa “independiente” y la comunidad internacional han contribuido a desnaturalizar los acuerdos, su burocratización, sectorialización y dispersión.
Como lo decía la semana pasada, en lo internacional el rasgo característico del momento lo constituye la contraofensiva del imperio, la derecha y la reacción ante los avances de las fuerzas revolucionarias y progresistas, los pueblos y países de Centro América, América Latina y el Caribe y el resto del mundo. Es la expresión de la lucha de clases en lo internacional y que, a la vez, se da a lo interno de cada país aunque haya quienes se resistan a verlo así y obsesivamente lo nieguen.
Lo que está aconteciendo en nuestros días cuestiona y desmiente la afirmación de la desaparición de las clases sociales y de la lucha de clases como motor de la historia y los cambios económicos, sociales, políticos e institucionales.
No es que se sea antiimperialista por el afán de serlo y se responsabilice al imperio por lo nefasto y salvaje del capitalismo en su fase superior en que se encuentra y se asienta. Por su naturaleza y carácter, las contradicciones antagónicas y no antagónicas en que se debate, la agresividad y doble moral con que procede, no debería prevalecer como sistema en nuestro mundo de hoy. De ahí que haya que unirse y luchar por ese otro mundo que es posible construir.
La ofensiva que el gran capital encabeza contra los pueblos y países en escala mundial y contra el propio pueblo estadounidense, no es porque sea más poderoso que hace 20 años. Al contrario, es resultado de su debilidad y aislamiento. Es esto lo que determina y define lo peligroso de la situación actual y la necesidad de saber cómo enfrentarla.
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