El compañero Iván
He decidido dejar para después la continuación de lo que se refiere a porqué sostengo que muchos de los que se dicen de izquierda o se les califica como izquierdistas o izquierdizantes no son comunistas, así como que destacadas personalidades democráticas, revolucionarias y progresistas, tampoco lo son (aunque haya quienes por ignorancia, desconocimiento o mala fe los señalen como tales). En esta oportunidad, me voy a referir al compañero Iván.
Durante los cuatro años que estuve como representante de la Juventud Patriótica del Trabajo, JPT, en el Buró de la Federación Mundial de la Juventud Democrática, FMJD, en Budapest, la capital de la entonces República Popular de Hungría, no se puede decir que haya sido un período fácil ni de relativa calma. Fueron cuatro años (abril de 1964 – noviembre de 1968) de exacerbación de la polémica chino-soviética con todas las complicaciones y dificultades en el trabajo diario a nivel del movimiento internacional de la juventud y los estudiantes, el movimiento mundial por la paz, de las mujeres, de la organización sindical mundial y, por supuesto, en el movimiento comunista y obrero internacional en su conjunto, y al interior de los partidos de la clase obrera de cada país, en particular.
En el Buró de la FMJD varias eran las cuestiones en discusión. En el trasfondo, estaba lo referente a la amplitud del movimiento juvenil y de los estudiantes, el internacionalismo revolucionario, las vías y formas de lucha, la solidaridad y el antiimperialismo, la lucha por la paz, la amistad y un futuro mejor. Las opiniones eran de lo más encontradas. A la hora de decidir, predominaban las posiciones de las organizaciones juveniles de los países socialistas, y las de Europa, África, Países Árabes y América Latina que las secundaban.
Por su claridad, firmeza y consecuencia, destacaba la posición del representante de la juventud del Partido Comunista de la República Dominicana, el compañero Iván. No era difícil --para él y para mí-- que coincidiéramos en las cuestiones fundamentales, como era evidente nuestra coincidencia con la representación de los jóvenes vietnamitas, de la juventud de la República Democrática Popular de Corea, y con el representante de los jóvenes comunistas cubanos.
Esa coincidencia ideológica y política y la posición revolucionaria del compañero Iván hizo posible y facilitó que nos acercáramos cada vez más y se forjaran lazos de amistad y camaradería que se reforzaron aún más con los que ambos tuvimos con el compañero Eulogio Rodríguez, representante de la Unión de Jóvenes Comunistas, UJC, de Cuba.
El compañero Iván era un lector disciplinado, estudioso, de una cultura y formación política integral. Después de las horas de trabajo, en nuestro barrio del lado de Pest, solíamos reunirnos a conversar de literatura, de pintura, de música, de las comidas y bebidas de nuestros países (las que más de una vez compartimos acompañándolas con el exquisito vino húngaro). Era habitual que escucháramos discos de Jacques Brell, de Charles Aznavour, de Marlene Dietrich, y de la inigualable Gisela May interpretando las bellas canciones de Kurt Weill con letra de Bertold Brecht.
Iván regresó a Santo Domingo tiempo antes de que yo regresara a Guatemala. Previamente, hizo un viaje a Londres. En la víspera me confió que iba a reunirse con unos compatriotas suyos que estaban de paso por allá. A su regreso, me confirmó que se había encontrado con ellos y decidido lo de su regreso a su país.
Después de que se fue de Budapest, ya no tuve noticias de él y de su parte no creo que haya sabido algo de mí a partir de que regresé a Guatemala. No fue sino en 1977 o en 1978 que supe, en Moscú, que el 17 de marzo de 1975 había sido asesinado en una de las calles de Santo Domingo. Supe, además, su nombre: se llamaba Orlando Martínez, así como que cuando lo mataron estaba al frente de una Revista de opinión en la que escribía su columna (Microscopio), una de las más leídas y orientadoras de la República Dominicana. A la fecha, su asesinato no ha sido esclarecido, como tampoco deducido responsabilidades a sus autores intelectuales y materiales aún sabiendo quiénes pudieron haber sido.
Una semana atrás, entre los correos que recibo diariamente, encontré uno en que viene un artículo de Anselmo Liberato y en el que dice de Orlando que no era un periodista más. Fue un apasionado defensor de los humildes, de los campesinos, de los trabajadores: un resuelto luchador por un mundo mejor, valiente y honesto.
Por mi parte, al estar escribiendo estas líneas me percato que al camarada Iván no es de los que hay que recordar por su muerte sino por lo que hizo y luchó por su país, por su pueblo y por los demás pueblos y países del mundo.
Es, según mi opinión, como corresponde tener presente, también, el pensamiento, la obra y proceder del Che, de Turcios Lima y Otto René, de Nayo Alvarado y Huberto, de Hugo Rolando Melgar y Alfonso Figueroa, de Leonel Roldán y Meme Cordero, entre muchos más.
Diario La Hora
Marzo 25, 2009
RRR \ cgs
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