jueves, 22 de enero de 2009

Los oradores

Francisco Alfredo López Polanco


Aquella mañana de abril de 1962, entré al Iglú de la Universidad de San Carlos y me encontré con un auditorio colmado de estudiantes ansiosos y entusiastas.

El compañero Carlos Gonzáles —entonces era el estudiante de derecho Ricardo Rosales Román— tomó la palabra y se dirigió con vehemencia y con mucha sencillez a todos aquellos jóvenes que en ese momento buscaban respuestas y orientación para saber qué hacer y cómo seguir enfrentando a la policía en las calles.

—Compañeros, el Zapote aún no está maduro —dijo casi al final de su arenga.

Se refería al presidente Idígoras Fuentes y al hecho de que la coyuntura política no permitía vislumbrar en ese momento una victoria. A mí me quedó claro, con sus palabras, que en ese momento —como al final sucedió— no íbamos a poder derrotar al gobierno.

No sé si todos entendieron la profundidad del mensaje que ese día nos dio el compañero Carlos, pero sí sé que el discurso llenó de fervor a los estudiantes y que no fueron pocos los que a partir de ese momento entendieron mejor cuál era su papel en la vida.

Muchas veces callado y pensativo, el compañero se transformaba cuando estaba frente a la multitud. Era difícil reconocer al muchacho que estudiaba junto a René Villegas Lara recorriendo incansablemente los corredores de la facultad de Derecho en un ir y venir constante que llevaba a uno a un extremo del pórtico mientras el otro llegaba exactamente al otro lado.

Después de aquel discurso nos vimos intermitentemente. Yo lo entrevisté una vez para un programa de radio que se llamaba Tribuna Universitaria. Me citó en el Parque Infantil y fue allí en donde se desarrolló nuestra plática. Yo no sabía entonces en qué pasos andaba él pero me pareció una persona calmada, con una expresión oral clara y precisa, alguien que daba confianza y que recomendaba muchas cuestiones que en ese momento se nos pasaban de largo.

Después, cuando fue presidente de la Asociación de Estudiantes Universitarios, lo vi varias veces como el orador principal en aquellos mítines que organizaban los estudiantes en la sexta avenida y once calle para conmemorar a los compañeros caídos. Muchos años después nos vimos en una reunión clandestina, cuando desde las FAR nos empeñamos en impulsar los esfuerzos que fueran necesarios para que el PGT se incorporara a URNG.

Tras la firma de la paz, estuvimos juntos en el primer Comité Ejecutivo Nacional del partido URNG. Allí pude corroborar que los rasgos de aquel muchacho prevalecían y que el compañero se seguía caracterizando por su paciencia, por su capacidad de análisis, por el tono didáctico de sus intervenciones y por el rigor que siempre ha tenido para criticar o rebatir las posiciones que no comparte.

Ahora que de vez en cuando nos encontramos, suelo descubrir en su mirada a aquel muchacho que junto al Piqui Díaz y Balcárcel fueron los oradores más escuchados y respetados durante las Jornadas de Marzo y Abril de 1962, veo a quien junto a aquellos jóvenes dictaba las directrices, y a quien encontraba en segunda línea el apoyo y la camaradería de Apolo Mazariegos, Ottoniel Fonseca y Hugo Rolando Melgar.

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