miércoles, 4 de enero de 2012

A media semana

Una oleada de revueltas e
indignación conmociona al mundo


Los primeros días del año son propicios para echar un vistazo a lo más importante que ocurrió durante el que acaba de terminar. Son propicios, además, para quienes se solazan con conjeturar sobre lo que nos espera en el año que recién está comenzando. De acuerdo a lo que les dice su bola de cristal, hay quienes ven que se está al borde del caos o quienes aseguran que no es cierto que se vaya hacia una recesión global y que todo seguirá como hasta ahora.

Los acontecimientos del año pasado y su probable curso, desenvolvimiento y desarrollo hay que examinarlos teniendo en cuenta la situación y condiciones concretas de cada país, sus antecedentes, el momento actual y lo que tienen en común. Quienes piensan que nada va a pasar más allá de lo que ya sucedió y quienes presagian que este año es el año del caos y el desastre, lo piensan y presagian así porque es así como quisieran que fuera y no como en realidad están las cosas. La situación internacional no es tan simple y lineal como para que se le vea así.

Lo acontecido en muchos países del mundo en 2011, se dice que sorprendió a todos. Esto, en parte, es cierto. Sin embargo, si se ahonda un tanto más, resulta siendo evidente que, en general, las condiciones objetivas estaban dándose, maduraron aceleradamente e hicieron posible los estallidos populares y la indignación social que llegan a ser el rasgo más característico de la situación internacional en el momento actual.

Lo que acontece en un país, en un área, en una región, en un continente y en el mundo en general, corresponde a situaciones y condiciones propias, muy concretas y específicas de cada país, área, región, continente y, en general, del mundo. Corresponde, además, a su propio rumbo, desarrollo y desenvolvimiento y a rasgos y características que le son comunes. Nada ocurre por casualidad ni se da aisladamente.

La interpretación de cada hecho así como los de ellos en su conjunto, hay que hacerla teniendo en cuenta su interrelación, dinámica y contradicciones. Es decir, dialécticamente.

Las revueltas populares que se desencadenan en el norte de África y la indignación social alrededor del mundo, sólo se pueden explicar a partir de tener en cuenta los factores de fondo que hacen posible que en un momento dado y en situación y condiciones muy concretas, los estallidos sociales y la indignación se desencadenen. No se pueden dejar de tener en cuenta, además, sus causas, efectos y manifestaciones.

Para el caso, procede empezar refiriéndose a los acontecimientos en Túnez y Egipto. En Túnez y en Egipto, lo que está ocurriendo y cuyo desenlace no se vislumbra todavía, es resultado de condiciones objetivas muy concretas, específicas y propias de cada país y lo que tienen en común. Lo común y principal está en la contradicción que resulta de las condiciones económicas que afectan a la mayoría de la población en situación de pobreza y pobreza extrema y la acumulación y concentración de riqueza y privilegios de una élite gobernante corrupta.

A ello hay que agregar el régimen vitalicio imperante, el cierre a toda forma de organización social y popular y a la participación política y democrática.

En la medida en que se fue acentuando y haciendo evidente esta insultante situación, las condiciones fueron madurando hasta desembocar en los estallidos populares que permitieron la defenestración de dos gobernantes vitalicios. Lo que no se ha logrado todavía es acabar con el régimen militar y político que continúa gobernando con el apoyo y aval del imperio estadounidense, la Unión Europea e Israel.

A falta de disponer de suficientes elementos, no deja de ser un tanto precipitado coincidir con quienes ven que la espontaneidad es lo que predomina y caracteriza a los movimientos en Túnez y Egipto. Esto es algo que merece tratarse con mucho más cuidado y atención y no dejarse llevar por lo que pareciera ser una de sus características.

Lo que no es motivo de duda ni discusión es que para la administración del presidente Obama y sus aliados, el régimen vitalicio de Abime Ben Ali y el de Hosni Mubarak, dejaron de serles útiles y optaron por prescindir de ellos. Con la sucesión de gobernantes impuestos desde Washington, la Casa Blanca aseguró la continuidad del viejo régimen y, además, interceptar una salida democrática, social y popular y la solución a fondo de las causas económicas, políticas, institucionales y sociales que frenan el desarrollo, el progreso, la democracia y la libertad en Túnez y en Egipto así como en otros países de la región.

De lo ya dicho se deduce, entonces, que la oleada de revueltas populares e indignación social y el avance y profundización de la lucha social y popular que conmociona y se expande por todo el mundo, es el rasgo más característico del momento actual en lo internacional.

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