miércoles, 29 de junio de 2011

A media semana

27 de junio de 1954 o el inicio
del desbarajuste institucional


Me suponía que este lunes encontraría en los medios del país alguna referencia a los 57 años de la renuncia a la Presidencia de la República del Coronel Jacobo Arbenz Guzmán. Nada se publicó ni comentó. Este silencio es una manifestación más de la propensión a olvidar nuestro pasado. Se nos quiere orillar a que no nos asomemos a esa parte de la historia y renunciar a extraer las enseñanzas y experiencias a fin de enfrentar y superar exitosamente lo que nos está pasando ahora y no incurrir en los errores que se hayan cometido y, lo que es más importante, no volver a cometerlos.

Para quien buena parte de su adolescencia y los primeros años de su juventud los pasó y vivió al calor de las conquistas, logros y realizaciones de la Revolución de Octubre de 1944, un hecho así no podía pasar inadvertido. No me fue difícil rememorar los aspectos más importantes de aquella noche de tan aciago domingo, lo que le antecedió y lo que se vino después. Es mucho lo que se perdió a partir de entonces y mucho más lo que empezó a ocurrir en lo político e institucional y su funesta cauda de errores, imprevisión e incompetencia gubernamental acumulada y la desbarajustada institucionalidad que se prolonga hasta hoy.

Lo que al respecto llevo escrito y publicado respecto a la caducidad y agotamiento de la institucionalidad en nuestro país, no supone culpar a terceros de lo que ha estado sucediendo a partir del 27 de junio de 1954. No. Es una responsabilidad que nos corresponde a todos: unos, por el sistema que de facto se ha ido institucionalizando en tres momentos sucesivos (1956, 1965 y 1985) y, los demás, por haberlo permitido sea por omisión, complacencia o tolerancia, complicidad, dejadez o indolencia. Esto supone, a su vez, el agotamiento de la identidad ciudadana y nacional tanto como de la obligación y compromiso social y popular ante la Patria, la Nación, el País y la República y con nuestro Pueblo.

En la incesante búsqueda del camino a seguir para poder salir del desbarajuste institucional en que se está, de un tiempo a esta parte me he propuesto examinar las causas de lo que institucionalmente anda mal y las manifestaciones concretas de la generalizada y prolongada crisis. Después de lo ya dicho corresponde, una vez más, formular lo que me permito denominar como la propuesta ciudadana, social y popular a fin de resolver y superar la institucionalidad cuestionada. Es esto lo que entiendo como el ejercicio del legítimo derecho que le asiste a todo ciudadano de protestar y oponerse, cuestionar y desaprobar el sistema económico y social, político y de partidos, institucional y de votaciones vigente más no legítimo.

Se trata de darle un nuevo sentido y contenido al voto, al voto ciudadano, social y popular. No se trata de la inutilización del voto depositándolo a favor del menos peor o considerar que con el suyo está castigando el errático ejercicio de la gestión pública. Se estaría repitiendo así lo que ha sido la práctica común, en particular, a partir de 1985.

El voto efectivo no es aquél cuya papeleta se deposita en blanco. Además, no procede abstenerse de concurrir a las urnas. Ello equivaldría a dejar que los demás decidan por uno y, lo que es peor, avalar 57 años de oprobio y desvergüenza, de corrupción e impunidad, de imposición y pérdida de nuestra independencia y soberanía nacional.

A 57 años de la renuncia del Presidente Arbenz, vale la pena insistir y destacar que el proceso revolucionario iniciado el 20 de octubre de 1944 constituye el más importante y trascendental acontecimiento del siglo XX en nuestro país. Su interrupción violenta no invalida ni deslegitima sus conquistas, logros y realizaciones alcanzadas en diez trascendentales años de nuestra historia: mantienen su vigencia y legitimidad.

En las actuales condiciones, el restablecimiento y legitimación de la institucionalidad real, funcional y participativa, como expresión y concreción del ejercicio del poder político y la gestión pública en una democracia igualmente real, funcional y participativa, pasa por la vía del voto ciudadano, social y popular, voto ciudadano, social y popular que viene a ser la manifestación más alta y expresa de la protesta ciudadana, social y popular ante el estado actual de cosas y del legítimo cuestionamiento y desacuerdo con un sistema económico y social, político y de partidos, institucional y de votaciones impuesto luego de la invasión mercenaria de 1954 y los golpes militares de Estado de 1963, 1982 y 1983.

La alternativa al voto a favor del menos peor o al voto de castigo y a la abstención o a dejar la papeleta en blanco pasa, repito, por el ejercicio del voto ciudadano, social y popular en tanto camino a seguir a fin de empezar a recorrer la vía de los cambios de fondo que el país necesita y cuyo contenido sustantivo e integral, en general, está en los Acuerdos suscritos a fin de construir una paz firme y duradera en nuestro país.

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