jueves, 23 de junio de 2011

A media semana

De una primavera violenta
a un borrascoso verano


En el hemisferio norte el solsticio de verano comienza el 21 de junio y termina con el equinoccio de otoño, el 21 de septiembre. Ayer fue el día más largo del año. Según lo que a diario se informa en algunos medios, en Guatemala el sol salió a las 5:34 am y se puso a las 6:34 pm. De acuerdo a los pronósticos para el martes, las condiciones generales del país eran propias de un ambiente cálido y húmedo y, en horas de la tarde y de la noche, se dijo que habría lluvias acompañadas de tormentas eléctricas. Para el valle de la capital, se pronosticó niebla al amanecer, mucha nubosidad, lluvia y tormentas eléctricas durante la tarde y parte de la noche.

Por donde yo vivo, a eso de las 11:25 am se desató un fuerte aguacero que, sorpresivamente, empezó a escampar a partir de las 12:15 pm. Volvió a llover a media tarde. No sucedió lo mismo durante buena parte de la noche. Lo que no cesaron fueron los rayos y truenos lo cual me hizo suponer que en la costa sur estaría lloviendo torrencialmente así como en el altiplano occidental.

En un momento como en el que está nuestro país, resulta un contrasentido afirmar que después de la tormenta pueda venir la calma y que se perciba en el ambiente algo de tranquilidad.

Si las condiciones del país no estuvieran como están, el cambio climático, tal vez, no nos afectaría tanto. La imprevisión e improvisaciones propias de un sistema institucionalizado en interés y a conveniencia de unos cuantos potentados, hace que la diferencia abismal que existe entre quienes todo lo tienen y quienes están en el más completo desamparo y abandono, se acentúe y ponga al descubierto la injusticia social prevaleciente y la vulnerabilidad y riesgos a que se les tiene expuestos.

A partir de mañana estaremos a una semana de que termine la primera mitad del año. El balance de lo acontecido en lo que va del presente, es escalofriante, espeluznante. La violencia organizada, al igual que la común, se ha extendido a lo largo y ancho del país. En unos lugares, más que en otros, la incertidumbre y desesperación se generalizan y no se avizora que la seguridad ciudadana se garantice y, menos, que se le ponga un hasta aquí a la escalada delincuencial que abate al país.

Lo que nos está aconteciendo no es sólo a causa o como consecuencia de la disputa por los votos a depositarse en las urnas el 11 de septiembre. No. Hay algo más de fondo. Para decirlo en pocas palabras, es a causa y consecuencia del agotamiento y caducidad de un sistema económico y social injustamente jerarquizado y la institucionalidad que le sirve de sustento.

En 1985 el constituyente y el gobierno militar de facto de entonces, no estuvieron en capacidad ni alcanzaron a prever la situación a la que se iría orillando al país a raíz de la institucionalidad por ellos legitimada. Los gobernantes que desde entonces se han ocupado de la gestión pública, el organismo legislativo y el poder judicial, a su vez, tampoco han sido capaces de enfrentar y superar exitosamente aquella imprevisión y los desafíos propios de los últimos 26 años.

En nuestro caso, la historia más reciente enseña y la experiencia acumulada lo confirma. Tal como se interpreta y utiliza el derecho y el funcionamiento y quienes han estado y están a cargo de las instituciones no permiten que el país avance, progrese, se desarrolle. Al contrario, es la retranca de la que echan mano las élites oligárquicas tradicionales locales y los denominados poderes fácticos para atajar cualquier intento de avance, progreso y desarrollo.

En lo internacional, la situación es esperanzadora, infunde ánimo, entusiasmo y confianza. Las rebeliones y el descontento social y popular están a la orden del día en África del norte y en el Medio Oriente, una oleada de indignación y protestas recorre y sacude a Europa y a otras regiones del mundo, las transformaciones de fondo que están teniendo lugar en América del Sur, caracterizan el cambio de época en el siglo XXI.

La situación en el país, ciertamente, es agobiante y tiende a empeorar cada vez más. En ese marco, las condiciones que se están creando corresponden a los signos de nuestro tiempo y que, en su momento, habrán de desembocar en los esfuerzos y propósitos de unidad y convergencia como motor e instrumento de la lucha por los cambios profundos a institucionalizar en el país. Lo que no hay que ignorar ni subestimar es que, tal y como están las cosas, a una primavera de violencia desenfrenada le suceda un borrascoso e incontrolado verano, y que lo que todo el mundo piensa pero nadie se atreve a decir, vaya a pasar y que en lugar de avanzar se diera otro paso más hacia atrás. Es lo que inicialmente presupuesto que podría estar detrás de lo que se ha empezado a desencadenar en San José Pinula.

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