Túnez: injusticia, depredación
y autocracia
En el día del cumpleaños de
José Barnoya, Chepe, el Sordo
No son pocos los acontecimientos que por su importancia y particularidad merecen dársele seguimiento y extraer de ellos las enseñanzas que contribuyan a enriquecer y actualizar la elaboración teórica, la experiencia y práctica revolucionaria, social y popular. Permiten, además, disponer de nuevos y diferenciados elementos para definir y caracterizar los rasgos de nuestra época en lo nacional e internacional.
De los acontecimientos a destacar en lo internacional, el principal de ellos, en mi opinión, es lo que está ocurriendo en Túnez.
Túnez limita al sureste con Libia; al oeste, con Argelia. Dispone de siete puertos en las costas del Mediterráneo. Uno de ellos, es su ciudad capital. En 1956, Francia reconoció la soberanía de Túnez. Un año después, se proclamó la República. Los franceses fueron expulsados de territorio tunecino en 1964.
A partir de la institucionalización de la República, dos gobernantes han usurpado el poder: Habib Burguiba, desde 1957. Diez años después, se le nombró presidente vitalicio. En 1989, es sustituido por Zine el-Abidine Ben Ali mediante un golpe palaciego. En 1993 y en 1999 Ben Alí fue reelecto mediante votaciones montadas a su conveniencia. En algunos medios occidentales se caracteriza su gobierno como una gestión de rigor político y liberalización económica e, institucionalmente, de libertades fundamentales limitadas, torturas y asesinatos.
En 2005 la población de Túnez era de 5 millones 681 mil 519 habitantes. Su extensión territorial, es de 163 mil 610 kilómetros cuadrados. Sus costas se extienden a lo largo de mil 146 kilómetros. En el año 2000 su deuda externa ascendía a 1 mil 400 millones de dólares.
En lo industrial destaca la producción de alimentos, bebidas, tabaco, metales, textiles, cuero, madera, papel y químicos. En lo agrícola, el cultivo del maíz, verduras, arroz, maní, plátano, café y coco. Su ganadería está dedicada a la crianza de cabras, cerdos, ovejas, bovinos y gallinas.
El algodón, los fosfatos, el café y el cacao son sus principales productos para la exportación tanto hacia Nigeria como a Bélgica y a Francia. Importa de Ghana, Francia y China, equipo de maquinaria pesada y transporte, derivados del petróleo, alimentos y químicos.
Lo anterior resume unas cuantas cifras que en nada retratan las carencias, arbitrariedades e injusticias de que han sido víctimas los tunecinos, especialmente, los más pobres. Otros datos explican lo que el 17 de diciembre pasado comenzó en Sidi Bouzid, una ciudad marcada por la pobreza, situada en el centro de Túnez.
En esta pequeña ciudad de este país para muchos olvidado y, para algunos, tan apetecido, empezó todo.
Aquél día, el joven Mohammed Bouazizi se prendió fuego en protesta ante una humillación más de que fue víctima por parte de la policía. Murió semanas después. Para entonces, nadie se imaginó que este gesto de rebeldía e indignación, marcaría el inicio de la Revolución de jazmín y la huida del país, el 17 de enero, del despótico Ben Ali tras 23 años de gobierno autocrático.
En algún lugar de Arabia Saudí en donde encontró refugio, estará viendo lo que le parecía inimaginable: el ocaso de su corrupto régimen. En Túnez, a partir de principios de este año, las cosas ya no seguirán estando como antes.
Al respecto y durante mucho tiempo, no faltaban quienes sostenían que Túnez era de los países árabes en donde menos podría tener lugar una insurrección generalizada. En política, nada está escrito en piedra. Los hechos están demostrando que los tunecinos se han levantado para acabar con un sistema de depredación y privatizaciones, corrupción y teocracia.
Esta revolución es, según Alan Woods, “un proceso dialéctico en el que un millar de pequeñas injusticias se van sumando hasta que la acumulación llega a un punto crítico en el que una explosión es inevitable. Cuando la sociedad llega a este punto, cualquier accidente puede provocar la explosión.
“Una ola de disturbios se ha extendido por todo el país, con continuas manifestaciones masivas contra el desempleo, la subida de los precios de los alimentos y la corrupción… La falta de libertades, los excesos de la clase dominante y la ira por la brutalidad de la policía parece que se han unido para dar inicio a una imparable ola de indignación pública”. (La insurrección en Túnez y el futuro de la Revolución Árabe, en Rebelión, 24 de enero de 2011).
Con igual atención habrá que seguir lo que está ocurriendo en Argelia y Egipto. El Magreb está ardiendo.
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