Intervención extranjera
y usurpación del poder político
En esta oportunidad abordaré --como parte de lo ya expuesto en los tres artículos anteriores--, lo referente a la doctrina y estrategia concertada en interés de la seguridad nacional de Estados Unidos. Además, me referiré al control, ejercicio y usurpación del poder político en nuestro país, así como, en ambos caos, a las tres etapas y los cinco eslabones de su institucionalización e implementación.
Al final, algo empezaré a decir respecto al estado y situación de la lucha social y popular, revolucionaria y progresista en nuestro país, así como a sus tareas en el momento actual.
A partir de la intervención norteamericana, tres son las etapas y cinco los eslabones de la institucionalización e implementación de la doctrina y estrategia en cuestión. La primera, se inicia en junio de 1954. Ésta da paso a la segunda que, a su vez, comienza, continúa y se prolonga de marzo de 1963 a enero de 1986. En enero de 1986 se inicia la tercera, como continuación de las que le anteceden, y se prolonga hasta hoy.
Sus cinco eslabones son: intervención extranjera, anticomunismo, terrorismo de Estado, contrainsurgencia y apertura política o, también llamada, transición democrática.
Las etapas y los eslabones son parte del engranaje que, en su desarrollo y desenvolvimiento, corresponden a la situación y condiciones imperantes en momentos muy concretos y a contradicciones y problemas no resueltos.
Las etapas están bien definidas y ubicadas en el tiempo. La primera, dura 9 años; la segunda, 24; y, la tercera, que se inicia en 1986, se prolonga hasta hoy. Los eslabones, por el contrario, se traslapan y entrecruzan o son la continuación de los que les anteceden y anticipo a los que les suceden.
El terrorismo de Estado y la contrainsurgencia (el tercero y cuarto eslabón) se empiezan a definir y convenir simultáneamente al predominio del anticomunismo y el intervencionismo estadounidense (el primero y segundo eslabón). Su institucionalización e implementación es, a su vez, prolongación del anticomunismo y la intervención extranjera.
La llamada apertura política (el quinto eslabón) viene a ser la continuidad, a través de otros medios y otras formas, del terrorismo de Estado, la contrainsurgencia y la injerencia de Estados Unidos en nuestros asuntos internos.
El anticomunismo se desinstitucionalizó en 1985. Sin embargo, no deja de haber intolerancia y sectarismo, estigmatización y prejuicios ante cualquier forma de pensar y opinar, actuar y proceder de las fuerzas y movimientos populares y sociales, y personalidades, intelectuales y sectores progresistas.
Puede decirse, entonces, que lo que caracteriza y predomina durante las dos ya referidas primeras etapas (1954 – 1963, 1963 – 1986), son los golpes militares, las rupturas del orden constitucional, la tan sui géneris continuidad gubernamental, la violencia organizada, los escuadrones de la muerte, las patrullas de autodefensa civil y los comisionados militares, los secuestros y desapariciones forzadas, el genocidio y las aldeas arrasadas.
Durante la tercera etapa (1986 a la fecha), lo que predomina, como continuidad de las dos anteriores, son las estructuras clandestinas y grupos paralelos de represión y limpieza social, políticas de exterminio y ejecuciones extrajudiciales, ajustes de cuentas y sicariato, acciones encubiertas, exclusión social y segregación, racismo y discriminación, abusos y arbitrariedades, impunidad y corrupción, despotismo y tráfico de influencias.
En este marco, lo negativo y absurdo es que, después de la firma de la paz, la izquierda revolucionaria se dividió y que, como fuerza política, además de que se dispersó, pasó a ser, de la prestigiosa y respetada expresión de la unidad en armas, una fuerza marginal, orgánicamente desintegrada y políticamente desideologizada.
En todos caso, lo que sobresale es que, durante estos 56 años, la lucha social y popular, revolucionaria y progresista no sólo registra avances y retrocesos, rezagos y estancamientos, victorias y reveces, auge y reflujos, aciertos y limitaciones, sino además ha sabido poner a prueba su capacidad de reconocer errores y, oportunamente, corregirlos y rectificar.
En cuanto a sus tareas en el momento actual, es ésta la ruta a retomar y el camino a seguir a fin de restablecer la más amplia convergencia y unidad nacional y popular alrededor de una plataforma programática por la salvación nacional y social, la independencia y soberanía nacional, la solidaridad internacionalista, y una política de unidad y alianzas comúnmente convenida, abarcadora e integradora, política e ideológicamente incluyente.
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