Madiba, la luz de su pueblo
En medio de la incontrolada escalada de violencia que desangra a nuestro país y mantiene a la población aterrorizada, al borde de la desesperación, el paroxismo y en el más abrumador de los desconciertos, es lógico --mas no por ello explicable ni justificado-- que se dejen de lado importantes acontecimientos que tuvieron o están teniendo lugar en otras partes del mundo. Me referiré a uno sólo de ellos.
Previamente debo decir que sería una irresponsabilidad dejar de consignar lo acontecido este fin de semana en diferentes lugares del país. El recién pasado fin de semana fueron asesinadas 60 personas y entre tan apabullante noticia, lo impensable: dos masacres de dos familias, una, ocurrida en Ciudad Quetzal, San Juan Sacatepéquez, departamento de Guatemala; y, la otra, en la aldea San Antonio, en el norteño departamento de Petén, con un saldo de 11 fallecidos por armas de fuego, entre ellos, seis niños y tres adolescentes, y cuatro heridos, uno de ellos de apenas tres meses.
La espeluznante cifra de 60 personas asesinadas en un fin de semana pone de manifiesto, por una parte, que la seguridad ciudadana constituye el eslabón más débil del gobierno actual y, por la otra, que el control de la delincuencia común y el crimen organizado sobrepasa su capacidad de prevención y combate.
Parecería una crónica de ficción, pero no lo es. De las 31 muertes ocurridas el sábado, 22 fueron por armas de fuego, dos por arma blanca y cuatro por golpes contundentes. Según Prensa Libre de ayer, las víctimas fueron 17 hombres y cinco mujeres. De las 29 personas ultimadas el domingo (17 hombres y 12 mujeres), 23 fueron a balazos, cinco por arma blanca y una por golpes.
La diaria matazón de guatemaltecos y guatemaltecas en un país como el nuestro así como aterroriza a la población, deshumaniza y enferma a ejecutores y sicarios y a quienes la ordenan y que son los que en verdad están detrás de tanto crimen y atrocidad. La muerte de cualquier ciudadano es reducida a una estadística más y así queda registrado en los partes policíacos. De los parientes de las víctimas, nadie se ocupa. Son ellos los únicos que sufren su pesar y el peor de los desamparos, abandono y orfandad.
La delincuencia común y el crimen organizado no se previenen ni combaten asesinando a quienes se supone responsables y partícipes de tanta atrocidad y salvajismo. Lo que también es cierto es que semejantes crímenes y atrocidades ponen al descubierto hasta dónde se puede llegar cuando lo que predomina es el egoísmo, la codicia, la avaricia, la usura, la abismal desigualdad económico-social, la falta de oportunidades, los privilegios para unos cuantos y la exclusión y marginación de la gran mayoría, la corrupción y el tráfico de influencias y que, en concreto, constituyen unas de las manifestaciones de una sociedad en descomposición y cuya causa principal es de carácter estructural. Sobre esto, hasta aquí.
En cuanto al más importante acontecimiento de estos días, es bueno y necesario referir que este domingo se celebró en todo el mundo --menos aquí-- el 92 aniversario del natalicio de uno de los más grandes hombres de nuestra era. Me estoy refiriendo a Rolinlala Dalibhuna Mandela, Nelson Mandela, nacido el 18 de julio de 1918 en la pequeña aldea de Umtata, Sudáfrica.
Nelson Mandela, en opinión del articulista cubano Jorge L. Rodríguez González, “Pudo haberse convertido en jefe de una tribu de los thembus, de la etnia xhosa. Su árbol genealógico lo predestinaba. Pero en su cabeza de niño daban vueltas los relatos de los ancianos sobre ‘los buenos tiempos, antes de la llegada del hombre blanco’, cuando reinaba la paz y todo respiraba en equilibrio y armonía.
“Ante sus ojos, los viejos sabios de barbas… también contaban historias de resistencia y lucha de aquellos… que conformaron el orgullo del pueblo sudafricano”. Fue en estas charlas, en las que comenzó a “cocinarse’ su posición política…
“He dedicado toda mi vida a la lucha del pueblo sudafricano, dijo en uno de sus alegatos ante sus carceleros y juzgadores. He soñado con el ideal de una sociedad libre y democrática. Es un ideal por el que espero vivir. Pero también es un ideal por el que estoy dispuesto a morir. Veintisiete años estuvo en prisión sin claudicar”. (Juventud Rebelde, 18 de julio de 2010).
Con el correr de los años Nelson Mandela habría de llegar a ser el abanderado y combatiente victorioso de la lucha por la igualdad y la justicia social en su país, en África y en el mundo entero: Madiba, el Tata, el Abuelo, la Luz de su pueblo. Según lo recuerda Jorge Risquet Valdés, en el acto del 26 de julio de 1991, el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, en presencia de tan prestigioso y respetado líder, dijo: “Si se quiere tener un ejemplo de un hombre absolutamente íntegro… Si se quiere tener un ejemplo de un hombre inconmoviblemente firme, valiente, heroico, sereno, inteligente, capaz, ese ejemplo y ese hombre es Mandela”.
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