Otoño de 2009, en México
Cuando esta columna se haya publicado, estaré ya de regreso en mi país. No recuerdo haber pasado en el extranjero otro otoño como el que acabamos de disfrutar Ana María y yo al lado de nuestro hijo, Espartaco, de nuestra nuera, Lupita y de nuestro nieto, José Miguel. Un otoño como éste no recuerdo haberlo sentido tanto como otros y logrado acumular experiencias que habrán de serme útil de aquí en adelante.
El otoño no es el mero tránsito de la primavera hacia el invierno ni la estación durante la que los fuertes ventarrones de octubre agitan y golpean los árboles, el frío quema y dora sus hojas y las bota como para alfombrar calles, avenidas y aceras. El otoño es algo tan hermoso como el hermoso poema Les feuilles mortes de Jacques Prévert.
Quizá haya sido por eso que entendí lo que mi nieto me dijo una de las muchas mañanas en que a eso de las siete y media fui con su papá a dejarlo a la escuela en que se queda hasta después de medio día. “No vayamos a pisar las hojas que están en el suelo –me dijo–, esas hojas, abuelo, brillan, parece que se encendieran”. No sólo me sorprendió su percepción sino me di cuenta que tenía razón ya que después de la lluvia de la noche anterior o de la madrugada de ese día, las hojas del otoño brillan y al suave calor del sol que ya alumbraba parecían encenderse y titilar.
De las personas que conocí y con quienes conversé durante esta visita más reciente, las noticias y comentarios que escuché o leí habría mucho que escribir y lo iré haciendo conforme los temas lo vayan permitiendo sin dejar –por supuesto– de referir lo que dejé de hacer, por ejemplo, el no poder contactar a Gil Zu. Espero hacerlo la próxima vez.
Esta oportunidad de estar una vez más en México me ha permitido adentrarme en cuestiones que van más allá de lo que creo estar enterado por lo que aquí leo o escucho. Estar de visita en esta cada vez más inmensa urbe que es el Distrito Federal, le da a uno la oportunidad de ampliar su horizonte.
Lo que acontece en otros lugares enriquece el conocimiento, lo amplía y actualiza. Dota de nuevas herramientas de estudio, análisis y opinión, permite contar con mas elementos acerca de las características y rasgos de la época, lo que está aconteciendo, las diferencias y peculiaridades de cada país, y más de una similitud o semejanza que pueda haber. Es esto lo que diferencia el conocimiento libresco y de gabinete del conocimiento por experiencia e intercambio de opiniones.
Comprar el periódico del día y detenerse en los titulares de los demás así como lo que se destaca en las revistas de opinión y análisis en algo ayuda a formarse una idea aproximada de lo que se informa, opina o analiza. Además, como no creo que haya quien disponga del tiempo para abarcar lo que en México a diario se publica, lo que se alcanza a leer y estudiar resulta siendo básico para comprender la situación en su conjunto.
A esa idea aproximada a que hago referencia, cabe agregar lo fácil que resulta identificar los poderosos intereses que están detrás de buena parte de lo que se informa, opina y comenta, y la posición que sus medios asumen en relación a las cuestiones fundamentales de nuestro tiempo. Y, frente a esa agobiadora ofensiva ideológica, informativa y de opinión, está el tesonero esfuerzo de medios, editores, redactores y columnistas por expresar sus puntos de vista y opinión con entera independencia y sin por ello dejar de estar comprometidos con el cambio de época en que estamos. No lo hacen a la manera de los llamados analistas independientes de nuestro medio.
En el actual momento, si en algo hay coincidencia y conciencia es en ahondar en las causas, efectos y consecuencias de la dispersión y atomización de la izquierda en varios de nuestros países y lo difícil que resulta asimilar que en un momento en que en Venezuela, Bolivia y Ecuador están dándose cambios revolucionarios de tanta trascendencia, la unidad de la izquierda no marche al calor de los acontecimientos que marcan y definen el carácter y contenido de la época, sus antecedentes, desarrollo y probable desenvolvimiento.
En nuestro caso, la atomizada y dispersa izquierda guatemalteca no avanza en el esfuerzo por la reconstrucción de su unidad. No es por desesperación que hay que precipitarla, pero por su urgencia no puede demorarse más. Se puede decir que ayer, talvez no era posible; ahora, es más que necesaria; mañana, podría demorarse aún más.
No puedo concluir sin expresar mis condolencias a la familia Morales Jáuregui por el fallecimiento de Lily Jáuregui de Morales, doña Carmencita, una persona extraordinaria, a quien los que la conocimos tendremos presente siempre.
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