sábado, 18 de julio de 2009

A media semana

Después del 28 de junio


Insisto en señalar que el peligro principal que amenaza a América Latina y el Caribe es el revanchismo de la desplazada ultraderecha estadounidense, la cual no cejará en su propósito de desestabilizar la región alentando y apoyando a las fuerzas conservadoras del continente que ven amenazados sus intereses y privilegios por los cambios que están teniendo lugar en América del Sur. El triunfo electoral del FMLN en El Salvador puso su alarma en rojo. Las empujadas movilizaciones de “las camisas blancas” de mayo y junio aquí, en Guatemala, fueron un mero tanteo y el golpe de Estado en Honduras lo confirma.

A la ultraderecha de Estados Unidos y del continente no deja de inquietarles y les atemoriza lo que con sus particularidades y características está ocurriendo en Brasil, en Argentina, en Uruguay y en Paraguay. Pero su miedo y pavor está concentrado en lo que representa para América Latina y el Caribe la Revolución Bolivariana en Venezuela, la Revolución Multiétnica y Plurinacional en Bolivia y la Revolución Ciudadana en Ecuador.

A partir del 20 de enero sus expectativas y propósitos son que Brasil no vaya más allá de donde ahora está, y que al presidente Lula lo suceda alguien más moderado. Los cálculos que tienen con relación a Argentina (cuyos resultados electorales más recientes favorecen a la derecha) es que la alternativa al gobierno actual sea esa derecha.

En ese mismo sentido son sus previsiones en relación con Uruguay, aunque la continuidad del gobierno del Frente Amplio no deja de inquietarles por lo que podría representar un viraje real a la izquierda si las condiciones y circunstancias lo permiten, y el pueblo uruguayo masivamente vota en esa dirección. Paraguay no parece moverse hacia una definición que por ahora ponga en riesgo el equilibrio en la zona.

A su vez, en Chile todo apunta a que la Convergencia gobernante sea sustituida por un pinochetismo sin Pinochet, y que uno de los grandes empresarios neoliberales se haga cargo del gobierno a través de la vía electoral. La Convergencia acusa un marcado desgaste derivado no sólo de su continuismo en el poder sino porque no ha logrado resolver los más ingentes problemas de la mayoría de la población. A lo anterior hay que agregar la falta de una alternativa consistente y unitaria de izquierda que favorece y viabiliza la derechización a la chilena.

Entre tanto, la derecha, a través del reelecto Álvaro Uribe, gobierna en Colombia; de Alan García, en Perú; de Felipe Calderón, en México; y, a partir del 1 de julio, del magnate Ricardo Martinelli, en Panamá; y, del 28 de junio, en Honduras, de Roberto Micheletti, el gobernante impuesto. Su gestión de facto es universalmente repudiada y deslegitimada. El triunfo reciente del PRI en México resulta manejable para la derecha.

En cuanto a América Central, la derrota en las urnas de la ultraderechista ARENA mejoró la correlación de fuerzas a favor de la izquierda. Esta mejora recomenzó a partir del retorno del FSLN al gobierno en Nicaragua y, en cierta forma, del inicial desplazamiento hacia el centro encabezado por el presidente Manuel Zelaya frente a las posiciones conservadoras de su propio partido, el Partido Liberal. Esto no quiere decir que el Triángulo Norte del área se haya movido del todo de la derecha extrema del pasado a la izquierda de ahora.

En ese marco, dentro de los planes de la derecha centroamericana está, prioritariamente, hostigar y cercar a El Salvador. Podría ser por eso que la de aquí haya intentado, hace dos meses, un golpe de Estado. Si éste no prosperó fue por la presión del Departamento de Estado norteamericano. En Honduras, parece estarlo logrando. Los grupos oligárquicos utilizaron a la cúpula castrense para deponer a un presidente electo, extrañarlo por la fuerza de su país e imponer un gobierno de facto.

De ahí que después del 28 de junio, América Latina y el Caribe se vea aún más amenazada por la derechización, lo cual viene a ser de extrema gravedad para la institucionalidad, la democracia, la gobernabilidad y el cambio de época que estamos viviendo en nuestro continente.

En el caso de Honduras, el tiempo está contra el presidente Zelaya lo mismo que la mediación urdida por la señora Hillary Clinton. Lo que en definitiva acabará siendo decisivo para asegurar el retorno a Honduras de su gobernante legítimo es la continuidad de la resistencia popular al golpe que, después de 18 días de incansables batallas y criminal represión militar y policial, sigue dando muestras de heroísmo ejemplar y cuenta con una amplia y vigorosa solidaridad internacional.

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