La re-derechización
El desplazamiento, por la vía electoral, del Partido Republicano del gobierno de Estados Unidos --aunque parezca un contra sentido-- tenderá a favorecer la derechización en América Latina y el Caribe y a envalentonar a las fuerzas conservadoras en general y, en particular, las de los países en donde están en el gobierno.
Y es así porque la extrema derecha estadounidense (desde los centros de poder y decisión que controla) no cejará en su propósito de utilizarlos en su propio interés tanto al interior de la metrópoli imperial como en los países y pueblos latinoamericanos y caribeños. Lo que está aconteciendo a partir del 20 de enero empieza a confirmarlo.
Para lo más reaccionario y conservador de la cúpula imperialista el enemigo principal a vencer es Cuba socialista. Lo ha sido desde hace cincuenta años; lo es ahora y lo seguirá siendo en tanto subsista el capitalismo como sistema opresor y explotador de su propio pueblo y país y de los demás pueblos y países del mundo.
En segundo lugar, no dejará de urdir conspiraciones, provocaciones, acciones desestabilizadoras y terroristas contra la Revolución Bolivariana sabiendo, como sabe, que las condiciones de ahora no son las que le posibilitaron el golpe de Estado del 2002, y cuya derrota fue posible gracias a la unidad del pueblo y la lealtad del Ejército Bolivariano. Ello no quiere decir que desista de sus intentos de derrocar por la fuerza al Presidente Chávez y acabar con las conquistas revolucionarias alcanzadas por el hermano pueblo venezolano.
En Bolivia tratará de que los autonómicos y reaccionarios prefectos de la Media Luna escindan el país, hostiguen, provoquen y saboteen al gobierno del Movimiento al Socialismo, MAS, encabezado por el Presidente Evo Morales. Y, ante la imposibilidad de desprestigiarlo y restarle el apoyo de las bases populares y sociales con que cuenta, ha empezado a dar muestras de estar dispuesto a llegar al magnicidio patrocinando, utilizando y valiéndose de mercenarios y testaferros extranjeros y bolivianos. El primero de estos intentos acaba de ser descubierto y oportunamente desbaratado en Santa Cruz el pasado 16 de abril.
Lo mismo acaba de ser denunciado por el Presidente Correa y por supuesto que ello se da inmediatamente después de la inobjetable victoria electoral alcanzada en los comicios más recientes. Sería absurdo suponer que vaya a desestimar la vía de las elecciones pero su prioridad pasa por el derrocamiento de quien encabeza la primera Revolución Ciudadana en la historia de Ecuador.
Además, para el corto, mediano y largo plazo hay que presupuestar que el objetivo de los halcones estadounidenses para el Continente sea forzar un vuelco a la derecha en países gobernados por el centro izquierda o el centro. A ello, en general, me referí la semana pasada y, antes de que se secara la tinta de lo escrito y publicado, como se dice, empieza a concretarse.
Ya lo logró en Panamá, y los resultados electorales del domingo (mayoritariamente favorables a la empresarial Alianza por el Cambio), no pueden verse sino como el voto de castigo a una gestión gubernamental típicamente centrista que, atrapada por el libre mercado y “sus éxitos” en lo macroeconómico, le da la espalda a los afiliados del oficialista Partido Revolucionario Democrático, PRD, a sus simpatizantes y votantes que hace cinco años llevaron a la presidencia al socialdemócrata Martín Torrijos, y al 30 por ciento de panameños en situación de pobreza.
Lo mismo intentará en Chile el año entrante. Y puede lograrlo ya que trabaja a su favor el desgaste, agotamiento y fracaso de la Concertación gobernante, la dispersión de la izquierda que, acostumbrada a jugar a la segunda vuelta, política y electoralmente se debilita y desgasta cada vez más y, al parecer, el fortalecimiento de la derechista oposición empresarial.
No otro escenario cabe presupuestar para Honduras, en donde lo más probable es que la derecha al interior del Partido Liberal, PL, imponga a su candidato presidencial y se distancie de la orientación centrista del Presidente Manuel Zelaya o que quien gane las elecciones en noviembre sea el candidato de la oposición de derecha. La izquierda y sus distintas expresiones (al igual que aquí, lamentablemente,), ni política ni electoralmente cuentan.
Vistas las cosas así, no es difícil advertir lo que significa y representa para América Latina y el Caribe en general y, en particular en el Cono Sur, para Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay y, en Centro América, para Nicaragua y El Salvador.
A ello me referiré la semana entrante.
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